Hay múltiples razones para el hoy. Pero el hoy no puede negarse.
Mientras acá nuestro uso horario varían entre la “Hora oficialismo” y la “Hora oposición”, allá por el norte desde que tengo uso de razón las cosas se dividen entre este y oeste, sea por el uso horario o por las divisiones de la NBA.
Allá tienen de todo. La intelligentzia del mundo, los thing tanks, algunos escritores inmejorables. Pero también otras cosas, como los WASP, como Bush (papá y jr.), criticable -el hijo principalmente- por su torpeza y desparpajo más que por lo que representa. Y si del sur del norte se trata, allí ellos tienen a lo más retrógrado, con los gusanos de La Florida y la Texas de los señores del petróleo y de la no tan lejana esclavitud: recién en 1964 los negros pudieron comenzar a votar. Del resto de las cosas, como compartir baños públicos, todavía faltarían varios años (Y todavía falta: Harlem, Bronx, inundados de Boston). Así que tan, tan de los derechos civiles, que te la deben. Pero ¡guau!, hoy tienen un presidente negro (aunque no tanto: la madre es más blanca que Libertad Lamarque, su historia personal dista de la que tienen sus brothers), y mañana quieren a una mujer.
El postulante vencido, Mc Cain dio un honesto y sentido discurso de derrota. En sus palabras se notaba las ganas de sumar para mejorar aquel país ante las disyuntivas que están (generaron) y vienen. Acá, en nuestro país, el decir de la oposición “si le va bien al gobierno, nos va bien a todos” ya está a la altura del edulcorado comentario futbolero de: “ni antes éramos unos fenómenos ni ahora somos un desastre”; y si hablamos del valor patriótico o el espíritu nacional, hay tufillo militar o nazional (con z).
En apariencias, este Mc Cain veterano de guerra (en Hanoi hay una estatua que conmemora el lugar donde fue derribado su avión, que se prestaba a bombardear aldeas) y conservador parecería más retrogrado que Bush hijo, pero a diferencia de este no tenía una relación tan ligada y refleja con el establisment. Así que, de mínima, el cambio estaba asegurado.
Con respecto a Obama, comparo y estimo que acá no duraría un round con esa oratoria tan de pastor evangelista. Su “inspirador” mensaje quedaría en las primarias (internas), animándome a imaginar que tanto en el comité como en la unidad básica su situación no sería la más cómoda. Su ética protestante tan weberiana caería en saco roto por estas tierras. Jamás emergería como para considerarse.
Dos realidades. Incomparables (como decía al principio los “hoy” pueden compararse, mas –sin tilde- no cómo se construyeron, ya que partieron de dos proyectos distintos).
Haciendo una estrafalaria elucubración podría decir que el proyecto de la argentina criolla y elitista que primero sintió que tenía que fundarse, que entonces buscó poblarse de europeos; que luego se concentró en las urbes (que fue un imán para la mano de obra proveniente del interior olvidado) y que después cobijó a Perón (o al peronismo, mejor dicho): siempre que pedalea en falso. De vez en cuando parece (sólo parece) enganchar la cadena, como cuando al principio se pensó como potencia agroexportadora, como cuando apostó al eje, como cuando amagó indecisa hacia la industria y al petróleo o como cuando se sumó a la timba financiera mundial del libremercado, hace no tanto. Pero ese proyecto tan zigzagueante, ya acercándonos al mentado Bicentenario, debería hacernos pensar si se puede empezar otra vez. Y si ese es el verdadero reto por delante. Pero tal vez ya no estemos a tiempo. Ojalá me equivoque.
Mientras tanto, por otros lados seguirán todos mirando hacia el mismo norte, con las divergencias propias, pero para el mismo lugar de la brújula. Nosotros miraremos, de reojo, el reloj y la certeza se transmutará en tratar de adivinar en qué tiempo estamos viviendo y quiénes somos dentro de ese concierto. Demasiado pendientes del resto, o demasiado pendientes de nosotros mismos. Poco pendientes de los objetivos.
Habría que ver de qué manera podríamos optimizar hoy nuestras maneras y formas. O tal vez nuestras maneras y formas son las que forjaron nuestra historia. Y esta, la actual hija de ayer y mañana, es nuestra mejor versión. O nuestra versión posible.