Wednesday, October 15, 2008

La fábula del zorro y el gitano


El gitano hace guardia en su gallinero, a la espera del zorro. Necesita una piel roja para estrenar en el casamiento de una prima, en Balvanera. Un duelo antiguo que huele a sangre en baldes de 50 litros.
Huele a carbón recién encendido, o a bulerías que perforan el corazón con cautela.
O no huele a nada, que es lo mismo que oler el hielo.
Pero las leyendas cuentan que los zorros son astutos, aunque olviden mencionar que en el semblante tienen el signo bravo de la locura altanera. Por eso el olor.
Un duelo parejo que acaba en calabozo del conurbano, con declaraciones y testigos que no vieron nada, ni conocen a nadie, ni estaban invitados a ningún casamiento, ni tienen parientes en Balvanera.
Al final, cuando se cuentan las monedas, los locos siempre pierden. Es el síndrome de la locura: pagan poco en las apuestas. Nadie arriesga su paño por un loco o un borracho. Y nuestro zorro era las dos cosas.
El gitano estaba llegando tarde a la boda cuando sale de la departamental. Aprovecha para ir a fondo, sin importar si verde o rojo, si el perro cruza o no cruza.
La novia entra, porque su padre ya pagó lo suficiente, el mantel está en la mesa, los invitados también, y el chico del acordeón toca para que todos bailen y se acuerden de la procesión inconclusa, y de los mil años de lágrimas en el país de los huérfanos.
Y el gitano que hacía guardia en el gallinero ya luce su piel roja para que sus primos lo envidien. Nadie pregunta por la sangre.
Los zorros vuelven mansos al hospicio, los locos regresan a las sombras.

2 comments:

Gilgalad said...

Ya que están prohibidos los elogios, voy a hacer un simple silencio porque nada tengo para agregar.

Anonymous said...

yo como no soy pescadora puedo elogiar je! me encantó, muy buena la frase "al final, cuando se cuentan las monedas, los locos siempre pierden"