Wednesday, January 30, 2008

Desayuno

No tomaba café, ni mate
ni te con leche,
ni yogurt con cereales.
No le entraba al Vascolet
ni desayunaba frutas frescas.
Prescindía de los huevos revueltos
la panceta
y los panes artesanales.
El viejo Frontini, antes de hundirse
en la carne de los chanchos
que había matado la tarde anterior
se sentaba en la galería del rancho,
mientras el sol buscaba su cielo,
y comenzaba a besar, con delicadeza,
la cerámica de Bols
hasta que el cuerpo se enderezaba
y la entrañas tenían
la tibieza justa
de la ginebra en la sangre.

Bulería

Con la lú del cigarro, yo vi el molino, se me apagó el cigarro, perdí el camino.

Olé Camarón!

Haiku (a Garcia)

Paloma despanzurrada
en campo de Marte clandestino
Complicidad felina

Pragmatismo misógino


Llegaba al campo de la abuela y como siempre, y como en cualquier campo de la provincia, estaba lleno de perros. Esa tarde presenciaba algo que no era demasiado habitual: en el momento de llegar el ford falcon los perros se estaban agarrando entre ellos y el peón salía del galpón a los gritos y a los lonjazos.

No hubo comentarios sobre el tema y todo transcurrió. A la mañana siguiente lo mismo: mordiscones, ladridos, aullidos y patas corriendo. Una vez dispersos los perros, se escuchó al peón decir: -Hay una perra en celo y por eso pelean. Pero hoy a la tarde los curo.-

Al caer el sol se escucharon dos tiros sordos, rapaces. Aparece el peón con la escopeta al hombro, caño humeante mientras que colgando de la otra mano, el cadáver de la perra.

No hubo más peleas.

Tuesday, January 29, 2008

La otra noche mezclé

Vino tinto, cerveza y gin Hiram
Walker (nada que ver con Johnnie)
fue un error fatal
que hace tiempo no cometía.
Amanecí rajándome unos pedos feos
densos, contundentes como un container
que se instalaron en el cuarto.
Pedos rastreros, de esos que queman el culo en silencio
cuando salen.
Y cuando salen,
huelen al
vacío al horno con papas
que yo compraba hace veinticuatro años
los domingos a la noche
en la rotisería de Salguero y Güemes.
Cuando salen,
estos gases despliegan toda su maldad;
su corrosiva impertinencia
física, química, geométrica. Se instalan
en el desprevenido espacio
y en el desparramo
de esa narcotizante nube
en ese insoportable
sopor, no sé por qué,
vino a mi memoria
un trío fantástico que conocí
En los años ochenta:
El puto, la fea y el Citroen:
Iban alegremente, tomando merca,
de aquí para allá
de Happenning a Rainbow
gastando lo que no tenían
diciéndose chanchadas
recordando letras
y canciones de Virus
acompañando su triste soledad trifásica
con sacos arremangados
brushing
botas blancas
y perfume dulce, penetrante.
Eran maliciosos pero inofensivos,
no conseguían saciar nada.
Y siempre estaban de fiesta entre la gente
que los miraba como a tres hamsters,
Tolerables, porque hacían falta.
Porque la crueldad de la noche los necesitaba.

Friday, January 25, 2008

En el rincón azul

No se trata de esperar a nadie en la puerta con un ramo de flores
ni de ejecutar una sonrisa que reemplace a las palabras
porque no se trata de rellenos
ni de dobles lecturas.

No se trata de estar disponibles a cualquier hora
ante cualquier problema
ni de ser una aspiradora de necesidades.

Ni de escoltar gente hasta la parada del bondi.

No se trata de jugarla de preocupado
Ni de memorizar el número de las chapas de los taxis
ni de pedir que te manden un mensaje cuando lleguen.

No se trata de perder el sueño ni la vigilia,
no pasa por esperar el momento adecuado para hablar
ni de pensar estrategias sobre el tablero.

No se trata de quedarse mirando los mapas,
ni de hacerle gentilezas a nuestra propia sombra
ni de jugar al atento.



Cuando suena la campana
se trata de salir a dar y a recibir.
Se trata de la ley del palo por palo
y de no esperar nunca a nadie.

Era el Bitter

Era como tomarme a mi abuelo.
una costumbre olvidada, desconocida, perezosa entre una rodaja de limón y el vidrio.

Era como tomarse un rubí licuado
o un trago de kriptonita, si hubiera sido roja.

Un recuerdo de los cincuenta que nunca tuve
olía a mostrador de estaño
a bar de Rioja y Belgrano
a rejilla sucia y húmeda, curtida de mesas
a bandeja de acero, lustrosa, pesada
a trípode de aceitunas, palitos y manises.

Era el sobreviviente de una especie extinta
la de los aperitivos, digestivos, bajativos
que vinieron de Europa en barcos que exudaban inmigración.

Era de aquellos años en los cuales
el saque de costado era el ougol y el arquero era el kiper.
El chofer, el motorman.
Y los burros pagaban sport y no dividendos.

Era como tomarme a mi abuelo, y a todo un Buenos Aires
que quedó y no quedó
que se encuentra y se pierde ya cercano al riachuelo
en Barracas, Pompeya o Patricios.

Era de cuando la tónica era Indian,
y el Campari, era el Bitter.

Wednesday, January 23, 2008

No va a andar

No va a andar en un tiempo pobre en el cual
te vendían sin acceso.

El tiempo de las entradas prohibidas, de las orejeras y el antifaz. De no cansarse de pasar en el poker.

No va a andar cuando ni soñabas con un chivo
y decían que en algún lugar en algún castillo de piedra te daban un néctar que te hacía olvidar sus piernas.

con el cuento
si es que lo veías.

Te vendieron botella e instrucción para mezclar.

y la afirmación que conjuraba el fracaso
para ser magnate con tanta letra y tanto smoking
terminó desnudo en la bañadera.

El policía que entró primero declaró
el olor a colonia en el ambiente.
Y a ginebra de la victoria.

Doble victoria.
Qué no va a andar.

Monday, January 21, 2008

El vino que vende Asunción

El vino que vende Asunción, ni es blanco, ni es tinto, ni tiene color. (bis)
¡Asunción!, ¡Asunción!, saca media de vino a cañón. (bis)
Cuando yo me muera tengo ya dispuesto en el testamento que me han de enterrar,
en una bodega, al pie de una cuba, con un grano de uva en el paladar. (bis)
A mi me gusta el pin, piribi, pin, pin, de la bota empinar, parara, pan, pan,
con el pin, piriri, pin, pin, con el pan, parara, pan, pan,
al que no le gusta el vino, es por no pagar, o no tiene un real.

Sunday, January 20, 2008

Haiku Etílico

El viejo rancho amanece
cubierto de rocío.
Adentro, alguien desayuna con Ginebra.

Wednesday, January 16, 2008

Diamante

Había globos, serpentinas y matracas,
había cuerpos anhelantes
sembrados en un parque de San Miguel
una noche de noviembre,
había música castigando con desprecio juvenil las estrellas,
y había Vino Fino Diamante en cartón
vaciado en tanques de 50 litros
adornado con edulcoradas frutas
como último recurso espurio para ocultar lo inocultable.
El Diamante bajaba por las gargantas,
barnizaba la boca con sus puntas preciosas
camufladas en clericot fresco,
pero se estacionaba en la nuca
como un Cadillac sin frenos.
Pasada la medianoche, el país de la luna ácida,
el territorio de los relojes consumidos
y los estómagos balbuceantes
que pagan la sed con salmuera.
Pasada la medianoche, el Diamante se vuelve arena,
los globos se tornan burbujas venenosas,
las serpentinas, peligrosas culebras,
y las matracas te tiran a matar.
Por entonces, el ocaso frutal me encontraba
debutando con una chica
de la que no me despegaría por unos cuantos años
debajo de un maldito sauce que no paraba de llorar.

Yer Blues by Dirty Mac

Caminaría una formación tipo: Lennon, Clapton, Richards y Mitchell?

Tuesday, January 15, 2008

Roberto Marrones


La última vez que te ví
Un punk te sujetaba del cuello
y te ponía en peligro entre el pogo.
Parecías a punto de caerte, ahí en Cemento,
valga la redundancia, en el cemento
del boliche cuyo anfitrión fue a la cárcel y devino loco
en el cemento de Marcos Paz,
y hoy está oculto quién sabe dónde.
Como vos, Roberto. ¿dónde estás?
¿existís?
La última vez pedí un trago tuyo y me lo dieron.
Estabas más amargo que nunca.
Y tenías gusto a cemento, dicho sea de paso.
Pero también gusto a…
como si alguien se hubiese empeñado
en moler cabezas de fósforos
y agregar el polvillo resultante a tu contenido
a través de ese pico imposible.
¿De qué la ibas con esos aires de británico en tan apócrifo apelativo?
Si te hiciste acá nomás, en Ramos Mejía.
Y mirá vos; pese a todo
Se te extraña, Roberto.
Un vez, Palo, de los Visitantes, te estaba tomando en escena,
y en poético gesto
te levantó, con su derecha, como haciendo un saludo;
un saludo a todos, a todos los que tomamos cualquier cosa
con tal de perder el sentido.
Pero vos no eras cualquier cosa.
Eras cualquier cosa argentina,
con olor, color y gusto a meo,
y a cemento, y a fósforo molido.
Sos un grande, Roberto.
Sos uno de los Robertos grandes.
Y encima, de los marrones.
¿Por dónde andás?
¿Existís?

Monday, January 14, 2008

Cinco Años




Un viejo contrabandista
en cinco islas
huele a emoción
historias de piratas
pata de palo, sangre
compás, loro
calavera, grog
sable, cañón
ojo de vidrio, pólvora
golfas, puerto
violines, parche
y gatos tuertos.

Un viejo contrabandista durmiendo
un sueño de cinco años
en Tortuga o Maracaibo
Colón o Puerto Plata
tomando de la botella
perdido en su borrachería
como se pierden sus palabras en murmullos amputados
tomando de la botella
excitando la faringe
despertando vapor en las fosas nasales
perdido
hundiéndose en la hamaca que ata
la mesana con el mayor
la cangreja con la triangular en el dormir del alcohol.

Un viejo contrabandista.

El whisky de cinco años.

Pero nada es cierto.
Nada es cierto, excepto el dolor en la cabeza.

Fandango Anónimo

Cuando la vi, de llorar
Creí volverme loco
Cuando la vi, de llorar
Pero luego me enteré
Que ella lloraba por otro
y entonces fui yo el que lloré.

Sunday, January 13, 2008

Whisky de Barueri

Whisky de Barueri
de aquellos martes noche
en aquel local sambero
en un estraño porche

Solo entre cervezas
Whisky de Barueri
que valiente fui al pedirlo
mas peleón que un mal sherry

Whisky de Barueri
de aquellos eneros
a veces echo de menos
tus dos días de resaca

En aquel lugar indomito
ambiente auntentico brasileiro
Whisky de Barueri
eres mas matón que Albert Neri

Friday, January 11, 2008

A un vodka en botella de plástico cuyo bello nombre insular hoy escapa a mi memoria


Lo compramos cuando la patria se incendiaba con otros inflamables.
Viejos amigos como Jameson, Johnny, y Black & White ya no nos premiaban con su presencia;
se habían vuelto soberbios, petulantes,
inaccesibles.Desde las góndolas
blasonaban sus precios de otro mundo.
Se habían convertido en nuevos ricos.
Recurrimos a Carlitos, el uruguayo fanático de San Lorenzo,
cuyo maxikiosco enfrente supo ser mi segundo hogar
“llevate este que sale cuatro mangos”, me dijo en recio charrua
estirando el brazo hacia el producto,
dando por sentado que yo lo llevaría.
Y lo llevé nomás.
Pero en el filoso verano de 2001
cuatro mangos ya no eran cuatro dólares
El destilado ruin, engañosamente traslúcido
resultó mafioso en la garganta.
Lo recibimos con ese amor profundo que late
en buenos bebedores.
Alguien insinuó ironías respecto de ese envase tan poco cristiano.
Pero pronto nos sacudió el alma como sólo saben hacerlo
las bebidas baratas:
acritud en la lengua, fiesta negra en el alma,
Pornografía mental; ochenta ideas juntas enfiestándose;
espíritu; coraje; devoción por la nota que suena en ese ensayo.
Un poco de ganas de pelear, de bajar los cuatro pisos
y cagarse a trompadas porque sí.
Pero más ganas aun de seguir tomando y sonando
(porque nosotros, meta guitarrita, al pedo como cenicero de moto)

Brumosamente recuerdo una etiqueta pegada
a la plástica botella; había palmeras
o algo así. Algo caribeño, en colores fuera de foco.
Deglutimos rápido el amargo nectar,
creo que le metimos limón
o algún jugo de sobre.
Lo que fuera para anularle el gusto.
Lo que fuera, antes de caer otra vez
en colonia mezclada con agua
O acaso algo peor.
Mi bulo era una sala de ensayo con batería
Mis amigos acababan moribundos en el único ambiente
Ahí terminó mi tardía adolescencia.
Vaya si tardía,
tomando vodka de cuatro pesos.
Abajo, Suipacha ardía de putas y bocinas
Indiferente a toda crisis los taxis se devoraban entre sí,
a las puertas de los cinco cabarutes.
Cinco en una cuadra
Así era mi barrio.

Caña Legui


Se nos ocurrió con Sancho un proyecto:

Se trata de hacer una serie de poesías, entre todos los pescadores, basadas en bebidas alcohólicas que hayamos ingerido sin importar la calidad pero intentando ir de menor a mayor (o lo que es igual, partiendo del kerosene y llegando a lo que uno toma a los 60 si tiene muchos dólares en la cuenta).

La idea sería etiquetar (al pie de la pantalla de edición) los poemas como "Por alcohol al arte" o si surge algún título que nos guste más, ir por ese lado (la propuesta está abierta). Otra pauta sería no repetir la misma bebida.

Arranco con uno para la Caña Legui:

Caña Legui
preguntaba por qué le habían puesto caballos
y a la mañana
era como si uno te hubiera pateado la cara.

Wednesday, January 09, 2008

La Molinera



Demasiado tiempo, nos hemos quedado solos sin saber nada
y hemos olvidado el olor a jazmín de tus jardines
y poco a poco, hemos olvidado tu idioma....

Aquel de nuestra madre

Para cantarte nuestro dolor, para rezarte y protegerte ..de aquello, que se queda el centro de mí

Te cantamos flamenco, música en cada una siempre tiene sus raíces..
nunca el ángel bajo tanto para llegar a ti...

Nunca el color del mar de su cosa la blanca cal de tu casa y el color de la tierra el azul de tu cielo siempre ha sido tan oscuro.

Nos fuimos caminando lejos de tu calor, teniendo mucho frío...
tan lejos de ti...

Te escribo esta canción...
para que sepas de mí

La molinera... tiene una llave con la que cierra con la que abre...
ya son de la medianoche chiquita mía me voy con él...

Florecillas del campo..y olé y olé
a su cabeza y olé y olé

Tuesday, January 08, 2008

Ni Buenas Noches

Los hechos que se narran a continuación están basados en una historia real. Sólo han sido omitidos los nombres propios, para proteger la identidad de los protagonistas. El lector atento podrá advertir que ciertos sucesos acontecidos, que en una primera lectura parecieran no tener mayor importancia, son en realidad, moralmente imprescriptibles.


Lo único que esperaba el Negro de esa Noche Buena era fumar y comerse un buen pollo a la parrilla. La Chica del Vivero iba a ser de la partida, pero él lo tomo con la naturalidad de un hecho consumado, del que no cabía esperar demasiado. Tenían que pasar la noche en una casa a orillas del lago de los sueños, al pie del Cerro Negro, porque estaban a más de siete horas de viaje de sus casas. Un mes atrás no se conocían, no podían imaginarse esperando juntos al hombre de la barba. Ahora les tocaba surfear la navidad en compañía, aunque seguían sin conocerse, más que por haber trabajado juntos los últimos diez días en el invernadero. Una moneda que alguien tiró al aire tiempo atrás y aterrizaba de compromiso en las sierras uruguayas.

No es fácil trabajar adentro de un tinglado en diciembre. El calor y la humedad se espesan hasta un punto donde es posible derretir cualquier ímpetu. Cerca del mediodía es preciso medir cada pala que se entierra, para sacarle algún provecho. Nada se compara con la frustración que se siente cuando el acero choca con las rocas ocultas en las entrañas de algún surco. Adentro de ese infierno luchaban los dos, cubiertos de sol, polvo, moscas y transpiración.

La Chica del Vivero reía a veces, y esa risa pagaba alguna mirada. Apenas rubia, con un encanto infantil que se podía volver pesadilla en cualquier momento, el Negro la vio venir el primer día e intuyó que era mejor quedarse en el banco de suplentes. Era preferible mirar el partido antes que jugarlo. La noche, que tuvo poco de buena, no hizo más que darle la razón.

Desde el primer momento, él se hizo cargo de los festejos. Compró los víveres necesarios para el asado y hasta buscó en esa geografía hostil un regalo: un pequeño cactus que rescató entre las piedras. Lo puso en una colorida maceta y lo guardó para cuando llegara el momento. Cuando el sol fue languideciendo, transformándose en recuerdo entre el bosque y las sierras, dejó la pala y prendió fuego en la parrilla mientras pitaba un “semilloso”. Destapó una botella de Pilsen fría, el premio mayor después de una jornada en el tinglado, y se recostó en la noche, mirando como su gato olfateaba las huellas de un ratón del monte.

Las próximas dos horas las pasó en soledad. La Chica había decidido irse a dormir un rato, antes de que este lista la comida. Una comida que cualquier noche hubiera pasado desapercibida, cualquier noche que no fuera la víspera de la Navidad para dos personas que estaban a siete horas de sus casas.

Esperó paciente que las llamas hicieran brasa. Espero que el pollo estuviera dorado como la piel de un puma. Esperó, hasta que supo que si no hacía algo, se quedaría celebrando solo con su gato.

Fue a despertarla a su propio cuarto, ya que compartían una de las dos habitaciones que había en la casa. La despertó con la comida lista y las 12 campanadas a la vuelta de la noche. En lugar de la Chica del Vivero apareció un espectro, que comió su ración y tomó su regalo sin pronunciar palabra.

El Negro se quedó pensando si el error había sido elegir pollo para el menú o un cactus para el regalo. O ambas cosas. En cualquier caso, su gato y las estrellas fueron la mejor compañía navideña. Dickens podría haberlo imaginado de mil formas distintas, pero nunca de esta.

Antes de volverse a dormir nuevamente sin decir ni buenas noches, con los primeros destellos del viento del 25 de diciembre, la Chica del Vivero le dejó al Negro un consuelo a todo su esfuerzo: Por lo menos, lavó los platos.