Friday, November 18, 2011

Noviembre Jacarandá


no me gusta la puésia así rimada pero hay excepciones. la foto sí, es mía.




y barren el azul con sopladoras
dos tipos con turbinas a la espalda
van soplando el azul como una falda
volátil en el viento y en dos horas
van rodeando la plaza y acorralan
... el cielo que se había derramado
por todas las veredas entregado
al peso de la tierra y lo señalan
lo expulsan en tormenta borrascosa
de lilas y el deber municipal
se cumple con rigor impersonal
y embolsan a noviembre y a otra cosa
qué celeste la lástima que da
que lo borren así al jacarandá

Ramón Paz

Tuesday, November 15, 2011

Brilla

tu vaso.
Brilla tu whisky
opalino, tembloroso y lleno de virtudes.
Brilla una mano clavada en la cruz
por encima del ojo del buey.
Las dos monedas
-cara de rey y seca de un cuarto-
también brillan, sobre la barra.
Como los ojos salados del marinero, en su gorra
-con fondo negro / letras doradas-
brilla el nombre "HMS City of Bombay."
Brilla un poco la sangre
y luego se vuelve opaca,
brilla un instante la vida en los ojos
antes de abandonarlos.
Brilla el sol en un día soleado,
Brilla el sol a través de las nubes
y brilla de noche
en el reflejo de la luna
y brilla mi gato
desde el tejado
maullándole.

Wednesday, November 09, 2011

¿Menos es más?


Suelo, cada vez más esporádicamente, escribir una columna de opinión (política, actualidad, sociedad) en un portal de noticias de la zona sur del conurbano bonaerense. No tengo pauta de trabajo, ni deja de salir el portal si no la escribo, por lo que la voluntad de escribirla queda prácticamente en mí (la paga, gratamente lúdica, podría ser el mayor aliciente).
En general, mi vagancia y las circunstancias me llevan a la dilatación temporal hasta que el tema deja de tener vigencia, con lo que el remordimiento de no mandar la nota va aminorando como en fade: si la mando ahora quedaría prehistórica, me digo finalmente en el preciso momento en que me atisba un segundo de voluntad por comenzar a escribirla.
Pero a veces pienso que no tengo que ser tan culposo, que tal vez mi proceder (o no proceder, mejor dicho) tiene que ver con los tiempos en que vivimos.
Ejemplifico. Por estos días se me ocurría escribir en aquel portal sobre lo del dólar. Lego en cuestiones técnicas de economía, apenas tenía una idea: razonable y equitativo es para un estado intervencionista pedir justificación de recursos ante el fisco para comprar verdes (sobre todo si hay una pretensión redistributiva); pero la medida peca de efectista, pues la inmensa mayoría de los porteños de a pie que se queja por la imposibilidad de compra arrastra de larga data la costumbre de comprar el billete norteño en negro. Costumbre casi tan común como caer en operaciones ajenas –cadenas de email, comentarios boca a boca apocalípticos, medios interesados, etc.- o seguir aspiracional o tilingamente lo que los grandes jugadores hacen en un par de movidas.
Sea como fuera, lo cierto es que no está (tenemos) normalizado lo que en varios países desarrollados: si comprás algo (verdes, en este caso) tenés que justificar de dónde sacás el dinero, que aportaste lo que el contrato de moderna convivencia te imponía. Entonces, en el caso argentino, habría que ir más hacía atrás, formalizar, bancarizar aún más el sistema (al cual el estado debería empujar de alguna manera para que otorgue créditos blandos hipotecarios, por ejemplo, pero ese es otro tema). Dirán, los que tomaron la medida, que por algo hay que empezar; aunque sea en una instancia inadecuada, como en este caso. Allá ellos, por ahora no parecen equivocarse mucho, por lo menos el aval electoral lo demuestra.
Pensé también no mandaba la nota porque, como decía antes, esta apenas se reduce a una idea: no se puede de un día para otro pretender que compren con formulario Afip a quienes tienen por costumbre la informalidad; se requieren medidas en etapas previas, primero (aunque suene redundante). Formular con palabras esto difícilmente me ocuparía más que un par de párrafos. Tan concreto ese pensamiento, que hasta podría resumirse -agudeza y código compartido mediante- en 140 caracteres (un Twitt). O no: a la hora de escribir una columna, lo que comienza en una idea termina en casi una decena de párrafos y en un dolor de cabeza para el editor web quien, con razón, me dice que al leer una nota en la red el lector apenas mantiene la atención durante unos pocos párrafos. Refuto otra vez, sabrán tenerme paciencia, diciendo que pocos placeres para el lector interesado como la prolongación de un texto que se va disfrutando; pero lo cierto es que es al lector desprevenido, casi circunstancial, al que hay que seducir en un portal de noticias web. Y ese requiere una velocidad y una contundencia cercana al Twitt.
Entonces me pregunto en si los tiempos nos imponen modos de pensar y escribir (o alrevés), y si ahí hay algo que todavía no discierno bien de los Twitts. ¿Y si el intercambio de Twitts supone e impone agudeza, certeza, profundidad y resumen? ¿Hasta que punto el formato, la tecnología, el mercado, tiende a determinar los contenidos, como sucedió la entrega en plazos por folletines, hace ya mucho tiempo? Ya sé, muchos saldrán a bancar las argumentaciones profundas, los párrafos para desarrollar ideas, etc., frente al mundo aparentemente inmediato y superfluo de las herramientas digitales con las que convivimos. Así tiene que ser. En esa tensión, la fuga será, irremediablemente, hacia adelante. No queda otra, pues nos tenemos que entender.

Tuesday, November 08, 2011

Smoking

Canta tu cabeza
entre los puños
agachada
hacia adelante
como un ariete romano.
Pero hoy no.
Porque hoy
diluvia en Philadelphia
diluvia en Fairmount Park
y en tu gimnasio viejo
entre bolsas viejas, posters viejos, cuerdas viejas.
Y tu memoria, vieja, que pasa lista:
Jerry Quarry, Oscar Bonavena, Buster Mathis, Eddie Machen, Doug Jones, George Chuvalo, Jimmy Ellis.
Tres con Cassius, que te llamó tío Tom
cuando el tío Tom era él.
Diluvia en tu hígado
y qué tristeza Smoking Joe
no ver más tu cabeza cantarina
tu meneo, la boca gruñendo, resoplando
vos haciendo una mueca de todas las agresiones.
Desgastarlos
con tu incesante presión,
desgastarlos.
Dentro del rival
no importa con quién siempre al frente.
Canta tu cabeza
entre los puños.
Qué tristeza Smoking Joe.
Qué tristeza.

Tuesday, October 25, 2011

Colorful

Sería tortuoso decir
con ojos amarillos
-Yo estuve ayer en París.
Me prometieron sueños y un amor lleno de desayunos y lagañas
peleas y besos
pero solamente me encontré con las hojas del otoño y el viento frío.
Eso fue ayer.
Sería gratificante decir
que me bebí varias pintas de lager en The White Horse
con mis amigos y los amigos de mis amigos
que me atiborré de fish & chips, de pizza helada
y que volví gateando a casa.
Todo sería verdad excepto
que ya no llevo el pelo negro
ni tanta alegría conmigo.
Eso fue hace veinte años.
Sería presuntuoso decir
que surfé las mejores olas de Tamarindo.
Mi amigo Manuel
preparaba el barco para ir de pesca
su madre, el gallo pinto para el almuerzo
y yo
ponía la vista en las tormentas
para vagar a mil kilómetros de allí.
No recuerdo cuando fue eso.
Hace tanto
que no recuerdo.
Sería nostálgico decir
que crucé el Puente de las Cadenas
y me senté a contemplar Pest desde el mirador
besuqueándome con Szilvia
con su cara alucinante
de Ingrid Bergman
y el desierto en que me sumía su bondad.
Eso fue cuando me hamacaba en el Danubio.
sería un alivio decir que todo tiempo pasado fue peor.
O mejor.
Pero no fue ni mejor ni peor.
Sólo fue
Colorful.

Thursday, October 13, 2011

Big Sur



Hay un puente en Bixby
que se traga el acantilado.
Lo camino de ida y de vuelta
-cuarenta y ocho veces de ida
cuarenta y siete de vuelta-
tan solo para ver los autos estrellados
que echan óxido por el tubo, por las ventanas,
que echan iodo y salitre, espuma y nubes.
Un colectivo viejo con llantas amarillas
hace de bar.
Porque en Big Sur todo resulta incomprensible.
Hay árboles que crecen de arriba hacia abajo
y gritan
en susurros.
Hay zorros de scank
mariposas turquesas y piedras con alas.
En Big Sur a veces se echan de menos las borracheras, las drogas y las vaginas
las langostas y el smog.
Pero si se mira con atención uno se detiene en los colores,
en los gatos y en las hamacas;
en la botella de ginebra que siempre se esconde para hacer frente a las necesidades
a la soledad
al amor
al desamor
a la filiación
al servicio militar
al desengaño
del bus que ya pasó y no vuelve
hasta mañana.
Hay un amigo llamado Lawrence
que tiene una casa a la que nunca va
y unos desconocidos sin nombre que, en cambio, van siempre.
Hay un puente en Bixby que se traga el acantilado.
En Big Sur el aire huele como a anís
y yo recuerdo
como borroso, como hace tiempo, como con memoria de ratón
unas flores amarillas
y una bufanda colgada
en la rama de un árbol.

Thursday, September 29, 2011

Cat among the pigeons



Si pudiera saber donde se fueron mis palomas
justito ahora, en el zaguán de esta primavera
yo que pensaba que eran eternas
yo que tenía tanto amor para darles
tantas ganas de cuidarlas y de tenerlas.
No se si fue leer la noticia de la partida en la primera plana
ida -o regreso según su propia definición-
o el condicionamiento de sus silencios
o simplemente algo dicho casi
en forma aleatoria.
O la decepción que me produjo no poder aferrarme, no tener sus alas.
Si pudiera saber si me querían
si en su naturaleza de palomas me pensaban
si fueran imágen y semejanza de mis oscuridades y luces.
Cierto
que la tristeza que me hamacaba se hizo añicos
con mi desnudez sobre la cama
un gato entre las palomas.
Mi gato.
Todas vuelan, se marchan.
En un rayo. De golpe.
Con ellas se hizo añicos mi tristeza
y me siento tan vacío
solo queda mi gato
que ríe.
Mi gato
me recuerda, malicioso, que quizás también yo soy demasiado gato
para andar entre palomas.

Tuesday, September 20, 2011

Yo quería


llevarla hasta el oriente
mostrarle sus vacas tan libres de aftosa
subir
los cerros que subo solo.
Yo quería fumar la paz.
Caminar con las manos por los lagos
por la playa
llenarle de Atlántico los ojos
verle los dientes
entre las carcajadas.
Yo quería comer en la casa del Pescador
escurrirla hasta el puerto
hablándole al oído de sus brótolas
sus ravioles negros rellenos de salmon y mejillones,
de su salsa de ostras
y su arroz isleño.
Yo quería pasearla por el bosque
mirar escondidos hacia el valle
sentados en una rama de eucalipto
enseñarle un ejercicio
de puro vouyerismo
contra ovejas y cabras.
Yo quería mostrarle golondrinas
un fascinante duelo aéreo en el crepúsculo
dar de comer a los zorros
jugar con las calandrias.
Encender un fuego de coronillas
y perderse en las llamas.
Pero ella quería
otro país, otro océano,
otro bosque, otro pueblo
otras riberas llenas de gente
de libros y puestos callejeros
y una luz tan brillante que el tiempo era día.
Deplorable lugar
para un buho fumador como yo
de noches amañadas para que duren más.
Un campo yermo para un tramposo como yo.
Debí desconfiar de tantas marquesinas
y vidrios y acentos
de tantos acordeones, gárgolas y catedrales.
Debí, pero sonaba lindo como un revólver de seis tiros.
Me dejé llevar y ahora
retrocede hasta el principio.

Monday, September 12, 2011

New Orleans

http://www.novanacional.com/nota.asp?n=2011_9_12&id=26211&id_tiponota=9

Tuesday, September 06, 2011

EMIliano Odeón Victor Sadaic

Y sí.
Me acuerdo cuando traducían los nombres de las canciones
Ayer
Jack el Saltarín
Campos de Frutilla para Siempre,
era todo como vestirse con ropa usada,
como ser pobre.
Como el descarte del capitalismo
-esta gente no entiende el rocanrrol
-traducile
-que no entiende
-pobre gente
-y no importa, poné algo
-cualquier cosa.
-Poné!
Campos de Frutilla.
Para Siempre.

Friday, September 02, 2011

Crónicas del hampa porteña

Por Ricardo Ragendorfer

Gustavo Germán González fue uno de los pioneros del periodismo policial en la Argentina. Estos textos, extraídos de su libro Crónicas del hampa porteña (Editorial Prensa Austral, 1972), dan una pintura precisa del mundo delictivo de la década del veinte. Al respecto, se puede arriesgar la hipótesis de que, 90 años después, en el mundo del delito muy poco hay de nuevo bajo el sol.

Sala de Periodistas

“Desde los viejos tiempos y hasta poco después de comenzar el gobierno de Perón, la Sala de Periodistas del Departamento de Policía era un lugar de cita para los noctámbulos, que iban allí a jugarse sus pesos al monte criollo o al pase inglés. He visto bancar a comisarios y perder a jugadores “fulleros”, todos en pleno ambiente de camaradería.

Poco a poco fui conociendo a la policía y al hampa por dentro. Conocí a policías honestos, que eran los menos, y policías venales, que eran los más. Traté con delincuentes de todas las categorías, comprobando que entre ellos había muchos pesquisantes. Vi perseguir opositores, fabricar culpables y salvar criminales. En realidad, sostengo con razón que la cárcel se hizo sólo para los tontos, los honrados y los pobres. No sólo por obra de los malos policías, sino también porque nuestro Código Penal está hecho para ayudar a los malandrines, que fácilmente eluden la acción de la Justicia. Vemos ladrones con cien entradas y cincuenta procesos, que siguen libres y pobres trabajadores que cometieron por hambre una ratería y están entre rejas.

A propósito de la sala de periodistas del Departamento, recuerdo que en una oportunidad, fastidiado porque al llegar yo a primera hora hallaba los telegramas con las informaciones tirados por el suelo y seguía la sección de monte, imposibilitando la tarea periodística, publiqué entonces en el diario El Nacional, propiedad de Longo, un suelto denunciando lo que ocurría.

La superioridad dispuso la instrucción de un sumario y fui llamado a declarar en las dependencias del Departamento.

–¿Le consta que en la Sala de Periodistas de este Departamento de Policía se juega por dinero? –me preguntó muy serio un oficial.

–Y a usted también –fue mi respuesta–. Hace ocho días lo vi a usted que estaba mancando y por cierto me llamó la atención que hubiera puesta tanto dinero para arriesgar a una carta.

Se arregló este asunto del juego, entregando a los cronistas un carné especial e impidiendo la entrada a los de afuera. Pero esto duró poco y de nuevo se reanudaron las partidas, si bien terminaban antes del amanecer.

El Precio de la Libertad

Durante muchos años, el jefe de Investigaciones, comisario Santiago favoreció a un grupo de sus amigos y también a todos los periodistas destacados en el Departamento de Policía, haciéndoles ganar dinero mediante la liberación de los presos por la supuesta contravención de portar armas que se aplicaba y se aplica a los profesionales del delito, cuando no se les encuentra motivo para someterlos a proceso.

Detenidos en la vía pública o donde se los encontrara, los punguistas, escruchantes, serruchantes y ladrones de menor cuantía eran alojados en el cuadro Quinto durante una semana. Todas las mañanas los llevaban a la terraza del Departamento, donde eran sometidos al “manyamiento”, como se denominaba al acto de exhibirlos ante el personal de Investigaciones para que, una vez identificados por todos, resulte fácil reconocerlos en la calle. Luego se los remitía a la vieja cárcel de contraventores de la calle Azcuénaga y más tarde a la más moderna de Villa Devoto por treinta días, que llegaban a prorrogarse hasta seis meses, por lo que llamaban la ley Bazán. El detenido que no había conseguido dinero para pagarse la libertad, cumplido el mes de arresto, era de nuevo llevado al cuadro Quinto para regresar a la cárcel con una nueva remisión por “portar armas”, es decir, treinta días de arresto.

Los detenidos podían presentar un recurso de “hábeas corpus”, pero jamás prosperaba este derecho, ya que la policía los largaba por unas horas o los remitía a la Provincia cuando los jueces preguntaban por ellos. Sólo prosperaban los recursos presentados por dos o tres profesionales amigos del jefe de Investigaciones, entre ellos un procurador llamado Don Carlos que contaba con numerosa clientela, que a veces competía para acelerar trámites con los periodistas; eso sí, retenía una parte de la comisión.

Había en 1929, por ejemplo, una tarifa por las libertades obtenidas por los influyentes. Los carteristas debían pagar $ 200 por su libertad, los tratantes de blancas $ 500 y los pequeros hasta $1.000, pero estos sólo caían por rara casualidad, pues estaban bien organizados y protegidos por sus jefes.

El Lechero

El vendedor de drogas, Don Manuel, tenía una clientela numerosa, pero sólo en raras oportunidades llevaba el producto a las casas de sus compradores. Lo llamaban también El Caballero, por su porte, educación y generosidad. Descendía de una conocida familia uruguaya y había estudiado abogacía para terminar vendiendo cocaína con el propósito de pagar su propio vicio, ya que era un gran consumidor de drogas.

Luego puso un comercio de cigarrería para despistar, donde vendía paquetitos de clorohidrato de cocaína en las cajas de fósforos.

Hubo un traficante de apellido Lamas. Atendía casi exclusi vamente a domicilio. Era lechero y cuando entraba en las casas de departamentos del centro lo hacía llevando su tarro de leche, pero en el ancho cinto tipo rastra tenía los paquetes con alcaloides para los consumidores. Hasta fiaba.

También lo secundaba en el reparto una mujer apodada La Gorda, que atendía en su domicilio de la calle Independencia.

Los hermanos Saavedra fueron conocidos expendedores de drogas, y a la vez consumidores. Uno de ellos se suicidó un día que estaba excesivamente drogado con “H”, como llamaba a la heroína, droga más fuerte que la coca y cuyos consumidores terminaban casi siempre en el manicomio.

Había un mozo en la Copla Andaluza que era más la coca que tomaba que la que vendía. En una ocasión fue detenido; estuve presente cuando lo interrogó el doctor Leopoldo Bard, que por motivos muy especiales estaba empeñado en combatir la toxicomanía. Fue él quien presentó en la Cámara de Diputados el proyecto de ley, aprobado, por el cual se castigó la tenencia de drogas, mientras antes sólo condenaban a los que vendían.

“Vea usté, Doctor”, dijo el preso. “No es verdad que venda. ¿Qué voy a darles a otros, si cuando encuentro me la meto por los morros.

”Había cocheros que vendían coca. Uno de ellos, rengo, llevaba los paquetes en su pata de palo. Hasta vigilantes, como uno que tuvo su parada en Maipú y Corrientes, solía sacar de apuros a los que buscaban droga de madrugada, claro que pagándola más cara.

Con la Segunda Guerra Mundial comenzó a escasear. Ya no llegaba la Merck alemana ni la Bayer holandesa, que costaba al precio oficial cinco pesos los diez gramos.Comenzó a escasear, y apareció en el mercado la cocaína boliviana que tenía un horrible olor a pis de gato. Eso fue al principio. Años después, los bolivianos la habían mejorado sus destilerías y empezaron a poner en plaza un producto que, sin ser tan buena como la holandesa o alemana, era pasable. También por esos tiempos se empezó a usar, a falta de otra, una cocaína que parecía arena, no recuerdo cuál era su origen.”

Tuesday, August 30, 2011

Fou

Mejor que no haya nadie
mejor que caminés sola y negra
mejor que llorés estas lágrimas de vendimia
mejor que recorrás todas las librerías del Trianón, porque tanto te metiste en mi centro
que no me alcanzan los edificios de Buenos Aires para derrumbar,
ni las botellas de vino para beberte
ni los peces del mar para satisfacer el deseo de nadar
con vos.
De repente tengo un par de mis semanas en el freezer
y no entiendo ni un átomo de tu devoción por ese hierro que se para al lado del río.
Pero bueno, miro con una sonrisa y te digo un par de palabras bonitas al respecto
y es
en el preciso instante
en que me nombrás esas cuatro cosas que me parten
siempre al punto
siempre al medio
siempre al arco, con la asombrosa fuerza de lo frágil.
Y es entonces cuando te besaría los codos
o velaría con tu cabeza apoyada entre mis piernas tan solo por el placer de verte la cara
los párpados cerrados
sobre tus ojos oscurísimos de profeta.
Te prestaría la noche si fuera mía
porque tanto te amo
que no me alcanzan los dedos
para contarte
cuanto.

Thursday, August 18, 2011

Por ejemplo


Por ejemplo, en todos los hospitales del mundo
hay enfermeras que llaman al silencio
con el índice cruzando la boca.
Como el Gran Hermano
la enfermera sabe que estás haciendo ruido con el envoltorio del caramelo
o hablando un poco alto
a veces sabe por qué chirría la cama vacía
a veces
sabe
que no está vacía
a veces
sabe
que se acomodan dos.
Por ejemplo, en todos los trenes del mundo
el guardia es malo y el conductor es bueno.
La locomotora tiene espejitos.
Ellos miran
y saben
que hay gente sin boleto.
Saben que el tren es una comarca
de golosinas
guías-T
y muñequitos sin pasaje habilitante.
Saben que el tren mismo está vivo
y sin boleto
respirando el tatrán-tatrán.
Por ejemplo, en todos los bares del mundo
hay tristezas acodadas en la barra.
Algunas son silenciosas,
recuerdan
a los muertos
otras se angustian por las cosas de los vivos
por el amor
y toda esa palabrería.
Otras están
ahí
y hablan con el barman
y hablan, y hablan
para olvidar que están
solas.
Por ejemplo, en todos los mares el mundo
hay peces.
Algunos comen y otros son comidos.
La mayoría
come hasta que es comido
o asesinado por un rayo
o una red.
No saben que van a ser comidos
no saben nada más tampoco.
Saben, eso sí
que el mar está vivo
vivo como ellos
como el tren
como las penas
o como las enfermeras.
Por ejemplo, en todos los agostos del mundo
nace un invierno
así de a poco
en el pecho.
Viene como la helada a la mañana
y ataca la garganta.
Angustia.
Estrangula.
Ahoga desde lejos, desde el sótano
o desde el miedo.
Por ejemplo, en cada dedo de la mano
tengo a alguien
cuento
que cuando oscurece en agosto
me dice
-hay que aceptar que no podés controlar todo
asi que fumate un porro y ponetelo mas tranquilo.

Friday, August 12, 2011

Ahora digamos,

deteniéndose en lo que fuimos
a veces
un vaso de la cerveza aguada
otras veces, las más
un depósito en Tiro Suizo con una lamparita agónica.
Ese cuartucho tan tuyo
la puerta combada,
la cama y los espejos para vernos mientras nos montábamos como perros
como vos perra y yo perro
y el calor a cuadritos hacía juego con la sordidez de la cama
la miseria de mi afecto, tan poco dispuesto
tan limón de septiembre, arrugado, vacío, anestesiado.
Ahora digamos
que plantaste un árbol y partiste.
No importó
(a mi tampoco).
Éramos solos pero éramos
y partiste
Podés afirmar que yo acepté, que ya había partido, a mi modo
sin partir o partiendo
con los ojos que ven lejos porque ya no ven cerca.
Que no pueden ver cerca porque solo ven lejos.
Podés afirmar que estaba demasiado concentrado en las piedras
o en los nardos
o en las estampillas.
Podés afirmar que fingía mirarte
fingía hablarte
y solo tenía miradas para mi
palabras para mi.
Ahora digamos que te diste cuenta que no querías más alarmas
que te robaste mi vaso.
Jugaste en otra liga
el teléfono sonó y estuviste ocupada
metiste a esa rubia en mi cama un miércoles lluvioso
¡que hambrienta estaba!
La encontraste en Berlín
la arrancaste del baño con un pase y una promesa
la metiste en la cama
entre los dos
yo miraba el espejo pero entonces
¿había partido?
Ahora digamos que ya no importa
con el tiempo estas cosas quedan viejas
son como un rumor
como algo que te contaron, impreciso, turbio.
Me quedé con un juego de cartas.
Se lo olvidó la rubia, que fue tarotista, entre las sábanas.
Y vos jadeando
y el naipe de Le Mat con tu sudor pegándose a tu espalda
y vos jadeando.
a partir del espejo.
Me quedé con un juego de cartas de Tarot de Marsella
y ahora digamos
que quedó viejo
pasó de moda
con tanta herida
y tanta cerveza aguada.


Tuesday, August 02, 2011

Los tenedores son inestables


Son torpes.
Se sacuden solitos y caen sobre la alfombra.
Se trepan y se vuelven a caer.
Entonces es mi mano torpe.

Los tenedores son inestables
Pasa que se caen
y ahora es otra mano quien intenta, una mano pequeña, a partir de sus uñas invierno berenjena.
Otra caída.
Otro intento
de otra mano, una tercera, y un tenedor que cae del plato de un universo de tenedores que caen.

En el lugar no hay solamente tenedores cayendo,
También hay constantes.

Por ejemplo, hay un jarrón chino que quizás contenía las cenizas de la abuela. Un jarrón inmovil como un viejo serio.
Sobrio.
Hay una biblioteca ordenada milagrosamente, me refiero a un orden verdaderamente milagroso;
uno de esos órdenes imposibles en mi casa, donde está todo desordenado,
o en la casa de las manos pequeñas con uñas color invierno berenjena.

Allí existe un orden propio, lógico, prolijo, y también desordenado o codificado o secreto para ojos extraños.

A veces me pregunto si en su casa los jarrones chinos no guardan a los muertos.
Me pregunto si en su casa hay jarrones chinos. O si hay chinos.
No creo.
Estoy más o menos seguro que hay frutas secas y botellas de vino
y vidrios, y pulloveres gruesos difíciles de lavar y mandarinas, botas
helados de frutilla y chocolate,
lápices, discos, lluvia, uvas,
dientes.

(amo sus dientes)

Me pregunto si tiene una ventana al cielo.
O si es que sus uñas cambian de color con la primavera
(creo que sí)

A veces, durante la noche me sentaba en la oscuridad a escuchar sus relatos de la casa, con madera y chispero. Y hogar, y frío, y caminar sobre la nieve lo cual al final de la vida puede resultar necesario.

O más que necesario.

Imprescindible.

De golpe, cae un tenedor y el ruido me regresa a la sala donde muchas manos luchan con los tenedores que caen. Donde las bibliotecas están cauterizadas por su orden y los jarrones chinos podrían contener cenizas de la abuela.

Los tenedores son inestables.
Torpes, pretenciosos, en sus platos blancos.
Caen sobre la alfombra, vuelven a caer
caen
una vez, diez veces o cien.
Me traen de vuelta a la sala.
Al olvido.

Monday, July 25, 2011

No tiene nada que ver con nada

Pero esta pelotudez del club de los veintisiete
me suena otra vez
al afán obtuso de las estadísticas:
todo en su lugarcito,
todo pedorramente clasificado:
no vaya a ser que no entendamos nada.
Y ahora: lo peor;
esxplicarnos
por qué
la gente decide
sencillamente
hacer lo que se le canta.
Si se le canta morirse
¿Cuál es el problema?
Casi todos los cantos son buenos
menos, claro,
el de Palito.

Dents de Loup




Si pudiera ser más lacónico
beber, sin beber demasiado
dormir pocas horas pero profundas
treparme indefinidamente a los alerces
hacer un tambor en un tronco hueco, como una ardilla, y desperdiciar el tiempo tocandole a la montaña.
Si me importara la gente a voluntad, sin ser la raíz de la contienda,
el paladín de los corazones congelados.
Si guiara mis sueños por conquistas oníricas.
Ésta es una historia que no tiene comienzo
ni final.
Apareció
vestida de negro, como para cortar definitivamente con toda la nocturnidad del cielo
y el frío de Julio.
Y está allí, de colores pantera, de ojos oscuros,
justo cerca mío, que soy experto en látigo y en cadenas de plata
yo que pensaba que me había sacado todas las espinas de los dedos.
Cuando mi espíritu murió no tenía dinero para enterrarlo,
unos marineros amigos me sugirieron un funeral sin fin.
Cerré la puerta de casa
con tranca y garrote
y arranqué sin que me importe la suerte de ninguna.
Despidiéndome de mi mismo
recorrí todos los bares de Calcuta y decidí echar la llave.
Busqué los lugares más incómodos para coger
y allá fuimos (o fueron)
a la nieve, al bosque -las agujas de los pinos clavándose en las rodillas-
a un cine repleto, a los baños más concurridos, a los museos, un martes de mañana.
Desmenucé con neurosis cada pedacito de alma
y guardé algunos para mis amigos
blancos
limpios
y bastante inútiles, un reflejo de lo que fui muchas veces
antes que la rosarina me rompiera en mil partes
Paso un tiempo y el funeral eterno siguió de caravana,
paró por el dos mil seis pero solamente para reafirmar que el amor es una mierda.
A veces. Las más veces. O no es suficiente, que es como si fuera una mierda.
Si pudiera ser más lacónico quizás bebería sin beber demasiado.
Pero necesito una ventana que mire a la luna
y cuatro minutos para mi
además, hay veces que es bueno dejarse amansar.
Soy el lobo feroz. Era caperucita antes, pero ahora soy el lobo feroz: puro dientes, ojos y pelos.
Si pudiera ser más lacónico me la bebería toda en una noche,
no le dejaría ni una gota de sangre.
Pero como es bueno dejarse amansar de vez en cuando, hago estupideces,
tiro toda la carga y no veo nada más.
Me siento el lobo más imbecil del mundo
con ganas de aullar que no soy ese tonto de remate que parece.
Aullarle al alerce, aullarle a la montaña
a los pies
qué no crea, qué desee, qué quiera
qué piense, qué recuerde, qué toque
qué sueñe, qué se alimente, qué confíe.
Aullar que no soy ese tonto de remate que parece
aunque sí
lo soy;
tonto
de remate.

Thursday, July 14, 2011

Elegante sport

Somos nosotros
los camaradas del trombón y de la luna
los delegados del vaso
que meses atrás resolvimos este vínculo
lo inventamos, lo impusimos
lo ejercimos
y lo dibujamos en la arena.
Somos nosotros
los que le arqueamos las cejas a la tormenta
los que soñamos en colores -bebop de fondo-
con una minifalda y unas piernas
los que amamos el verde
de los paños y botellas.
Nosotros, los llaneros de las notas y las sílabas
dedos de nicotina
caninos peligrosos
barrigas insatisfechas
los que juramos en francés si es necesario
Nosotros, los bebedores de noches
y de licor de cáscara de papa,
los aplasta hocicos
serios como bueyes, oscuros como catafalcos
somos nosotros
los que hartos de semejante mala entraña
declaramos la guerra
tenaz y solemne
a los modales.

Monday, July 11, 2011

Pero hoy es un día triste

ha ganado el horror, ah, el horror
pero no el de nuestro Conrad y su corazón en tinieblas
sino el del hotel homónimo que opaca la orilla oriental.
Ganaron Mirta, Susana, Tinelli,
Cris Morena, Gran hermano, la siniestra
familia de la estupidez, el egoísmo,
el control.
Ganó el idiota y su cara de ofidio
y su alegría ordenadita de hotel.
Otra vez los fofitos con globos amarillos,
con remeritas puestas sobre la camisa
otra vez los lacayos hepatíticos
otra vez su nariz y su sonrisa
otra vez sus saltitos miserables
su desafinación
su espíritu miserable,
su agua mineral,
su "va a estar bueno".

Tuesday, June 28, 2011

He leído la Biblia,

el Korán y los 7 Pilares de la Sabiduría
He viajado, he ido a la Universidad,
me he formado como pude.
Pero el sentido de la Vida
lo encontré en el sanguche de mortadela de Los Galgos.

Monday, June 20, 2011

Tiempos Modernos


No hay mucho más para decir
excepto
que la noche esta fría
la cerveza tibia
y las chicas calientes.
Acaso agregar
que estuvo bien la metafísica
cuando había que elegir
entre las armas y la palabra.
Nos hundió la escolástica
durante siglos ahogados
entre sotanas y hogueras.
La siesta acabó
con las sacudidas certeras
del anticristo alemán
con su rosario de sospechas
y su bidón de nafta abajo del brazo.
Por eso hoy
envueltos los sueños eternos
en viejas banderas,
solo queda decidir entre
vino o cerveza
futbol o boxeo
rubias o morochas.
Flotamos
entre taxis y colectivos
como perros dóciles
cuidando lo único que nos queda:
la sed de las próximas días
el hambre de los próximos años.

Thursday, June 16, 2011

Blues del Maldonado

Agarré por Juan B Justo
para el oeste me fui
Agarré por Juan B Justo
para el oeste me fui
Fui a buscar a mis amigos pero
ya no estaban por allí.

En la esquina con Concordia
le hice señas a un botón
En la esquina con Concordia
le hice señas a un botón
jugaba con su teléfono y
nunca me prestó atención.

De pronto escuché los truenos
Se me vino vino un temporal
De pronto escuché los truenos
Se me vino vino un temporal
Miré para todos lados, nena
y me refugié en un bar.

Cuando arreció la tormenta
y se inundaba el local
Cuando arreció la tormenta
y se inundaba el local
apareció un parroquiano oscuro
vestido de funeral.

Dijo llamarse Gutierrez
y ser vecino del lugar
Dijo llamarse Gutierrez, Dios mío
y ser vecino del lugar
pero todos tenían miedo y
no paraban de temblar.

El agua hasta los tobillos
no parecía bajar
El agua hasta los tobillos
no parecía bajar
ta tapao el Maldonado- dijo Gutierrez
hoy nos vamos a inundar.

Fui a buscar a mis amigos
para el oeste encaré
Fui a buscar a mis amigos
para el oeste encaré
allá me encontré a Gutierrez
y del miedo me paré.

Me pasó un trapo de piso
y un balde para achicar
Me pasó un trapo de piso
y un balde para achicar
Ni le hizo falta ordenarme
total no iba a protestar.

Después se rió Gutierrez
con la risa helada y cruel
Después se rió Gutierrez
con la risa helada y cruel
te llevará el Maldonado, hijo-
si no me sos siempre fiel.

Yo le rendí pleitesía
porque quería rajar
Yo le rendí pleitesía
porque quería rajar
Me pescó al vuelo Gutierrez
y me la hizo jurar.

Después se chasqueó los dedos
y el temporal se paró
Después se chasqueó los dedos, Gutierrez
y el temporal se paró
Por la boca de tormenta
fue que desapareció.

Hoy no paso de la puerta
ya no entro a ningún bar
Hoy no paso de la puerta
ya no entro a ningún bar
Tengo temor a Gutierrez
prefiero la sobriedad.

Monday, June 13, 2011

Underdog

El retador es flaco y no promete.
Underdog, enemigo, tapado
demasiados sinónimos
y una constante, es flaco y no promete.
Su primera faena
se decidió en un solo golpe. Fue hace veinte años
y si todavía tuviera la lucidez de la memoria,
de contar historias
esta sería la imagen de un sujeto despatarrado en el suelo.
Un golpe casi siempre es suerte
o dos, o cuatro o trescientos siete.
Qué calidez para la sonrisa, para dejarlos tirados, perplejos, sin comprender que pasó, que va a pasar, que está pasando.
El retador sabe recibir
y sabe que más que de pegar, se trata de saber recibir.
Se le murió un hijo de varios que tuvo
se rompió una pierna, o las dos
pero cuando decide la pelea en un golpe
ojos arriba y besando el nombre
se crea un mito
underdog, enemigo, tapado, pies planos, tronco
no importa.
El retador es flaco y no promete
y si todavía tuviera la lucidez de la memoria
de contar historias
esta sería la de un tipo que no tuvo nada destacable
excepto que era invencible.

Monday, June 06, 2011

dos poemas de mi amiga XdC

Generación 2.0

Hervida de seguir hervida te escribo, bajo un signo de exclamación más que de interrogante, expiando tu culpa inservible en un dios que demuele el horror en una publicidad tras tu absurda entrega, muy educada eso sí, pero dilapidante, como santificando el aroma de ternura envenada a una masacre que jamás podrá juzgarte.

Tu masacre, directamente enviada a mi neurona, blasfemándola mediante la subestimación de mi pobre intelecto sufragante, me resta y me suma la visión que nunca quitará la santa inquisición ni sacándome los ojos, porque un hecho es constante e inamovible, y es que la tierra, "señores", se mueve.

Se mueve y se seguirá moviendo, ante déspotas e iscariotes, fariseos de la mentira y apalabrados en la nada. Porque la nada, ese sitio en el que te mueves, no es mi sitio, y tu lo sabes. Pero recuerda siempre que tu sitio, ese donde te sientas y donde a menudo te tiras gases, es el sitio que yo misma te he otorgado. Y si tienes el bien de recordar siempre a tu beneficio que la soberanía ha sido por mi entregada, recuerda además, y ten por favor la decencia, de recordar que ella cesa, también, ante mi presencia soberana.

Mi vida, que a las claras y por suerte está tan lejos de la tuya, te dice y te desdice de tu discurso infame sobre mi persona y la de mis hermanos. Porque eres tu el que ha salido a gritar la palabra pueblo en vano, y has sido tu el que ha absorbido todos los clichés en misivas amarillistas para llenarte los bolsillos de prestigio y de poder, porque está a la vista que de alma no te queda ya nada.

Tus alcahuetes, tus siervos, tus borregos, esos falsos condescendientes del cantopopu, también han ultrajado mi alma, cerrando los pestillos de una puerta para juzgarme ante mis dichos de pensamiento crítico por tus actos injustos, cayendo en el oscurantismo de tu dislexia, que se ve a lo lejos desde mi casa desarmada.

Y no seré yo quien te defienda ante el oprobio y en el escarnio, pues tu no me has defendido a mi ni me has representado. Tu tienes tus luces, tus micros, tu manipulación masiva, tu paradigma. Paradigma, que, por cierto, tampoco yo estoy desmantelando. No se, como tu, de armas, y no te daré el gusto de responder a tus abusos de función con ellas. Sólo tengo aquí adentro un corazón que piensa, unas pocas letras tristes, y una opción que dice "reenviar a todos mis contactos".



El Planeta de los Simios

Ya se que son altas horas de la madrugada pero llamo para decirte que todo se ha ido al carajo, al garete, es el fin, la tragedia. Me han hackeado el corazón con una llave herrumbrada y encima se la han comido, he llamado a departamentos técnicos y una contestadora me dice que no hay laxantes que puedan hacer que me lo devuelvan por el ano. El mundo está como está, lo ves ¿has visto la luna esta noche? Es un espejismo, no te fíes ni de la luna ni de su luz ni de la falta de ella. Todo es una farsa, los hombres encapuchados se han llevado el corazón, se han llevado la luna, se han llevado la luz y todo esto con una llave herrumbrada, tan vieja, dicen, como las reglas contestatarias.

Ya se que son altas horas de la noche pero llamo para decirte que no hay libertad y que los perros censuradores están por todos lados, basta con que hables en el idioma de los dioses para que quieran infiltrarse en tu cerebro, que como no pueden porque no saben sólo les queda la palabra injusta, el debate cuerpo a cuerpo y sin testigos, la mano empuñada en una boca sucia que dice palabras soeces con el fin de estropearlo todo, apuntándote con un arma mientras dicen "yo no apunto".

Ya se que son altas horas de la noche pero llamo para decirte que me lo han quitado todo, he llegado a mi cuerpo y el vacío hacía que mi voz retumbara, entonces me puse a recitar un poema muy viejo, que ha sido manoseado, saqueado, ultrajado, plagiado malamente, pero sigue siendo mío. Nos han dicho que primero fue el verbo, pero lo que no saben es que también será lo último.

Ya se que son altas horas de la noche pero me niego a tomar somníferos, me niego a dosificar mi pobre noche en una noche aun peor, narcotizada, falsificada, derrumbada por los antropógafos de los sueños propios. Tengo miedo que junto al corazón, la luna y la luz se hayan llevado mi r.e.m. mi cañaveral de logorrea y mis garabatos en la ventana cuando hay humedad. Tengo miedo que tambien se hayan llevado la humedad.

Ya se que son altas horas de la noche pero llamo para decirte que entre lo que queda de la noche y lo que resta del día solo hay una ficción muy probable en la memoria de un loco cualquiera internado en algún sitio indecente, lejos de la carestía pero muy cerca de la síntesis, observador de primera mano de sus observadores, flageladores incipientes e incoherentes bajo el abuso de la codeína.

Ya se que son altas horas de la noche pero llamo para decirte que el espejo que te espeja no espeja al espejo en el que te ves sino que espeja todo lo que ha espejado antes y lo que espejará después. Que la imagen se refracta se trunca y se reverbera en un vaso con leche descremada y pasteurizada que es olvidada en la mesa por otro lleno de vodka mezclado con alcaloides en las manos de un mono que escupe hacia el costado mientras piensa cuál es la mejor forma de partirnos la cabeza sin que nadie lo note.

Ya se que son altas horas de la madrugada pero llamo para decirte que debes saber, estar al tanto y no sentarte de espaldas a la puerta, porque nos han invadido los simios con una llave herrumbrada y se están llevando nuestros corazones, la luna, y su luz. Y eso es todo.

Xime de Coster

En apoyo a la #acampadabcn luego de su resitencia pacífica frente a las agresiones desmedidas de la policía local el 27m. Y en repudio a los megaoperativos policiales de montevideo en zonas marginales.

Friday, May 20, 2011

Hipótesis

Si tomáramos hasta el desmayo
te darías cuenta
de mi fascinación por las pipas de madera
los tiburones blancos, Clint Eastwood,
las peleas de Clay, los fósforos Fragata,
Pol Pot y el Khmer Rouge, las cucharas,
la espuma de los días, Johnny Cash,
Bourdain, las gorras y los sombreros.
Si te gustara el whisky hasta perder la consciencia
repararía en tu obsesión con los helados y Charles Chaplin,
la ternura que te despiertan los lirios y los gatos,
que llorás mucho con la cebolla
en tu falta de interés en los partos y en el mate,
en el orgullo magyar, en lo indómito del diálogo,
en tu colección de piedras, tus silencios de catedral
y tus tijeras.

Thursday, May 05, 2011

Mercado de Surquillo




Las langostas se mueven
sobre el mostrador con particular negro nacarado
los pliegues de panzerdivision, las antenas.
La mesada de granito
doblada bajo tanta fauna.
Lubinas, machas rosas y blancas, pez espada
lenguados, corvinas, bonitos,
toyos, tilapias, cosinovas,
algunas otras comunes
langostinos y camarones, mejillones
vieiras y pejerreyes.
Fue el contrapeso justo
para una carnicería marítima
y unos ojos de buey
como los que pone mi cara
ante semejantes posibilidades.

Doblar el guardapolvo
Tratar de poner la mente en otra cosa:
sexo, la opción obvia,
tajos, tetas, piernas
motos, autos, películas,
discos, peleas de box, conciertos,
Alí, carreras de caballos, puras maltas,
mesas de poker, mi mano debajo de tu falda.

Todo es en vano.
Mi cabeza se obseca
con la sopa.

Tuesday, April 19, 2011

Herencia


Una herencia suele acarrear una buena y una mala noticia. Obvias: un deceso por un lado, y lo que ese deceso te deja por otro. Pero también uno puede heredar sin el revés de la trama, por lo cual en algunos casos una herencia se puede convertir en una doble buena noticia. Y eso es lo que me pasa con el taller al que llevo el auto. Lo heredé de mi padre, quien, para reforzar su consejo, todavía confía en la sapiensa de Antonio cuando le falla su cuatro ruedas.
Claro, no todas son buenas. El taller de Tony es eficiente, pero un tanto caro. Además, queda a dos cuadras de la casa de mi viejo, que no me queda cerca.
Sea como fuere, aunque haya eficiencia, y uno vaya a comerse unas milanesas a lo de la vieja de paso, tener que llevar el auto al taller no es la mejor de las noticias, pues inexorablemente significa que algo o bastante de dinero se irá.
Y ese dinero se fue, hace un mes. Aquel mediodía del miércoles que dejé el auto en el taller del conurbano sabía que el problema estaría resuelto antes de que terminara la semana. Aproveché el acontecimiento de llevar el auto, para comer afectuosa comida casera, que de olla me tocó esta vez en suerte.
Pero el día continuaba. Con la panza llena, tenía que partir hacia Retiro. Colectivo-subte desde la casa paterna era mi plan. Me dirigí pues a la parada de colectivos paterna que está junto a un kiosco de revistas, a cuyo dueño conozco de chiquito y nunca saludé. Son varios los colectivos que puedo tomarme en esa parada. Ninguno pasa.
El tiempo me persigue, y me siento rehén de la parada. Por fin llega un colectivo que me lleva, pero que no tenía en el menú, pues se trata de una línea relativamente nueva, la 70, que une el conurbano directamente con Retiro. Un impulso casi irracional me llevó a extender el brazo y luego a subirme. Digo irracional porque sabía que a la larga tardaría más (el subte siempre es un golazo aunque se llegue a él vía trasbordo) y, según me habían dicho, ese colectivo atraviesa de cabo a rabo la villa 21 (también conocida como Zabaleta), que está detrás de la cancha de Huracán y se prolonga hasta Barracas. Un terreno no muy amigable para el forastero, pero yo habría de ir dentro del bondi, así que me pereció interesante hacer una especie de exploración de campo, en el mismo sentido en que por ejemplo alguna vez fui a un extraño ágape (presentaban la obra de una artista plástica, ¡con proyección y todo!) en una casa de barrio Parque.
Pago por el itinerario un precio muy bonaerense: $2,25. Por suerte, el colectivo está semivacío, lo que me permite elegir mi asiento preferido: el de uno, a la altura de las ruedas de atrás, que suele tener un desnivel hacia arriba.
Atravesamos Puente Alsina. El viaje parece fluir hasta que doblamos por la plaza de Pompeya. El colectivo frena en una parada donde una prolongada fila de personas nos estaba esperando. Prolija y silenciosamente, el colectivo comienza a llenarse. Pasan dos, tres semáforos, la tardanza se prolonga y comienzo a resignarme: me equivoqué, bueh.
Sentado, tuve que arrinconarme para generar un poco más de espacio, considerándome asimismo uno de los 21 o 22 cómodos privilegiados que había ahí adentro. Por eso, rogaba para que no se me parara al lado un lisiado, una persona mayor o una embarazada. No pasó, así que por lo menos pude seguir sentado.
Me miré, me pensé. Mis zapatillas Puma, mi morral de cuero, mi camisa blanca y me jean cuidadosamente gastado me distinguían entre mis compañeros de ruta, todos humildes laburantes: vestidos sin rasgos de moda, con un utilitarismo extremo, algunos hasta con herramientas en mano. Otra cosa que los distinguía de mí era la piel; ellos en general era más morochos, aindiados, lo que suele describir el porteño medio como “negro cabeza”. Me pregunté, y no fue la primera vez que lo he hecho, si nuestra sociedad no tiene una especie de racismo en eso de que los más pobres sean siempre los mismos. Algunos me han dicho al respecto que se trata de algo cultural. Evidentemente, no suelo rodearme bien.
El viaje continúa. A los lados, la villa se hace cada vez más ostensible. Paredes irregulares, de ladrillo o mal pintadas, calles repletas de basura, veredas de tierra, perros raquíticos, algún edificio de departamentos decente que adivino como plan de viviendas, que por parcial entre todo el escenario resulta ridículo. De repente, un chico caminando hacia atrás, de espaldas, cruzando la calle, que con cara de terror extiende un billete, que otro chico lo toma con cara de odio y sale corriendo.
También suben y bajan personas, incluyendo algunos pibes y pibas con guardapolvo, y en el balance el colectivo se va alivianando.
Nueva parada, se escucha una voz aguda que grita un balbuceo, si eso pudiera ser posible. Lo veo, me aterrorizo, un pibe de la calle “sacado” (tomó paco, supuse seguramente bien) sube sin siquiera mirar al chofer. Tiene una escobilla limpia parabrisas en la mano. Se abre paso entre las personas, cosa para la cual que no necesita esmero, ya que todos se van alejando de él, con miedo, se percibe. Le dejan libre las dos últimas filas de dos. Se sienta en el último asiento, del lado de la ventanilla. Se asoma, casi que saca su torso y vuelve a gritar.
Estoy sentado a metros de él, aterrorizado, apretando mi morral contra la pared y haciéndome un ovillo en el asiento; soy el candidato entre los candidatos. Lo sé, lo último que tengo que hacer es cruzarle una mirada, pero no puedo evitar mirarlo de reojo cada tanto, más por alerta que por curiosidad. Percibo muchas personas paradas, apretadas, y él con tres asientos vacíos a su alrededor.
Los segundos son interminables. En eso, un hombre, un laburante de unos 50 años, con camisa y pantalón de grafa gastado y sucio se le sienta al lado. Gordo, robusto, es la antítesis física del chico, que ahora veo que tiene los ojos desorbitados y la cara transpirada. El chico le habla, le dice cosas sinsentido. El hombre, indiferente, cada tanto le responde con monosílabos, que me parece descolocan al pibe, o por lo menos lo tranquilizan hasta que en una arremetida veloz decide bajar.
La villa se va desdibujando, siento alivio. Estamos llegando a la calle Vélez Sarfield y vuelvo a pensar en las herencias, en que también se pueden heredar deudas.

Tuesday, April 12, 2011

Chamán

El camino flameaba en la montaña
el sol detrás
y la sombra
que arrastraba los pies alcoholizados hacia arriba
se detuvo hasta echar otro trago.
Se acordó de otras sombras y de otros valles,
lloró una sinfonía de manchas y colores
y en la lúcida cima
parió
el atardecer más emocionante
desde que decidió
no estar más al alcance.

Monday, April 04, 2011

El Tanque Vacío

"Of all the gin joints, in all the towns, in all the world, she walks into mine."


Pero que mala suerte.
De todos los bares
de todos los pueblos del mundo
tuvo que elegir éste.
Ese pelo rubio, corto, de varoncito
y el cuerpo estirado, larguirucho,
el pecho casi plano
sus tetas tan pequeñas que me cabían en la mano
y su carita entre Bowie y Annika Hansen
despertaron todas mis posibilidades homosexuales.
Al final era chica
llegué hasta ahí y era chica, con raja,
mortal como un oboe
como sonaría una daga.

Inolvidable

una fiera en la cama, como que se crió en la calle
con padre ausente
y muchos primos que le enseñaron bien.
Cuando caminaba con ella los tipos se daban vuelta para mirarla
que contento que estuve.
Celos nunca, siempre supe que no estaba a la altura de su cabeza rubia,
por eso celos nunca
pero la quise.

Un montón la quise.

Fue una moneda falsa
por ahí yo lo fui, yo con mis promesas de oscuridad
y no había nada.
Me comporté egoísta, ella quería conocer mis tugurios
iba por más,
por duplicar
y la encerré bajo siete llaves y una sola puerta.
Fue una moneda falsa
cuando fui a pagar estaba en blanco, sin nada.

Llegué un día y ya no estaba
borró sus huellas concienzudamente, no dejó ni un rastro de su perfume
una carta, una letra doblada, corrida hacia un lado,
en otro idioma.

Pero que mala suerte
que justo se me cruza la rubia,
con tanto deseo
tan poca nafta.

Monday, March 28, 2011

la Waitsed strikes back!!

Los muchachones se vuelven a reunir para seguir homenajeando al Viejo Maestro Waits



hay mas videos que documentan esta celebracion en:

http://nadanullasounds.blogspot.com/

Wednesday, March 16, 2011

Formosa (last)



Terminó el paseo por el centro. A comer como se debe, me dije creyéndome merecedor de un banquete. Supuse, bien, que el restaurante del hotel no me iba a defraudar. En el viaje de ida en avión, mi compañera de fila me había aconsejado probar empanada de yacaré. Me atrae experimentar nuevos ingredientes gastronómicos (alguna vez morfé delfín, nada del otro mundo), y además si el plato está en la carta, no te mata, seguro. Pero no encontré al yacaré en la lista. Buenas propuestas, pero nada exótico para mí, salvo una a base de surubí. La pedí, portentosa. Antes de irme pregunté por el yacaré. No es muy común, por ahí sale más en Paraguay, me dijo el mozo.
Segundo y último día. Dormí. Me levanto en la habitación del hotel tipo ocho, ya que el funcionario-anfitrión que me había recibido me dijo que la oficina donde yo tendría que hace mi trabajo estaría a full desde temprano, y ya luego de las 11 se va aquietando y mucho. Necesitaba estar cuando el lugar estuviera en llamas. Le pedí a este buen hombre que no me viniera a buscar, un poco porque quería caminar y un poco porque me incomodaba que estuviera pendiente de mí.
Todo listo para dejar el hotel. Una última mirada por la ventana. Abajo a la derecha, la piscina de una casa vecina, y pegado a ella un aljibe.
Tomo el ascensor (automático, muy sucio y de aluminio en placas, por lo que curiosamente resulta muy fácil de lavar, supongo). Llego a la conserjería. Dejo las llaves, devuelvo el control remoto, pago. Me voy despidiendo del hotel, un rito que invariablemente me causa algo de nostalgia.
Salgo con la mochila en la espalda, siento que el conserje y los que conversaban con él me miran a través del enorme vidrio de entrada. Tal vez no fue así.
Camino hacia la oficina donde me esperan. En el trayecto veo una nueva cola que da vuelta la manzana. Origen: un Banco Nación. Intento averiguar el motivo de la nueva alineación de personas, son todos esquivos los testimonios. Me siento un entrometido, aunque lo termino averiguando: jubilaciones y planes sociales. Paciencia sobra entre estas personas, que voy dejando atrás.
Llego a la oficina pública. Mi anfitrión no está y según me dicen sí está en una reunión muy importante (¿lo habrá hecho a propósito para darme a entender sobre su ardua labor?). Igual hago lo que tengo que hacer -por lo que vine-, gracias a la mano derecha (segunda firma, le dicen al cargo de esta mujer) de mi anfitrión. Siento que todos, el resto de los empleados, me tienen en cuenta mientras hacen artificial y ampulosamente el trabajo diario. Termino, pero me resta conversar con el mandamás, quien me llevará al Aeropuerto. No lo espero.
Me queda un hueco de dos horas. La caminata esta vez me lleva al borde del río Paraguay. Calor insoportable. Me siento a la sombra mirando el agua. Al lado mío pasan dos turistas extranjeros (los escucho). Se dirigen directamente a un puerto flotante desde donde salen las lanchas y catamaranes que van y vienen de la costa paraguaya, también a la vista. Imito a los turistas, transformándome en uno más. Ellos se paran frente a una especie de ventanilla de atención al público, donde se hace el trámite de migraciones, pues hay que salir de un país y entrar en otro. El que atiende, un gendarme, está sólo y nada me impide traspasar su línea lateral en dirección hacia donde está la venta de pasajes, cosa que hago. En eso, el uniformado sale de la casilla y a mi espalda me pregunta un tanto imperativo: ¿adónde va? Ultimamente decir la verdad me ha traído algunos dolores de cabeza a nivel personal (sincericidios le llaman algunos), pero no se me ocurrió otra cosa que ser enteramente honesto. “No sé”. Me dijo que pasara y volviera, acordando tácitamente entre ambos que no iba a viajar. Eso hice, y no vi nada más interesante que lo que había visto desde más lejos.
Estaba sobre la hora, por lo que, según lo acordado, me dirigí otra vez a la oficina pública me encontré con mi anfitrión, que se prestó a brindarme la asistencia que faltaba. Luego había que ir al Aeropuerto. Por suerte no me llevó él (tenía muchas casas que hacer, me dijo), sino su segunda firma, quien entre otras cosas me contó que el día anterior su hijo había comenzado el colegio. También me dijo que al crío no le había comprado ningún útil, ya que esa fue la indicación de la escuela. Y así fue: el pibe volvió a la casa con útiles y guardapolvo nuevos, envueltos en una bolsa con el sello de la gobernación provincial.
Volví a Buenos Aires y relaté esta última anécdota a una persona que, con algo de lógica y una mueca en la cara, me señaló que cuando algún país escandinavo asiste y subsidia a sus ciudadanos lo vemos como un ejemplo.

Saturday, March 12, 2011

Excursión a Formosa (segunda y penúltima parte)


(No sé si existe el antónimo de provincianismo, pero ese significado intentaré evitar en estas líneas; además propongo tener en cuenta que mi estadía fue de menos de 48 horas)

A mi llegada, la terminal de aviones vivía uno de sus dos momentos clave del día, que son el de la partida y el de la llegada del vuelo de ida y vuelta que realiza un mismo avión (excepto los miércoles, que no hay conexión). Bajo de la nave, atravieso la explanada y llego al hall del aeropuerto. Los tipos con carteles de cartón escritos a mano invitaban a pensar “qué pasaría si le digo: -yo soy xx (repitiendo el nombre se lee)”. Como que bien da para hacerle un cuento del tío. Y eso pasa en todos los aeropuertos del mundo.
Pero a mí no me esperaba ninguno de ellos, sino el titular de la dependencia provincial de un organismo nacional. A las horas del encuentro este hombre me confirmaría algo que mis prejuicios ligados a cierta, pero insuficiente, información previa, me indicaban: más del noventa por ciento de la población de la capital provincial subsiste gracias al estado, sea en forma de empleo o subsidio.
Subimos al coche oficial que él manejaba. En pocos minutos llegamos al centro de la capital, la cual, diré, a riesgo de sonar peyorativo, por fisonomía y dinámica me hizo acordar a los alrededores de alguna de las estaciones del Roca bonaerense. No pasaba mucho. Y menos en ese horario: tres de la tarde (lo de la siesta no me lo tenían que confirmar, el intenso calor invitaba a no moverse mucho, aunque personalmente la humedad a la porteña –nosotros estamos al lado del Río de la Plata, ellos, los formoseños capitalinos, al lado del río Paraguay- me parece el peor amigo de la siesta).
La oficina pública en la que tenía que hacer mis labores ya había cerrado, así que lo único que necesitaba hacer con obligación ese día era encontrar hotel. Mi anfitrión me llevó a recorrer las tres opciones tres estrellas que había (mis pretensiones no eran turísticas, y para el caso sólo había un solo hotel turístico). De los dos que tenían vacantes elegí el más céntrico, aunque entre ellos están bastante cerca, cinco cuadras. Se trataba del hotel de Gendarmería Nacional, para corroborar aquello de la presencia estatal.
La recepcionista me dio las llaves y el control remoto, que tomé con algo de aprensión (que intenté no exteriorizar), pensando en la cantidad de personas que lo tocaron antes que yo, y cómo tendrían sus manos; pero llevar este axioma al extremo me conduciría a nunca más tocar plata. Quinto piso. La habitación estaba justo encima de la sala de máquinas de los aires acondicionados. Pese a los ventanales, el ruido era notorio y sostenido. También llegaba adentro el calor húmedo (muy parecido al porteño, repito), por lo que cerré pronto las ventanas y prendí el sinfónico aire acondicionado. Me bañé y luego hice un poco de zapping. La única diferencia con lo que conozco eran dos canales, uno local y otro paraguayo. Envidié la manera en que los actores de una ficción cómica que transmitía uno de estos alternaban el español con el guaraní. Gran virtud, manejar dos matices de palabras y sentidos en uno, me parece.
Ya casi era la hora del té cuando me decidí a deambular un poco por el centro. Según me habían dicho estaba a sólo unas cuadras, del que no me hubiera percatado si no me decían. Tenía hambre, mucha, pero todo estaba cerrado, menos una confitería que adiviné clásica, llamada Cascote. Gran nombre, pero carísimo el lugar. Un sánguche y una cerveza cincuenta mangos. Pagué y seguí caminando hasta llegar a la calle España (el patriciado de la nomenclatura en las calles además de homenajear a la madre patria rinde culto a los próceres y fechas clásicas como San Martín y 25 de mayo). Miré para todos lados. Algo había cambiado: gran dinámica, gente por todos lados. Chicos saliendo del colegio, siempre con uniforme (hasta los de colegio estatal), hombres, mujeres, motos por todos lados. Una escena me llamó la atención: grupos de cuatro o cinco mujeres, cada diez metros en la cuadra más concurrida. Comadres poniéndose al día, supuse. Y también cientos de motos, como una Roma del norte argentino. Y también (y ahí la razón de lo anterior, seguramente) negocios de venta en cuotas, uno al lado del otro, uno en frente del otro, invariablemente concurridos. Y muchos locales de teléfonos celulares. Y policías, que por recordarlos deben haber sido muchos.
Ya estaba cansado de caminar, así que me volví para cenar en el restaurante de hotel, no quería más sorpresas gastronómicas. Con cada paso, voy dejando atrás el centro mientras los carteles de Gildo (Infrán, aquí no se necesita aclarar el apellido) me asustan un poco desde mi rol de incauto progresista porteño.
Tenía que pasar por la plaza principal, pero antes de llegar a esta percibo una fila de gente de una cuadra. Yo estaba enfrente. Cruzo, miro despechadamente tratando de averiguar de qué se trata. La cola comenzaba en local del Correo Argentino. Reparten el aparato de la televisión digital argentina. Hay papeles con listados en las paredes. Curioso, pensaba que este sistema tendría poco predicamento, pero parece que en algunas poblaciones tendrá suceso. También, que hoy en día no sería difícil repartirlo sin necesidad de que se formen aglomeraciones de personas.
Llego a la plaza. Ya cae la noche y dos madres miran atentas como sus niños se tiran de un tobogán de cemento, gigante por lo ancho. Alrededor me llaman la atención los árboles, y no por la cantidad, sino por la variedad de formas y especies. Todas crecen.
Voy dejando atrás la plaza y leo en un cartel: patio de skate. Claro, el tobogán era uno de los extremos del half.

Monday, March 07, 2011

Excursión a Formosa (primera parte)


Siempre me llamó la atención que también hubiera una Formosa en Asia: la isla de Taiwan. Googleo un poco y averiguo que la denominación tiene que ver con la descripción del conquistador europeo sobre el lugar (hermoso, formosa), misma opinión que originó el nombre de la provincia argentina por los mismos. Ya dentro del avión, y en ocasión una misión de laboral de circunstancia hacia la nuestra, me pregunto si una Formosa se parecerá a la otra.
Soy de los pocos que se ponen nerviosos por volar. Digo pocos porque todavía no conocí, salvo en informes relleno en noticieros de TV, otro temeroso, ni supe de él, por lo que supongo que no debe ser algo tan común; o tal vez los verdaderamente temerosos andan por ahí (aquí, ahora digo) abajo, trasladándose mediante otros medios. Lo cierto es que mientras más vuelo, menos nervios me provoca volar, así que este viaje a Formosa, por estar precedido por otros recientes, fue digerible, tanto que no sufrí en demasía los dos peores momentos: el despegue y el aterrizaje. Y debo admitir que esto también tuvo que ver con el hecho de que viajé en uno de los nuevitos embraer brasileros. Chiquito, coqueto, cómodo, sutil de movimientos, el avión. Y con olor a nuevo, como los autos cuando tales.
El revés del asiento de adelante me aguardaba una sorpresa: una mini pantalla plasma personal, que, perdón a los acostumbrados viajeros, hasta entonces sólo había visto de refilón cuando pasaba por el sector business. Cual new rich, comencé a tocar los botones (tanto los de plástico como los de pantalla), pero la cosa no comenzó a funcar hasta que la aeronave llegó a la altura crucero. Que nada altere la atención a la seguridad necesaria del despegue, imaginé.
Arriba, la programación de la pantallita se mostró fatalmente chata; si era música, Shaquira o algún tema de la última Mercedes Sosa con algún artista invitado, entonando canciones que ya tuvieron las mejores versiones de la primera; si era cine, tan poco interesante que ni recuerdo las películas que había, pese a que eran 11 propuestas (eso lo recuerdo, porque deambulé el menú varias veces). También había documentales sobre la historia del petróleo en la Argentina, y algún episodio de pseudorevisionismo histórico conducido por Pigna. Bodrios. Series: los Simpson, a esta altura un comodín como el sensible y latinoamericano Chavo, por lo que suena a otra vez sopa, y había una que se llamaba Glee, o algo así, que ahora no pienso googlear y que, por su imagen de presentación, me daba a a un Casi ángeles yankee.
De repente, me vi: estaba con el dedo índice como un poseso, intentando esquivar la peor programación nac pop, que curiosamente incluía “las empresas más queridas” o algo así, referida a simpáticas y modernas multinacionales con empleados que fuman porros luego del almuerzo. Al asimilarme zombie, desistí seguir digitando, para alivio del pasajero sentado delante de mí, que ya estaría histérico, sufriendo espasmódicas punciones cerca de su nuca.
No tenía que pensar que estaba a 11 mil metros del suelo, volando en una máquina piloteada por humanos y que luchaba humildemente (no puede ser de otra manera) contra la ley de la gravedad, por lo que pronto busqué nueva actividad. Esta vez, ojear la revista de a bordo antes de abrir el libro que venía leyendo en esos días (Corrección, de Thomas Bernhard). Estiré el arnés de elástico que está debajo de la tabla rebatible, y saqué la revista. Por suerte para los árboles era una sola, ya que hasta hace unos meses había comprobado que en los aviones de Aerolíneas había dos publicaciones de a bordo, una que subsistía como prolongación del contrato con una editora de cuando la empresa aérea era privada, y otra de una editora vinculada a los amigos de la nueva administración estatal. Una de las dos ganó (por lo menos por ahora), por lo que el automatismo de leer por arriba una revista con casi el mismo escaso atractivo que las de los diarios dominicales duró la mitad que mi anterior viaje.
En eso, se prepara el carrito de aluminio. Se venía el rito del tentempié, ya a esta altura un excesivo ceremonial malhumorado de las y los azafatos que lo realizan. Cada vez disimulan menos que se sienten serviles, con lo que hay que atajar la bolsa de galletas y hasta admitir tímidamente que lo que se quiere ante el ofrecimiento es un vaso de coca. Pero bueno, pasó.
Estaba ensimismado en la lectura del mencionado libro cuando la sensación de montaña rusa en picada me sorprendió. Hacía hora y media de la partida desde Buenos Aires. Momentos después el capitán anunció el aterrizaje. Miré de reojo por la ventanilla antes de sumergirme en párrafos que leería y no podría procesar por los nervios ante el inminente aterrizaje. En ese golpe de vista aprecié espesura vegetal, ríos; e imaginé humedad, mosquitos, calor, precarias embarcaciones cruzando ríos con personas y mercaderías. Tal vez escenarios no tan distintos de otros de la Formosa asiática.

Monday, February 28, 2011

Ganas

"Fear is the path to the dark side. Fear leads to anger. Anger leads to hate. Hate leads to suffering."
Maestro Yoda


Y sin embargo
no hay nada como estar triste
para patear unos culos.
Yo prefiero eso de estar triste
a estar así
como ahora.
A que me de lo mismo poner la cabeza en el riel
que jugarle un par de boletos a Pocahontas.
Prefiero sacarme la piel rascándome
que bancarme a las moscas
tan pretenciosas, tan canallas que se hacen las preciosas.
Y juro que nunca vi unos dientes como esos
nunca los vi tan blancos -hay que aguantar cada cosa-
tan blancos que dan risa.
Al parecer
tengo una charla pendiente -no lo había anotado-
de cocina o de imágenes
pero la verdad, como que no da.
O como los dientes, que dan risa.
Veo a todos como si fueran cuatro ovejas y un pastor
(de acá para allá de allá para acá
nunca de abajo, siempre de arriba).
Cuando me fui de la casa de mis padres
dejé la lana por la necesidad.
Traté de reirme, conocí a Szilvia
y me gasté toda la risa en ella.
Hay veces que le pongo buena onda, viste,
Y sin embargo no hay nada como estar triste
para patear unos culos.

Wednesday, February 23, 2011

La Gloria

No sabe quien sos, La Gloria,
te desconoce.
No busca ahijados, no bendice,
germina en vasos de vidrio
y se toma en cucharas de remedio.
Gambetea nombres propios
de veredas olvidadas
en cafés del barrio.
Sus días se cuentan en segundos
sus noches en orzuelos y escafandras.
No te necesita a su lado
siempre está huyendo
hacia un exilio duradero.
Escribe tus letras en el cielo
justo antes de que llegue la tormenta.
Dicta cátedra en escaleras empinadas
y te suelta la mano
cuando los peldaños malcrían
otros mendigos.
Es muy puta La Gloria:
traiciona por menos que centavos
y tiene el estilo justo
para disfrutarlo.

Sunday, February 20, 2011

Con Ustedes, Ben Webster, un verdadero Pescador



Señores, saboreen esas lagrimas pescadoras, alimentadas por la emoción, el tabaco, el alcohol, y según dice la leyenda, la noticia de la muerte de Prez, Lester Young, el presidente de los tenores.

Thursday, February 17, 2011

Pongan el carro en movimiento, déjenlo andar


pero sepan por su seguridad
que no siempre los melones se acomodan solos.
A veces ellos mismos lo creen. Creen en acomodarse
en que no necesitan.
A veces lo simulan.
A veces parece que se acomodan
pero si le ponen un ojo al sentimiento y se valoran un poco
no siempre se acomodan solos.

Ningún melón admite la derrota
la posibilidad de no tener la razón
por eso se entregan en un perfume tan dulce
tan bonito
que habría que ser una barrica para no conmoverse.

Estarán convencidos que no te están pidiendo nada
sienten que no necesitan, salvo aquello pequeño
una fruslería
aquello en lo que nadie repara.
Y de golpe en la adversidad se abren
y ves que el espíritu amarillo que vive en el melón quiere tu alma.

Son necesarios los mejores instrumentos
un trinchador de plata y un trapo, para lograr separar la cáscara
y poder ver lo que hay debajo de ella.
Requiere toda tu habilidad, todo tu arte trazado
en conversaciones sutiles, en amalgamas de especias
de fuegos, hornos y sartenes.
La ayuda de tus amigos, los consejos
los rasgos heredados
los bigotes del gato, los dientes del lobo,
para poder separar la cáscara de la pulpa
y vencer al espíritu amarillo del melón.

El truco se trasmite de padre a hijo
de generación en generación.
Pero habrá que amarse a uno mismo
habrá que manifestar un amor inmenso, egoísta
hasta cruel
para elegir el camino
de los árboles y el fresco
del campo en invierno
de la soledad bien ganada,
el vaso
y los amigos.

Pongan el carro en movimiento, déjenlo andar
pero sepan por su seguridad
que no siempre los melones se acomodan solos.

Friday, February 11, 2011

En julio del noventa y pico



vino con una tomatera a cuestas, motocicleta sin patente
y Ray-ban de piloto.
Que valor extraño -comentó al bajarse.
Me entregó en mano una fruta que estaba más roja que la tarde,
y un beso en la mejilla.
Se sacó las botas, entró en la cocina
y yo la seguía con la mirada sin poder creer su cintura.

Pasando el pasillo me habló de donde y de quien
de una mina que le gustaba y de como se olvidó las papas.
Me contó de los mares del Sur y de la carne de foca.
Yo no había estado allí pero no pareció importarle.
De las mil yeguas
y de las noches a caballo de la ginebra.

Que mina ruda, Rudy
que toma sopa con tenedor y come pan con oliva y vinagre.
Te arruina todas las citas
porque a su lado todas parecen gatitos,
se ríe como una cascada
y siempre actúa como si todos fueran suyos.

Está tan linda que es como si el amor se le notara en las pestañas
no precisa especial, marcha con cualquier combustible
y su campera de cuero me agita la antropofagia.
Una vez me di el gusto
y paseé mi mano por sus muslos.
Se dejó tranquila Rudy
necesitaba cariño alguna tarde y mi anillo le vino al dedo.

Pero nada con ella dura
se montó rápido y se alejó a toda marcha
Yo quedé saludándola con una zanahoria en la mano
tan naranja que parecía verguenza.
Que mina ruda, Rudy
Arrasa con las botellas
pero siempre me deja un cuarto de whisky
para que espere su vuelta.

Tuesday, February 01, 2011

Un Serrano ilustre

Por lo menos uno de nosotros.


Fila de atras, parados, de izquierda a derecha, el tercero, el poeta Don Venancio Serrano Clavero, bisabuelo del Guardian. El sexto de la fila, no hace falta que lo mencione.

Thursday, January 27, 2011

Diálogos Crapulares 2

Perdone, estoy yo muy errado, o es Ud. rengo?
No se equivoca Ud. en nada, realidad si soy rengo, pero veo que es muy poco observador, también soy negro, que como notara, de alguna manera rima con rengo, rima consonante si no me equivoco.
Es cierto, ya notaba yo algo más que su imperfecto andar.
Y a que se debe su inquietud, si puedo saberlo?
Vera Ud., cuando lo vi, sentí una implacable repulsión, que solo es causada en mi organismo por la cercanía de los rengos y otros minusválidos, sumado a esto ahora que me desasna, al hacho de que es además negro.
Comprendo.
Me alegro, realmente, porque también comprenderá que deberé administrarle una inolvidable tunda.
Eso sería en verdad muy molesto.
Pero inevitable, con permiso……..

Monday, January 24, 2011

What happened to Gary Cooper?

Let me tell ya something. Nowadays, everybody's gotta go to shrinks, and counselors, and go on "Sally Jessy Raphael" and talk about their problems. What happened to Gary Cooper? The strong, silent type. That was an American. He wasn't in touch with his feelings. He just did what he had to do. See, what they didn't know was once they got Gary Cooper in touch with his feelings that they wouldn't be able to shut him up! And then it's dysfunction this, and dysfunction that, and dysfunction ma fangul!

Sunday, January 23, 2011

Diálogos Crapulares 1

- Buenas noches caballero.
- Que pasa?
- Vea, soy ciego.
- Y que quiere, que le cruce la calle?
- No, solo quería decirle que soy ciego, a modo de confesión.
- Realmente, me importa poco, es más, yo detesto a los ciego. Claro que también me repugnan los rengos. Pero sobre todo, odio a los ciegos.
- Es la de Ud. Una postura interesante, quizás reprochable, desde mi punto de vista, claro está. Le parecerá curioso que un ciego tenga un punto de vista, pero no se alarme, estoy hablando en sentido figurado.
- Mire, deseo expresarle que su persona me parece repugnante, sobre todo cuando pienso que es Ud. Ciego, y esta conversación está logrando irritarme, siento una fuerza dentro de mi que me empuja a romperle a Ud. Todos los miserables huesos de su cuerpo, y quizás también los de su cara.
- No se preocupe, es la reacción normal de todas las personas al conocerme, aun en los que no odian a los ciegos.
- No aguanto más, disculpe Ud.
- PUM, PAM, CRASH, NACATE, AY!!!!
- Me ha dado Ud. Una soberana paliza, me dejo realmente en un pésimo estado. Estoy completamente seguro de tener por lo menos cinco costillas rotas, al igual que el maxilar inferior y tres dientes menos. --- Creo que mi occipital no ha corrido mejor suerte.

Thursday, January 20, 2011

El whisky no es para mantequitas

ni para mujeres ni para niños.
Que se bajen primero.

No es para esa gente que quiere daikiris de colores.
No es para los que toman café descafeinado, té desteinado o cerveza sin alcohol.
No es para los palurdos de las esquinas
que les venden boletos nocturnos a los que carecen de monedas.
No les va a los mexicanos tequileros de enchiladas y aliento rancio.
Ni a las chicas diet coke, ni a los jockeys en actividad.
No hay ni una lagartija que tome scotch,
ni un gigoló rubio que pasó por todas las nenas.
No es para los rompecorazones que no dejan madurar el tomate.
El whisky no anda con los alérgicos,
ni con los consumidores de tofu.
No va con los quieren finales felices.
No es generoso con los ciegos aunque escriban en retazos.
Le vuelve la espalda a los que nunca largan el metro
a los que miden los detalles y aman ser los maestros de la botonera,
y a los escanciadores de agua bendita y pan multiplicado.
No es para mantequitas, ni para niños ni mujeres.

El whisky es para los marineros de barcos franeleros,
de vela rota y hierro oxidado.
Para todos aquellos con problemas dentales,
caries y agujeros.
Para una flaca que maduró en la cárcel
y demostró tener más bolas que un tipo.
Para los ausentes, que se perdieron de asco, voluntariamente.
Para los que se ensucian de carbón y aceite.
Para los músicos de bares de mala muerte
que no tienen reloj pulsera.
Es para el turfman cuando se le dan todas
y deja la perrera en coche de alquiler.
Para los que forjaron mis cuchillos de cocina
Para los que descubrieron la electricidad
y olvidaron la fórmula
o la cambiaron por un costillar bien hecho y una estampita de San Eustaquio.
Es para los que tienen frío y no tienen madera.
Para los que van al amor y a la guerra cantando canciones.
Pero por sobre todos, el whisky es para los pescadores anónimos
que aguantan, estoicos, los embates climáticos,
los estados de ánimo, las moscas del amanecer.
Los que no pierden el hambre por divorcios, por intentos fallidos o aneurismas.
Para los que se ríen de la propiedad privada
y de la ropa limpia.
Para todos los pescadores anónimos
nostálgicos del futuro.

Pescadores Anónimos

Dijo Colum McCann

"Si quieres ser feliz durante una hora, emborráchate; Si quieres ser feliz durante un dia, mata a un cerdo; Si quieres ser feliz durante una semana cásate; Si quieres ser feliz toda la vida, ve a pescar”.


Dijo yo:

"Si quieres ser feliz durante una hora, tomate un whisky; si quieres ser feliz durante un día, tomate una botella de whisky; si quieres ser feliz durante una semana, mata al cerdo, cocinalo de diferentes formas, comelo y tomate varias botellas de whisky; si quieres ser feliz toda la vida, andá a pescar y que algún esclavo te prepare los vasos de single malt, la picada, el cerdo, cordero, vaca, fideos o lo que quieras, vive con tus amigos y que cada tanto venga alguna mina para tener sexo casual"

Friday, January 14, 2011

Wednesday, January 05, 2011

No es NYC, es Pueyrredon y Rivadavia....



una pieza arqueologica, para empezar el 2011.