Friday, June 09, 2006

Sol y amarillo

Y pasaban temporadas de desierto, años de desierto, litros de desierto, cuarenta minutos de desierto. El auto era una pulga. Pasó por el puente Allenby, cerrado con la guerra, pero repleto de gente, gente como llena de tela, como apasionada por tanta tela que los hacía gritar en un mercado tan versátil que sólo requería tela y presencia.

El puente se abría de la ruta hacia la izquierda a medida que el auto corría hacia el Sur. Entró, vió y salió. Nada de Vince y sólo un poco de alcohol. Unos kilómetros más allá, imposible de saber cuantos entre tanto desierto, se abría otra ruta. Frontera. Papeles. Buena educación y decenas de taxis vacíos y con ganas de gente.

Pasó. Negociaba con uno de los miles, se llamaba Abdul o por lo menos su cara respondía al nombre. Había olor a menta, mucha menta. Y agua caliente.

Abdul era un héroe. Se había casado a los 14. Arreglo familiar. Igual se amaban. Ahora tenía 19 años y cinco hijos. Trabajaba como un chino. Un genio Abdul. Un sobreviviente.

Combi y mercado. Enfiló hacia Jericó y palmeras y desierto otra vez, aunque nunca se habían ido. El paisaje era rico, pero sin un centavo, con intensidad de lo que hay que ver, con la calidez de una marquesina. Palmeras en fila, roca y arena. Roca y arena, palmeras en fila. Palmeras en fila, roca y arena. Roca y arena, palmeras en fila. Aparecen unos ranchos de adobe y de golpe empieza la ciudad. Como Rosario, que viniendo por la autopista de golpe empieza.

El cartel decía: "Bienvenido a Jericó. La ciudad más antigua de la Tierra. Fundación estimada: 10.000 AC.

Exacto.

1 comment:

Sancho said...

Buenísimo Gilga. Rescato especialmente el uso mántrico de recursos poéticos en general y en particular cuando repetis lo de las Palmeras en fila. Esas cosas; qué buenas. Tautología, remache. Como si uno estuviese hablando.En el último párrafo, un detalle pelotudísimo, pero ya que lo ví: dice "viniedo" de Rosario, en vez de "viniendo".