Saturday, May 18, 2013

No la salvé del mar ni la caída,

no pude protegerla de esa ronda
diabólica en que ella se vengaba de los hombres.
Y, aunque me acuerdo de algún
acto de amor, o gesto de coraje
que sí pude,
nunca entendí su furia
tan distinta al lamento ritual
del mundo hembra.
Ya casi nadie salva a nadie
ni está a salvo,
ni nos calma
la náusea del que ha visto
el reparto impiadoso de un dios malo
castigador como sed arenosa
que nunca sacia el cuerpo,
porque no alcanza el agua;
apenas si bracear algún deseo
pasando la rompiente,
buscando el horizonte
que persiste en moverse.

Friday, May 17, 2013

Música que


alguien oye

y escucha

y bien celebra.

La línea visceral,

capaz de convertirte en ella.

Música del amoral acorde y

espada melodía,
 
en lance vertical
 
del ojo al ojo
 
porque todos sabemos:
 
se escucha con la tripa.

Música o masa o sombra o tiburón
 
cebado en paladar ¿cómo seguía?
 
Ah, sí: música intangible
 
que solamente a sí

se pertenece,
 
de ebriedad musculosa.
 
Y al obrero de cuerda, tecla, gola,
 
labio parco partido en mil bemol 
 
o pulsación a cien, tambor,
 
la misma pura suerte, buena y dura,
 
del musicante ronco en ciudades.
 
Única vez
 
de pertenencia real en la cornisa
 
de habitar la rompiente del mar crudo.

Música que hasta pudo

escucharse en los campos de tortura

y no dejó de ser

música sacra.

Música que hasta quiso

rondar, rumiar entre los muertos

y no dejó de ser

música viva.

Canción;

nos puso de rodillas,
 
fue la desatanudos,

llegamos a creerle,

a algo tan inútil

sin ejércitos

y sin reservas financieras.

Cadencia que transforma

un lapso en lo inmedible:

un sinsentido intrínseco,

vasto,
 
ocioso.

Apenas

un fenómeno físico en la Tierra.

Música de parirse a uno mismo sin memoria.

Eso, quizás,

sea lo imprescriptible;

la respuesta que implora la pregunta.

Sunday, May 12, 2013

Los campeones morales decidieron

perseguir con tenacidad

a La máquina del amor.

Pero La máquina

olvidada de sí misma

siguió escandalizando al pueblito

donde cinco  millones de habitantes

solían ver televisión a las veintiuna y treinta,

fascinados con el millonario bocón que muestra las fealdades,

las miserias del alma. Las calificaciones. Los valores.

Los números. Los autos.

Los zapatos brillantes en punta.

La seda con que viste el mono.

Los campeones morales pusieron

toda la carne

todo el metal

todo el jugo de miedo;

todo en juego,

porque querían ganar.

Los campeones morales siempre

necesitan ganar. Y casi siempre ganan.

Pero La máquina

les fue indiferente;

persistió en intercambiar

pacíficos fluidos.

Los campeones morales son incorregibles

pero La máquina del amor

no deja de asombrar;

a todas horas

a diestra y a siniestra

a tontas y a locas,

para públicos numerosos o escasos

mientras Los campeones morales la persiguen.

Esa es la historia.

Se titula:

“Los campeones morales

versus

La máquina del amor”.