Friday, August 12, 2011

Ahora digamos,

deteniéndose en lo que fuimos
a veces
un vaso de la cerveza aguada
otras veces, las más
un depósito en Tiro Suizo con una lamparita agónica.
Ese cuartucho tan tuyo
la puerta combada,
la cama y los espejos para vernos mientras nos montábamos como perros
como vos perra y yo perro
y el calor a cuadritos hacía juego con la sordidez de la cama
la miseria de mi afecto, tan poco dispuesto
tan limón de septiembre, arrugado, vacío, anestesiado.
Ahora digamos
que plantaste un árbol y partiste.
No importó
(a mi tampoco).
Éramos solos pero éramos
y partiste
Podés afirmar que yo acepté, que ya había partido, a mi modo
sin partir o partiendo
con los ojos que ven lejos porque ya no ven cerca.
Que no pueden ver cerca porque solo ven lejos.
Podés afirmar que estaba demasiado concentrado en las piedras
o en los nardos
o en las estampillas.
Podés afirmar que fingía mirarte
fingía hablarte
y solo tenía miradas para mi
palabras para mi.
Ahora digamos que te diste cuenta que no querías más alarmas
que te robaste mi vaso.
Jugaste en otra liga
el teléfono sonó y estuviste ocupada
metiste a esa rubia en mi cama un miércoles lluvioso
¡que hambrienta estaba!
La encontraste en Berlín
la arrancaste del baño con un pase y una promesa
la metiste en la cama
entre los dos
yo miraba el espejo pero entonces
¿había partido?
Ahora digamos que ya no importa
con el tiempo estas cosas quedan viejas
son como un rumor
como algo que te contaron, impreciso, turbio.
Me quedé con un juego de cartas.
Se lo olvidó la rubia, que fue tarotista, entre las sábanas.
Y vos jadeando
y el naipe de Le Mat con tu sudor pegándose a tu espalda
y vos jadeando.
a partir del espejo.
Me quedé con un juego de cartas de Tarot de Marsella
y ahora digamos
que quedó viejo
pasó de moda
con tanta herida
y tanta cerveza aguada.


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