Thursday, October 07, 2010

En la mesa de al lado




cuatro doñas doradas
supuran su perfume,
tan incisivo y dulce,
de tan dulce maldad,
de tan hienas.
Hablan del cáncer de alguien
que tiene cuatro hijos:
en horror, tintinean, lamentan.
Angustiosas, agitan
sus cobrizos anillos impresos en la piel
hondamente marrón, color lámpara china;
color cama solar de sesión intensiva.
Son el infierno mismo y no lo saben:
son más edulcorante en más café,
más condolencia letal,
más infortunio
y mayor excitación en la conversa,
con la mayor desgracia que encontraron
hurgando el universo ajeno, eterno.
Más detalle escabroso del conocido enfermo:
revuelven el café,
muerden la palmerita,
saben que habrá la muerte real, y en lo profundo
se soban entusiastas,
se relamen, complacen de estar vivas,
calentitas,
bajo techo,
bajo marido proveedor, harto y con panza,
bajo bandera,
bajo la infortunada montaña de palabras
de carteras, zapatos, juanetes, alta peluquería,
que las talla normales,
morales,
sanitas
madres
inimputables.

3 comments:

Gilgalad said...

Que yeguas!

Gilgalad said...

Mi padre siempre dice que en la vida hay de todo, que hay caballos barreros y de pista seca, que hay mates lavados y mates bien hecho y que hay viejos piolas y viejos de mierda.

Ahora curiosamente en mi imaginativo, si tomamos el caso de las cuatro viejas de mierda no se por qué me las imagino con su familia constituida (por ahí negando tener un hijo homosexual como otra famosa vieja de mierda) pero con familia constituída.

Yo lamentablemente asocio todo este pensamiento lechoso a la acumulación de grasa intracreaneal que genera tener una familia.

En este caso es producto de los anquilosados años de familia, lugar donde la conversación degenera en nimiedades y las conductas en patrones absolutamente predecibles por repetidos.

Me gusta esa alma indomitable de Sancho que se rebela contra el asco de la sanción. Me hace sentir identificado con él.

Siempre detesté a los conductores que si otro automovil se queda en la bocacalle, tocan la bocina como si estuvieran repicando a muerto para poner en evidencia al que cometió la falta.

Qué pueblo de alcahuetes! Pensar que se vanagloria de ser lo contrario.

Salú Sanchez.

Sancho said...

Jaa! Muy bueno! te mandaste casi un ensayo sobre la familia!