Monday, October 27, 2008

Tríptico


De first
Quiero ser un jugador de fútbol holandés. Pero me gustaría serlo viviendo acá, siendo yo.
Kruif, Van Bomel, Rickjard, Van Der Kerkof. ¡Qué bien suenan!, sea en cuasialbino o en negro, sin distinción.
Caminaría erguido. Esninfaría sin prejuicio. Sonreiría siempre, fumaría a veces, y tomaría como se debe.
Y, viviendo acá, tendría para endilgar en la cara algunas estadísticas sobre socialdemocracia y sexo, y recibir las del suicidio. O explicar que no vivo en un hostel.
Me criticarían, me copiarían, me exprimirían, me tomarían de ejemplo. De no mimetizarme, me desecharían luego.
Pero, a no temer, o mejor dicho a no tener miedo. Llegaría también el momento de dar todo vuelta.


Tanto
Y si los finales repentinos y cerrados se hacen abiertos y reflexivos.
Y si de buscar tanto se nos va el mundo; se nos va la vida, y se nos viene la muerte.
Y si la carne que hay debajo de nuestra piel se convierte en algo podrido, que en algún momento se hará cargo de nosotros, de nuestra cara, de nuestro aura.
De nuestra energía.

Hacia el embudo
Habrá que darles la razón a aquellos que nos miran con desprecio. O que nos escuchan, también con desprecio. O tal vez se trate de un espejismo torpe.
Pero seguro que la indiferencia ronda cercana y, por qué no, justa. Y en eso estamos tratando de convencer al mundo, esperando que nos deje explicarle.
Así, al descuido, las luces seguirán posándose en nosotros, con esa aparente cercanía que lo abarca todo. Pero no nos engañarán, sólo a veces nos sentiremos amigos del mundo.

Wednesday, October 15, 2008

La fábula del zorro y el gitano


El gitano hace guardia en su gallinero, a la espera del zorro. Necesita una piel roja para estrenar en el casamiento de una prima, en Balvanera. Un duelo antiguo que huele a sangre en baldes de 50 litros.
Huele a carbón recién encendido, o a bulerías que perforan el corazón con cautela.
O no huele a nada, que es lo mismo que oler el hielo.
Pero las leyendas cuentan que los zorros son astutos, aunque olviden mencionar que en el semblante tienen el signo bravo de la locura altanera. Por eso el olor.
Un duelo parejo que acaba en calabozo del conurbano, con declaraciones y testigos que no vieron nada, ni conocen a nadie, ni estaban invitados a ningún casamiento, ni tienen parientes en Balvanera.
Al final, cuando se cuentan las monedas, los locos siempre pierden. Es el síndrome de la locura: pagan poco en las apuestas. Nadie arriesga su paño por un loco o un borracho. Y nuestro zorro era las dos cosas.
El gitano estaba llegando tarde a la boda cuando sale de la departamental. Aprovecha para ir a fondo, sin importar si verde o rojo, si el perro cruza o no cruza.
La novia entra, porque su padre ya pagó lo suficiente, el mantel está en la mesa, los invitados también, y el chico del acordeón toca para que todos bailen y se acuerden de la procesión inconclusa, y de los mil años de lágrimas en el país de los huérfanos.
Y el gitano que hacía guardia en el gallinero ya luce su piel roja para que sus primos lo envidien. Nadie pregunta por la sangre.
Los zorros vuelven mansos al hospicio, los locos regresan a las sombras.

Monday, October 06, 2008

Mi curry verde ฝ ฝทร แพพั อำพกำ

Mi curry verde
Lomo de ensueño
Tacto del paraíso
Picante como nadie

Eres bella
Te siento entera
Porque tu cuerpo
Es un sueño eterno

Arroz de primavera
Carita linda del siam
Eres simpática
Como una singha Beer

Sonrisa eterna
Que nunca olvidaré
Picante eterno
Es un gusto en mi boca

Mi dulce Paa
Eres mucho para mi
Cuando sonríes
el polo se derrite

Gracias por conocerte
Que gusto amarte
Que placer cuando duermes
Apoyada en mi cuerpo

Mi curry verde
Eres bella
Eres simpática
Picante eterno
El polo se derrite

Mi dulce Paa
Kam pru krab.

Thursday, October 02, 2008

En su ambiente

donde todos se sientan en ronda como observando un cadáver,
las flores son ausentes
y el aire no respira.
Me miro los brazos tatuados por las uñas de Gandalf.
Siguen siendo mis brazos.
Los ojos de siamés.
Pero algo es ausente, no sólo las flores.
El conjuro de Dora
o la rosa o el cuchillo o los huesos,
nuestra empatía nocturna,
el sol de la mañana que nos viola los párpados.
El brillo celeste como el de Gandalf.
La sensación de pertenencia por apenas tocarse.

Otras cosas sí están
la mano en la boca, las cejas cerradas, los dientes abiertos,
la postura en cuclillas, la tensión de la mirada, los dedos descarnados.
Todo eso está.

Lo que falta es un soplo,
eso que nos separa
de los espantapájaros.