Tuesday, August 02, 2011

Los tenedores son inestables


Son torpes.
Se sacuden solitos y caen sobre la alfombra.
Se trepan y se vuelven a caer.
Entonces es mi mano torpe.

Los tenedores son inestables
Pasa que se caen
y ahora es otra mano quien intenta, una mano pequeña, a partir de sus uñas invierno berenjena.
Otra caída.
Otro intento
de otra mano, una tercera, y un tenedor que cae del plato de un universo de tenedores que caen.

En el lugar no hay solamente tenedores cayendo,
También hay constantes.

Por ejemplo, hay un jarrón chino que quizás contenía las cenizas de la abuela. Un jarrón inmovil como un viejo serio.
Sobrio.
Hay una biblioteca ordenada milagrosamente, me refiero a un orden verdaderamente milagroso;
uno de esos órdenes imposibles en mi casa, donde está todo desordenado,
o en la casa de las manos pequeñas con uñas color invierno berenjena.

Allí existe un orden propio, lógico, prolijo, y también desordenado o codificado o secreto para ojos extraños.

A veces me pregunto si en su casa los jarrones chinos no guardan a los muertos.
Me pregunto si en su casa hay jarrones chinos. O si hay chinos.
No creo.
Estoy más o menos seguro que hay frutas secas y botellas de vino
y vidrios, y pulloveres gruesos difíciles de lavar y mandarinas, botas
helados de frutilla y chocolate,
lápices, discos, lluvia, uvas,
dientes.

(amo sus dientes)

Me pregunto si tiene una ventana al cielo.
O si es que sus uñas cambian de color con la primavera
(creo que sí)

A veces, durante la noche me sentaba en la oscuridad a escuchar sus relatos de la casa, con madera y chispero. Y hogar, y frío, y caminar sobre la nieve lo cual al final de la vida puede resultar necesario.

O más que necesario.

Imprescindible.

De golpe, cae un tenedor y el ruido me regresa a la sala donde muchas manos luchan con los tenedores que caen. Donde las bibliotecas están cauterizadas por su orden y los jarrones chinos podrían contener cenizas de la abuela.

Los tenedores son inestables.
Torpes, pretenciosos, en sus platos blancos.
Caen sobre la alfombra, vuelven a caer
caen
una vez, diez veces o cien.
Me traen de vuelta a la sala.
Al olvido.

3 comments:

Sancho said...

Lo que más me gusta de este poema son sus recovecos, sus rincones; pasadizos a las casa de la infancia mezclados con las casas de hoy, con la casa que es el cuerpo y el alma de una mujer, con sus claroscuros, con su ajenidad necesaria. Y me encanta,no sé muy bien por qué, pero es como una visión empática, como si en esto se describieran mil cosas: "hay frutas secas y botellas de vino
y vidrios, y pulloveres gruesos difíciles de lavar y mandarinas".
Y por supuesto, las uñas invierno berenjena. Por sonido, por afinación, porque ¿qué otra cosa podían ser esas manos de mujer blanca que uno imagina o recuerda o inventa?

Gilgalad said...

Que groso sos Sancho. Tus comentarios son mejores que los posts.

Anonymous said...

no falta nada ; lo veo; lo siento, lo oido... me gusto este momento de regresion lindo.