En Buenos Aires tengo a mi amigo, y tenía al papá de mi amigo.
Nunca supe si Leandro me llena tanto por él mismo o por sus viejos.
A su padre creo que nunca le llamé por su nombre, le tenía tanto respeto
que le decía el papa de Gilgalad o como mucho y no sin ruborizarme un poco por
lo argentino de la expresión, robada , copiada , compartida: el viejo de Gilgalad.
Me llevaba a Boedo, me presentaba a sus amigos, y me hacía sentir bien en
un lugar que yo no era más que un visitante impertinente. Todos me acogían
porque él lo quería.
La vida es un cumulo de detalles, recordamos los buenos y los malos, las
medianías se olvidan en el fondo de nuestra memoria. Y él me dio momentos
buenos. Nunca olvidaré un día, escuchando en su casa, ese piso imponente de
mansión de las que ya no quedan. Pues como decía, nunca olvidaré escuchando
aquella canción de Sabina; y cada frase que cantaba Sabina, el padre de
Gilgalad la comentaba, emocionándose y emocionándonos a todos los que estábamos
presentes… , y claro ese señor admirable , respetable, sabio y ponderado, consiguió que ese día dejara der ser el papá
para ser un amigo más. Gracias por el honor, de verdad gracias por darme el
honor.
Y no puedo decir más porque los que le conocisteis mejor, sabéis todo lo
buena persona que fue, mejor aún que yo.
Y siento nunca haberle podido decir lo que te quería y admiraba tu hijo.
Siempre estas presente en todo momento, porque Leandro piensa que es muy afortunado
por tener a la persona mas virtuosa como padre. Pero bueno me imagino que ya lo
sabrás… y como diría Sabina, me disculpa por el tuteo.
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