Thursday, December 11, 2008

Desearía volver al Huckelberry Finn

de los días de mi infancia
en el campo
a la siesta cuando todo muere
y en la balsa de madera
navegar por el Mississippi de mi cabeza,
caminar altivo y andrajoso
-esto cada tanto me lo permito-
con un sombrero de paja y las rodillas sucias
y nada en que pensar más que en canciones para mi Becky Tatcher.
En Santo Domingo todas las horas agonizaban
yo leía y leía en esa lentitud
cortada por el tren dos veces al día.
Santo Domingo es el Saint Petersburg
de mis recuerdos que como el whisky
se pusieron mejores con la oscuridad del barril y los años.
Se podía jugar a las bolitas
o coleccionar tapitas de botellas
o cantar tangos en el almacén de ramos generales
cuando la cera de las velas resultaba
en una luz escasa y titilante.
Desearía oler a tierra mojada
a barro y pasto y a bosta.
Pascual Bonavita era el Indio Joe,
tal vez nunca quiso asesinar a la viuda Douglas
pero su cara era igual de taimada
que la de mi imaginación.
Había caballos de veras
y aunque los indios se habían ido hace tiempo
las estancias todavía conservaban sus nombres.
Tanche, era la de mi abuela
y el olor a frontera.
Cruzar por el campo esquivando cardos y mosquitos
y volver a la hora del té
o vestirme con la ropa de domingo
para ir a la misa
cuando había.
Volver a navegar por el Mississippi de mi cabeza
en la balsa de madera
altivo y andrajoso
como ahora, cada tanto, me lo permito.

No comments: