Friday, May 17, 2013

Música que


alguien oye

y escucha

y bien celebra.

La línea visceral,

capaz de convertirte en ella.

Música del amoral acorde y

espada melodía,
 
en lance vertical
 
del ojo al ojo
 
porque todos sabemos:
 
se escucha con la tripa.

Música o masa o sombra o tiburón
 
cebado en paladar ¿cómo seguía?
 
Ah, sí: música intangible
 
que solamente a sí

se pertenece,
 
de ebriedad musculosa.
 
Y al obrero de cuerda, tecla, gola,
 
labio parco partido en mil bemol 
 
o pulsación a cien, tambor,
 
la misma pura suerte, buena y dura,
 
del musicante ronco en ciudades.
 
Única vez
 
de pertenencia real en la cornisa
 
de habitar la rompiente del mar crudo.

Música que hasta pudo

escucharse en los campos de tortura

y no dejó de ser

música sacra.

Música que hasta quiso

rondar, rumiar entre los muertos

y no dejó de ser

música viva.

Canción;

nos puso de rodillas,
 
fue la desatanudos,

llegamos a creerle,

a algo tan inútil

sin ejércitos

y sin reservas financieras.

Cadencia que transforma

un lapso en lo inmedible:

un sinsentido intrínseco,

vasto,
 
ocioso.

Apenas

un fenómeno físico en la Tierra.

Música de parirse a uno mismo sin memoria.

Eso, quizás,

sea lo imprescriptible;

la respuesta que implora la pregunta.

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