Sunday, August 25, 2013

La familia Club está siempre tostada,

bronceada, dirán muchos;
quemada como flan de extrema yema.
Ella es un búho feo y parlotea.
Él también maniobra la sin hueso
con avidez y celular al tono.
No sé de qué trabaja,
pero ya le conozco el parlamento:
“Hola Rodríguez, te habla
Carlos ...
Carlos Frías, Frías, sí, sí, de Plasbard.
¿Cómo andás che? ¿la familia?
Oíme, tengo listo el pedido,
viene con un ajuste viste,
treinta, treinta y cinco por ciento,
pero no te preocupes, te lo voy a manejar
lo mejor que yo pueda,
para vos, claro”.
Puntual, todos los meses, tira ajuste
el dulce Carlos, el del auto importante,
y bigote canoso impecable, nacarado.
No le sobra una brizna de pelusa al gordo en ningún lado.
Carlos se juega
al tenis
y en el club
todos los mozos lo llaman por el nombre.
Es panzón, de franca ordinariez,
vive enfundado en jogging caro
mucho look fluorescente y altas llantas.
Tan amable, cordial, simpatiquísimo.
Imposible enojarse con tan Carlos.
Comenta el fútbol de otros en chistes ultra llanos
y nutre el chascarrillo
con risas a sus anchas.
Tiene dos hijas rubias,
las preciosas,
ganadoras al hockey
tiránicas y líderes
de típica maldad adolescente.
La familia Club está siempre tostada.

Thursday, August 15, 2013

Sigue siendo siempre poco

porque mucho entierra
la palabra
que es un vicio:
tripa de lo que quiere decirse
pero enrosca el decir.
Y siempre es poco,
porque decir está
en remero cansado
en pelea
en el vaso
en el fasito a medias
en decir incompleto
en la contradiccion
en no mirar las cosas, en mirar
el espectro.
Es poco en locutores demasiado,
en formularios que hunden
a la hondura infecunda.
A veces un tanguito,
un solo
del violero incendiario,
bien colorido y negro,
cuando hay cantor del pueblo.
Aunque es poco
para explicar verano,
saliva ante la fruta,
una mujer que brilla,
hijo que te sorprende
con lo mucho,
domingo y agua suelta
que se escurre.
Rusticidad,
aplomo,
cero ciencia.
Pero pasa la noche,
vuelve luto, niebla, certeza de que acaba
cada cosa hasta llegar a uno.
Por eso
es poco
y se es ciego.
Siempre es poco.

Tuesday, August 13, 2013

No te
querés quemar con la brasa
en los labios
helados
esperando respuesta
mientras la noche sigue siendo
 circo frio
en la calle, en el
acantilado de los pobres
donde pasan las cosas,
donde un cuerpo acampa
a muchos kilómetros
de cualquier urgencia.

Friday, August 09, 2013

Tengo un grupo que mezcla

buenos amigos sabios. Templados.

Surfeadores  de gentil displicencia.

Desbocados, valientes,

y todos buenos tipos que, bueno, hacen de todo;

escriben, cantan, juntan,

ponen, arriman, pulsan,

heroicas voluntades. Reconocen

sin manual de instrucciones,

intuyendo eucalipto y monte fresco,

dónde habitan la sombra y el descanso.

Amigos no papables, claro,

ningún perro salvaje puede serlo,

porque siempre te topa algún pecado

y aborrecemos de cualquier reglamento.

Los admiro en secreto.

Les diría que son

la reserva moral del occidente;

pero desataría tormenta en carcajada

si coreáramos beodos que nosotros

somos reserva moral del occidente.

Porque ya es tradición, familia y propiedad,

para  esta gente

matar puntos morales,

matar a guitarrazos

cualquier moral tiránica y avara

que parezca ensañarse con alguno

de los nuestros.

O de los otros:

no es de varón andar moralizando.

Estos amigos sabios, como dije,

saben de la templanza o del peleo,

y hasta la paz, si fuera necesaria.

sanamente alcoholizan bien sus almas,

y cantan,

y hacen pata ancha en el desierto,

y hacen bien el asado,

el copetín,

el juego.

Son la esperanza blanca

y la desesperanza negra.

Tienen el swing intacto,

el esmowing fragante,

la canción en el cuerpo.

Thursday, August 01, 2013

La mirada de los perros

es la mirada de los hombres

sin cataratas.

No es la bondad, no, ni la fiereza.

Es el alma rústica que

uno ignora si tuvimos.

Es transparencia sin

los barnices morales de escrituras

manuales, locutores,

cartas magnas,

o aquellos

que dicen

darse al prójimo con

 toda la bondad

medible de este mundo.

La mirada de los perros

es luminosa mezcla de piedad

sin avisar que dentro

de ella habita el colmillo

y quien se zarpa

e intenta, por ejemplo,

molestar al perro mientras come,

ay de él,

no importa que sea niño

o que sea débil;

el perro enfurecido no presenta

esos flancos equívocos del código

penal, moral, reaccionalista

de nuestras leyes vagas.

El perro es inocente,

lo sabemos:

vive

en emoción violenta.

El perro se abotona,

comerá hasta morir si no lo paran,

se frota sin prurito

contra la pantorrilla de un enano,

o de una anciana rancia.

Sabe también valorar la juventud:

le obsesiona el olor

de mujeres menstruando

y no lo oculta.

Por suerte,

desde lo poco perro que nos queda,

no mordemos la mano

que nos da de comer,

ni juzgamos al perro

ni lo metemos preso.

Y eso no es mérito

de la razón francesa

ni de la antigua Grecia

ni del lenguaje pútrido

del que nos blasonamos.

Por suerte somos sabios

sabemos que el  perro es inocente.

Sabemos que el can vive

vive y sueña

vive y reina

en emoción violenta

y en eso

somos buenos.