Tuesday, July 14, 2015

Tres años


No pasó el día hasta que el amanecer encontró mi cara dejando de aplastarse sobre tu pecho.
Bajo la tela de la camisa el calor se extinguió de a poco
y tus dedos de tronco, de yunque, de martillo, apenas doblados,
quedaron inertes en el instante exacto -no sé- de atrapar la inmensidad o del último bostezo
de tu alma, que es el Océano
donde quienes te aman encontraron
ese calor tan similar al que se escapa de tu camisa.

El otro día te encontré en mis sueños,
cada tanto me pasa, cada tanto te hablo, cada tanto te escucho.
Reíste incontenible y me dijiste con tus ojos de calma:
la gente cree que la muerte es un vacío-
y aunque no entienda qué querés decirme
solo quería escucharte
pasar mis dedos por tus manos nudosas
sentir el calor bajo la camisa.
Como toda mi vida, tarde o temprano,
me alcanzará el entendimiento.
Eso no importa.
Pero sí las banderas, el contorno de tu sombra flaca como una rama, áspera, dura
pero tan cálida cobijando a los buenos del mundo.

Te extraño como loco, sabés,
y me consuelo pensando que este mundo no es para vos
que sentirías tristeza,
y prefiero imaginarnos
al final de mi camino
o al comenzar otro
en algún bar, en alguna esquina, en algún otro planeta.