Thursday, July 31, 2008

Y de repente, como arrastrada

Y de repente, como arrastrada, la luz que enciende los candiles
alumbra.

No alumbra nuestros pasos ciegos
no ilumina las baldosas de las veredas en Saavedra
no perece sobre los almendros ni los ciruelos que soñamos en las mañanas de asfalto
no derrocha luminosidad sobre un campo que pudo ser de César o de Pompeyo.

La luz no se siembra sobre los parques prolijos del municipio de Caseros
no florece en las ochavas de las esquinas que hoy son Hollywood y ayer eran Palermo
no castiga dentro del cementerio de diarios prolijamente acomodados por el Gran Acomodador en su dos ambientes
no destruye la noche en los bulevares o pérgolas que hoy transitan los travestis.

Apenas enciende los contornos que quedan libres
en los resquicios de la mala memoria,
los secretos lugares de la mente donde las dudas se desvanecen
y pareciera que hay certezas.

No germina, la luz, porque siempre se apaga.

Monday, July 28, 2008

El monje

Del otro lado de la calle, siempre estaba el tipo de las zapatillas Topper tomando cerveza. A veces cantaba una canción que sabía de memoria y podía interpretar en el tono que se le antojara. Si uno canta la misma canción toda la vida, puede hacer cualquier cosa con ella. Podes llegar a ser un gran artista cantando siempre la misma canción, lograr que se le corra el maquillaje a una vieja de Recoleta, y que comprenda todos los misterios de la vida en tres o cuatro minutos. Y el tipo de las zapatillas Topper sabía bien una canción.

A veces se juntaba gente para escucharlo cantar, le dejaban unas monedas, o le compraban una cerveza, y él contaba alguna historia que había sucedido en esa calle o en una similar. Las buenas historias suceden en las calles, donde la gente cree que está de paso, que tiene inmunidad. Hasta que el camino se hace selva, la selva se hace jungla, y en la jungla florecen los leones. Los caminos en la ciudad, son calles, como aquella donde el tipo de las zapatillas Topper cantaba su canción. Y en la canción estaba el secreto, que empujaba con la cerveza.

Cuando lo conocí, una tarde de octubre, ya era parte de la vereda, ya tenía su escalón reservado en la vieja casa abandonada de estilo francés de Palermo, a diez metros del kiosko donde compraba la cerveza, y cuando llovía, le daban permiso para dormir en el sótano.

Lo que hacía atractivo al tipo era que siempre sonreía. Cualquiera de nosotros tirado en una vereda, empezaría por deprimirse, por maldecir a los que no dejan su moneda, por insultar al todopoderoso. El tipo de las zapatillas Topper, sin embargo, sonreía, y volvía a cantar su canción. Pudo haber sido muchas cosas en esta vida, pero eligió sonreír y verla pasar por sus narices. Ser un espectador que no tiene que pagar boleto para entrar al teatro. Eligió no preocuparse por una mujer, un departamento, una camisa bien planchada, un coctail de inauguración, o una salida de fin de semana a casa de los parientes. Eligió ocupar el lugar de los que miran, cantan y sonríen. Si hubiera nacido en Bangalore o Kushinagar, el tipo de las zapatillas Topper tendría un altar y sería dueño del monasterio adónde todos iríamos a rezar.

Al Chancho




Como al hermano
que no tengo, le doy
la devoción antropofágica
del amante
que no se resigna
y cada vez con más deudas
en el hallazgo
del lacón con grelos
las fabas, el azafrán
lonchas de serrano en la casa de mi padrino
morros, orejas, patitas
panceta salada o ahumada
cabeza guateada en pozo
o el caldo en el puchero
(el matambre y el puerro)
los pelos de las cerdas
y trufas, a veces.
En la matanza
que no es matanza sin cerdo
en el día más frío
para poder llegar al despertar sin pasar hambre.

Todo lo dió, todo lo sacrificó
desde los días previos
yo afilando el cuchillo, desayunando orujo y café con leche, con las manos tiesas, su sangre en baldes
y el pan y la cebolla en las morcillas
la humedad del día y a embutir.
Su carne, la noche boca arriba
y el frío y la humedad otra vez
trozando al amanecer, picando
salando los cuartos y las paletillas
ajo en los chorizos, adobo en el lomo
acariciarlo
como a una hembra caliente
como a esas piernas y seguir la curvatura con los dedos.

Los calderos de cobre
en el momento vespertino del segundo día,
fundir su grasa para la manteca
la manteca para el jabón
el jabón para el baño
después de tanta matanza
tanto frío.
Y al tercer día
el embutido
en su misma tripa la carne de los chorizos
finalizar el ahumado
porque a la noche es la fiesta.
A la noche
del tercer día

cena de resurrección.

Friday, July 25, 2008

Keep Walking!





Juancito caminador
(Raúl González Tuñón - Eduardo Gómez)

Juancito caminador
murió en un lejano puerto-
El prestidigitador
poca cosa deja al muerto.

Terminada su función
-canción, paloma y baraja-
todo cabe en una caja,
todo, menos la canción.

Ponle luto a la pianola,
al conejito, a la estrella,
al barquito, a la botella,
al botellón, a la bola.

Música de barracón
-canción, baraja y paloma-
flor de campo sin aroma
Todo, menos la canción.

Ponle luto a la veleta,
al gallo, al reloj de cuco,
al fonógrafo, al trabuco,
al vaso y a la carpeta.

Su prestidigitación
-canción, paloma y baraja-
el tiempo humilla y ultraja,
Todo, menos la canción.

Mucha muerte a poca vida,
que lo entierre de una vez
la reina del ajedrez
y un poeta lo despida.

Truco mágico, ilusión,
-canción, baraja y paloma-
que todo en broma se toma,
todo, menos la canción.

Wednesday, July 23, 2008

Tuesday, July 22, 2008

Sos una punguista en este tobogán de plaza,

esos dedos veloces que se clavan en mi espalda y la recorren.

Nadie lo esperaba de una chica como vos
pero son guapos y rápidos esos dedos
las yemas translúcidas
las uñas
la sangre
tan roja y tan bebible.

Fui yo quien soñó todo este tiempo
alimentarme y hacer bolitas de papel
o dibujar en el anotador espiralado
para que me mires desde las cejas
con esa cara de intriga que te genera el desconsuelo.

Pensé que lo habías dado vuelta
o que la ausencia te había afirmado los principios
de muñeca oscura y palpitante
(o una decisión tal vez).
Pero reclamaste otra cosa, no sé,
tu espacio en la cama, el gato bebé, la bicicleta, un llavero propio, el jarro del café con leche en el lavaplatos, tus cajones en mi placard, un álbum de fotos de los dos, el olor del perfume en la almohada, un par de invisibles en el baño.

Yo te lo había ofrecido
¿te acordás?
Te lo hubiera dado a cambio de una servilleta
pero nunca pudiste hacer promesas
o dibujos a tinta
o anotaciones.
(hay que reconocerlo)
manejás muy bien las copas llenas
jamás vi que se te derramara la cerveza,
o que te engañaran con el vino
mantenés la vertical pese a la suerte y sos la mejor revoleando las pestañas, incluso me he sentido especialmente querido pero casi siempre,
(te lo dije ese día)
la vida es cuestión de timming.
Los buenos central backs
son caros
y raros.
No viniste con tus cheques en blanco
ni con tarjeta gold
ni euros de quinientos
ni con aval bancario
tan solo te entendí que querías llevártelo
y tampoco llevártelo,
rogando que no lo saquen de vidriera
para que lo pudieras ver cada mañana.
Ahora
que se cierra la subasta
hay tanto metido adentro
que ya no queda lugar para repetir lo que se dijo.
Y hace rato que no queda nada
por decir.

Sunday, July 20, 2008

El Turno


Cuando llegue a las costas donde duermen los viajeros insaciables, volveré a partir. Con la sospecha de poder alcanzar el balcón de la morocha que coronó los inviernos en las estepas.

Cuando llegue hasta esas costas para muchos invisibles, tendré que poner candado en mi equipaje y tirarlo por la borda, verlo flotar hasta la orilla donde los bandidos se arremolinan en torno al naufragio, y desnudo, partir caminando hacia el ocaso.

Cuando llegue al ocaso, espero encontrar las velas encendidas de los musicantes, tocando viejas canciones de los Balcanes, para que todos podamos embriagarnos sin complejos, como gitanos en un bautismo desorbitado.

Cuando haya alcanzado las cavernas de los desposeídos, haya bailado en sus entrañas húmedas, y soplado la trompeta en la esquina de la misericordia, tomare otra copa para ver si aún estoy lúcido. Si lo estoy, volveré a tomar, hasta que los sentidos no me pertenezcan.

Cuando haya adormecido la cadencia de los latidos, y un último hilo de conciencia permanezca en la carne del cuerpo que derrapa, apoyado en una piedra amable, en medio de gritos y gemidos, en el patio trasero de Gomorra, comenzaré a trepar lentamente la cordillera hasta el balcón donde la morocha se inclina ante los caminantes, y esperaré paciente, que llegue mi turno.

Wednesday, July 16, 2008

Tuesday, July 15, 2008

"How bout them cowgirls"

George tus baladas me relajan,
tanto como la dulce voz de Reba
O la preciosa boca susurrándome
de aquella eterna muñeca, Taylor;
rubia angelical.

Dame otro bourbon Toby.
Bebamos juntos.
Para recordad la desgracia
que es amar a mujeres bonitas

Escuchemos a Garth
y dejar de quemar puentes,
entonces parar en la ciudad
donde Sara Evans me espera.

Conduzcamos aquella destalada pick-up,
Nacho a la izquierda, Sara a la derecha
Que ya comienza el concierto
en aquel granero donde canta Keith,
, mientras te beso...,
“Shouldn´t be a cowboy”


LLoremos recordando a nuestro Queridos
Con una balada de Miranda.
Mientras un viejo Kenny
nos reta a un poker
en aquel bar de madera,
donde corre la cerveza.

Volvamos a Nashville
a disfrutar de la acogida
de la ciudad del acorde
triste y esperanzado.


Gracias Country music
Por llenar de felicidad
Mis momentos de melancolía.

Monday, July 14, 2008

Haiku para la ballena azul

Viejo Cadillac
estás abandonado
borracho y feliz

Thursday, July 10, 2008

Un comentario acerca de "Redondo y de ricota"

Mucho, mucho; mucho ahí, Fiera.
No explicaste lo inexplicable, hiciste algo mejor: lo sugeriste.
Yo también soy de los que están enredados hasta el tuétano con la lírica, la música, y la mística ricotera.
Te cuento que hace muchos años llegué a Tandil en un micro que seguro que no pasaba las inspecciones municipales.
Salimos de Parque Rivadavia.
Por ahí andaba yo, entre pibes desangelados, también yo; un patético viajante. Tenía puestos mis alcoholes, mi vagullo, y los restos de un corazón arrasado por los hechizos de una hermosa chica de Caballito.
El viaje fue largo y clandestino. El paisaje claroscuro, y la lluvia, un fiel perseguidor.
Finalmente el micro dejó la ruta y vi las casas viejas de Tandil, los acampes por donde fuese, los trapos. Sentí ese remolino que se te cuela por el ombligo durante la previa ricotera.
Me acuerdo que me levanté del asiento y fui para adelante. Aferré la siniestra en el respaldo del conductor, y me incliné para ver la trompa del micro despejar una nubecita de vapor que se alejaba del pavimiento.
Se me saltaron las lágrimas en un segundo, Fiera.
Ya no era distinguir si tristeza o si emoción; era acá y ahora. Era eso Fiera.

Sunday, July 06, 2008

Redondo y de ricota

Hay que verlos
en bondis gitanos y Fiats Super Europa
cayéndose por las rutas heridos
con los capots abiertos
y las cabezas hundidas en los intestinos de fierro.
Hay que ver a los que se salvan y llegan al disco
a tomar y cantar y fumar y celebrar
lo poco que falta, lo mucho que queda.
Hay que ver cómo se las arreglan los sesenta mil
para juntar monedas y pagarse el asiento en la caravana
y así no encontrar excusas para dejar de gritar
el que abandona no tiene premio.
Arman las tiendas, los fuegos
le sacan punta al mástil, lo van midiendo,
cada trapo en su guantera,
cada mono en su costal.
Una vigilia donde los que no tienen nada, encuentran.
Antes que el caballo pique en punta
hay que entrar al hipódromo a jugar los boletos
mientras la noche nos espuma,
entre lamparitas que no alumbran
y miles de cabezas empinadas
en un embudo de tierra y barro,
entre asombradas casas del suburbio de Tandil.
Hace frío en el infierno, antes de que salude Lucifer.
Pero cuando llega el Mandarina
se tira rock con olor a maldiciones
entonces el infierno está encantador
y los que saben soplar, saltan como melones
antes de que el carro los acomode de un sopapo.
Antes de que una niebla sucia nos delate
y nos envuelva para siempre
en el humo de los perdedores.

Friday, July 04, 2008

Llevame a casa




Ahi estaba el hombre, desparramado al lado del arbol, con la cabeza levantada, con la mirada humeda y amarillenta.
A pocos pasos de el, el caballo, con su recado, las riendas colgando, mirando de costrado, de la unica forma en que pueden mirar los equinos, pero mas que posibilidades anatomicas, esta mirada paracia tener connotaciones expresivas.
Nos detuvimos, mi hermano y yo, que veniamos conversando como hacia tiempo no lo haciamos, por ese camino que bordea el arroyo, como si una pared invisible se hubiera interpuesto en nuestro paso.
Nos acercamos, nos inclinamos un poco, el hombre no parecia percatarse de nuestra presencia, quizas por eso nos sorprendimos un poco cuando articulo un sonido que parecia asemejarse al lenguaje humano.
Finalmente logramos, con mucho esfuerzo, entender algo de lo que el hombre nos decia, el muy desgraciado nos tomaba por milicos.
Debtaiendonos brevemente entre ayudarlo o dejarlo librado a su suerte por la afrenta de tan descortez confusion, terminamos por continuar con nuestra aventura hunmanitaria, y tomamos al despojo y lo levantamos.
El aliento y el olor al sudor de la criatura nos indicaba que el causante de su embriaguez era algun brebaje de indecible destilacion, pero ya estabamos en el baile, y bailamos. Lo presentamos al flanco izquierdo del matungo, y esquivando las dentelladas del noble jamelgo logramos estibar al paisano sobre el recado..
A la orden de “llevame a casa”, el flete la emprendion contra el camino al trotecito lento, haciendo bailar a su lastimera carga.

Thursday, July 03, 2008

Esperar todo el día

desde las once de la mañana
hasta las ocho, cuando cayó la luz,
la hora del primer trago.
Este trabajo consiste en eso.
Lo demás: un desierto,
árido, seco. Sol radiante.
Pasar el día en una resistencia,
una excusa para llegar a la noche
y llenarse el estómago de realidad.
Volver a respirar, arar el aire,
con la nariz, con la respiración, con esperanza,
por eso es esperar,
hasta la hora de volver
al verdadero curso.
El primer trago es anestesia
el segundo, olvido, viaje, cuerda
el tercero la revolución
el cuarto es anestesia.

Wednesday, July 02, 2008

Ir de la mano de un satélite y sacarlo a pasear

es ver a las estrellas desde arriba.

Para un jockey como yo
con problemas al dar el peso,
que nunca tuvo muñeca,
acostumbrado a encerrarse por los palos,
conduciendo una yegua de siete años y figurando no placé
ir de la mano de un satélite y sacarlo a pasear
es como sentir que te llegaron los quince minutos
que a todos nos garantizaron en la vida.

Es como tirarse sobre el pasto bajo la lluvia
y que no te importe.

Es como que Bogart te invite un trago de su Jim Bean personal.
Como saltar por la fumarola o que te den los pies alados de Apolo por un rato.

Se siente como si Waits te pidiera prestada una letra
como si Gardel o Perón te sonrieran
a vos, sólo
no a la multitud
no esa mirada que se pierde a los mil metros.

Ir de la mano de un satélite y sacarlo a pasear
es como andar a caballo por la Pampa
y caer sediento en El Invencible, rodeado de amigos,
con la oscuridad del bar y la luz de la cerveza,
o como tener una amante francesa
o un amigo cocinero.

Siempre se siente el peligro
porque se sabe no natural que un tipito ande de la mano de un satélite
(el sentido común siempre está)

pero es dificil resistirse a que la popular te aliente
te reconozca, te envidie y se ría un poco de vos
sabiendo que en ese instante
todos se pondrían tus zapatos.

Siempre se siente el peligro pero
(ir de la mano de un satélite) te hace estar tan bien
que aunque el reloj te cante los últimos segundos de piedra libre para desapercibirse,
volver al ostracismo
a la cocina del recalentamiento
a las cuatrifectas de perdedores
a los boliches con manteles de cuadritos y plato humeante
a entrar sin invitación a la fiesta de nadie,

pese a que el reloj te lo cante
igual ponés la carita
y con la mayor sonrisa
vas directo a la lona.