Friday, December 17, 2010

El rey del pescado

nada calle abajo por Corrientes
No sabe bailar rumba y en sus tablas se adorna con papeles de colores y pinceles.

Pensando en una reunión de peruanos en pleno Abasto
se contornea por la avenida
y deja que los niños se acerquen
a pedir caramelos y figuritas.
Hace que no les da pero se guarda todo un acuario en la manga.

El rey del pescado baila bien el rock.
Duerme sobre hielo, guarda un trompo en el bolso
y un sombrero de indio que le trae la infancia de regreso.
Se refugia detrás de sus trucos
esperando que el hueco pase desapercibido.
Ya no siente más las cicatrices
se cansó de estar triste
no le duelen ni las olas.

El rey del pescado tiene un fallido en Osaka.
Terminó con un seppuku y las tripas de ella sobre el lino.
El ritual de suicidio que le amargó las entrañas.
Ella era la flor de los sargazos
y el rey del pescado
enmudeció por siglos.

Se volvió hacia el alcoholismo como forma de pago
y terminó su duelo en el preciso día
en que lloró aceite de hígado
en la Boca del Riachuelo.

Ahora nada calle abajo por Corrientes
saludando a la prole de mojarras con aspiraciones
estaqueado en una feta de salame
picando grueso y fino el instrumento,
durmiendo en los andenes
soñando con pestañas y flores
abriendo las agallas y fumando concentrado
mientras el resto duerme
el sueño de la rosa.

Tuesday, December 14, 2010

El tipo de la voz de piano

no deja de sonar en la radio, en todas las estaciones
en todas las esquinas.
En mi cabeza.

Todo está ordenado, etiquetado, catalogado.
Se puede establecer un cuadro sinóptico, asintótico y psicótico
con todas las categorías establecidas, años de construcción, de instrucción,
años de levantar una pared,
ladrillo tras ladrillo,
para separar esa enfermiza apreciación por la realidad y la obsesión.
Meses de preparar los óleos para el fresco de la pared.
Un paisaje de campo en Occitan. Un caserón. Una ensalada como el campo.
La pared que me separa de la realidad es verde musgo en primavera y blanca en invierno.
Es exilio voluntario, es un itinerante en busqueda de esa ensalada como el campo.

A la vuelta de una esquina escucho con atención un recuerdo,
el tipo de la voz de piano, yo ya lo conocía,
lo oía reclamar atención en el bar del aceite rancio
con una corte de papanatas a su alrededor, a coro,
elogiando su voz de teclas blancas, negras y finas como dedos,
de izquierdas profundas como una fosa oceánica
y derechas agudas como las agujas de los pajares.

La pared, el exilio también encerraban afuera al tipo de la voz de piano.
Eso era parte del pasado.
Me perturbaba con sus rechazos, con su pasión con lo pueril.
Desorientaba su ambición por no ser amado cuando había tanto por qué quererlo.
Se coló su voz a la vuelta de una esquina
disfrazada de recuerdo, esa voz,
de teclas blancas y negras e izquierdas graves y profundas.

Su charla musical oscureció el musgo y ya no hay blanco en invierno, ni hay pared.
Nada me separa del salto que evité hace años.
Pero tampoco hay desnivel ni salto. No hay pared ni desnivel ni salto.
Sólo una voz de piano que no deja de sonar en la radio, en todas las estaciones
en todas las esquinas.

Que me recuerda a quien fui.

Thursday, December 09, 2010

Wednesday, December 01, 2010