Thursday, November 27, 2008

Diez años atrás todas las puertas

parecían abiertas.
Era un pasillo largo
que amontonaba oportunidades
como esos puteríos de Frankfurt
llenos de chicas asiáticas y brasileñas
traídas en un container
sonriendo lánguidas en las puertas
de sus cuarteles rojos.
Diez años atrás tenías todos los naipes en los dedos
y le cantabas falta envido a cualquiera
con veintitrés de copas y sin ser mano.
Eras el número principal de la noche de “Loca Bohemia”
donde tocaban tres o cuatro bandas ruidosas
y vos te creías ser el del prontuario mas espeso
aunque recién descubrías la barranca.
Diez años atrás empezaste a gastar a cuenta
y ahora te vienen a cobrar
todos juntos
los cafiolos.

9 comments:

Gilgalad said...

Ja... el tema es que ahora sos el de prontuario más espeso. Particularmente vos.

Claro... no es tan bueno como cuando creías que lo eras.

Igual como vos decís, a nosotros el saldo nos da positivo.

Por ejemplo ayer me saqué de encima dos mochilas añejas y cerré los dos círculos...

Que se yo... de todo lo que viví me quedo con esta época. Al menos es donde me siento más entero... el balance perfecto entre juventud (que queda poca) y experiencia.

Anonymous said...

muy bueno Valen! Lo de cantar falta envido con 23 es genial...

Cafa, lo único que añejo que vale la pena conservar es el whisky... Salú!

Gilgalad said...

Error... yo mejoro con los años. Y eso que ya originalmente era muy bueno!

Gilgalad said...

Lo que sí hay que rogar es con esto de la vejez no terminar como "Aguja Brava"

La laburó de guapo, piolamente,
y la milonguera, su caro berretín,
ñapada postamente en su bulín,
rejunó cayetana el expediente.

Era una naifa piya y cadenera
que andaba con la yuta cabreiroa;
con prontuario a la gurda, sobradora,
y una pintusa de percanta buena.

Él, que había sido un liso bien cheronca,
un caferata de tapín y escuela,
perdió su cancha laburando, ¡oi'dioca!,
de colchonero y refilando tela.

Tanto amó el longipietro a la taquera
que aguantiñó, cabrero,
que la barra nochera lo llamara,
por pamela y por merlo mishé,
Aguja Brava.

Y así terminó un piola, Aguja Brava,
que por amor quedó cardando lana.
Antes, sacaba tela de las minas
y ahora le hace colchones a la cana.

Anonymous said...

muy buenooo!!! de quien es?

nosotros vamos perdiendo la belleza de la juventud y en el mejor de los casos ganamos sabiduría...

creo igual que todavía podemos catalogarnos como maduritos con onda, no añejos aún!

Nachete said...

Yo también me quedo con los treinta tantos que con los veintitantos, somos practicamente igual de jovenes con muchisima mas experiencia

Maro said...

Yo, que también soy del club de los treinta, debo admitir que es una bisagra deliciosa.
Pero me da la impresión que el clú de los 40 también me va a gustar mucho, y el de los 50, y el de los 60, y así, hasta que me sigan admitiendo en los demás clubes.
Hace tiempo que fantaseo con que un día voy a celebrar un cumpleaños de tres cifras.

Gilgalad said...

Por eso... nosotros con la edad mejoramos, Maro.

Sancho said...

Más allá de edades que me excluyen: empatía total con esta sensación del mundo al pie, Fiera. Todas las puertas, el pasillo de las oportunidades cual ramilletes de placeres servidos; empatía total.¿Por qué dejamos de ser superhombres?