Friday, September 20, 2013

A favor de lo malo

Nací malo. Malo e idiota. Malo e idiota y vicioso. Por eso disfrazo de poesía mis reflexiones horrendas, malignas, contaminantes. Por eso no escribo ensayos ni narrativa, donde la razón impera y uno está obligado –por la sintaxis, por la semántica, por la lógica, que es la matemática impiadosa del lenguaje –  a expedirse sobre el bien y el mal. No escribo ensayos ni me manifiesto explícitamente sobre las cosas. Uso el humor, el verso,  el decurso elíptico. Por eso me he ganado el sustento durante años escribiendo discursos y no pronunciándolos (pronunciándolos se gana cien veces más, pero ese es otro tema)  La cuestión es que una sobredosis de vida social me ha dado motivos para hoy despacharme sobre ciertos puntos de interés público. Empiezo por acá. Quizás siga en otros foros con este manifiesto obvio, que no aporta nada nuevo, pero que constituye una toma de posición. Seguramente muchos se enojarán al leerlo. Pero ya estoy grande; al cosmos, al prójimo y a uno, le hacen bien los pronunciamientos.

Empiezo. Condenar ciertas cosas (desarrollo después a qué cosas me refiero)  resulta una verdadera estupidez típica del pensamiento light burgués, tan vigente para pacificar la conciencia propia e irse a dormir sin culpa. Todos los adultos, en el marco del sistema capitalista, somos mercancías, en la mayoría de los casos por propia voluntad. Ya sea alquilando nuestra mente o nuestro cuerpo, somos mercancías de alguien, de una estructura, de un sistema de pensamiento, de un consenso implícito.  Dejar de ser mercancía implica tomar una decisión difícil ya que esto suele incluir quedarse sin ingresos, sin platita, sin viyuya, sin incoming; sin eso de lo que se habla tan poco pero importa tanto. Hablar de guita suele ser como poner un sorete de perro sobre la mesa. Sólo se hace con eufemismos. Pero el que no es rico, tiene que trabajar.
Sigo. En ese contexto, celebro que Ámsterdam ponga todo a la vista. El adulto que está en contra, elegirá libremente qué hace con su cuerpo, sus manos, sus pies ¿cuál es la diferencia entre un masajista, una odontóloga, una jugadora de tenis o quien ejerce la prostitución? ¿Qué moralina nos ha hecho creer que ciertas partes del cuerpo merecen  comercializarse y otras no?

Continúo. Condenemos el secuestro. Condenemos la tortura. Condenemos el sometimiento de quien no quiere ser sometido. Pero no las situaciones equívocas. Si empezamos a suponer que hay gente que se somete a ciertas cosas porque “no entiende” o “no está capacitada para comprender” entonces hagamos un blanqueo sobre eso: ¿Quiere decir que hay gente de intelecto A, B y C? ¿Quiere decir que hay personas que debe ser “cuidadas” por otras personas “que saben”.? ¿Quiénes son los que saben? ¿Los locutores en contra de “la droga y la prostitución”? ¿Esos “saben”? ¿Esos que andan derrochando queísmo y dequeísmo y cuya lectura de cabecera es la revista Caras? ¿Los funcionarios y empresarios saben? ¿Esos ignorantes seriales deben opinar y decidir por nosotros porque les dan cámara? ¿Tinelli sabe? ¿Mirta Legrand sabe? ¿Qué quiere decir que “nuestra sociedad no está preparada para la libre elección”? ¿Quiénes “no están preparados”? ¿Los cabeza? ¿Los villeros? ¿La doña de Caballito sí está preparada? ¿O es la de Montevideo y Santa Fe la que está preparada?  ¿Debemos inferir que quien dice “la sociedad no está preparada” sí está preparado, pero sólo él y no el vulgo? ¿El boxeador, la prostituta, el que se fuma un porro o se toma un frasco de arsénico no está preparado? ¿Deberíamos “iluminarlo” quienes, en cambio, sí estamos muy bien preparados porque somos cultos e inteligentes? ¿Deberíamos entonces, nosotros, los cultos e inteligentes (que sí manejamos los vicios con prudencia, mesura y vasto conocimiento, a tal punto que jamás nos equivocamos) decidir por los brutos? Entonces dejemos de blasonar la gran farsa de la autodeterminación, de la democracia, de los derechos universales.  Decidamos quiénes saben. Quiénes son libres y quiénes deben hacer lo que decidan “los que saben”. Que decidan el enano Feinmann, Sofovich, Susana Giménez, y toda la runfla que alguna vez de casualidad leyó la etiqueta de un desodorante como mucho.

Paro. Sólo una cosa no admite discusión: los chicos  tienen que ser protegidos porque ellos sí están en desventaja. Desconocen. Hay que cuidarlos. Hay que enseñarles. Hay que darles oportunidad de elegir, no imponerles nada como si fuese única opción. Los adultos, en cambio,  tienen que hacerse cargo de sus movimientos y decisiones y sencillamente respetar la ley básica: no joder al prójimo. Si alguien decide tomarse un litro de lavandina o acuerda con otra persona en un contrato –privado, entre partes– dar un uso determinado a su cuerpo (a un dentista, a un masajista, a un profesor de yoga, a un cirujano, a un DT) es cosa de adultos. En Alemania, un tipo publicó un aviso ofreciendo ser asesinado y ser comido. Encontró quien lo hiciera. Fue un acuerdo. Desde mi punto de vista un acuerdo fulero para el que acabó en la sartén. Pero  sobre gustos no hay nada escrito ¿Cuántos tratos y contratos explícitos conocemos que son espantosos para una de las partes y sin embargo se firman, se cumplen y la Ley los avala?

Y termino. Qué lindo sería un blanqueo moral universal. Porque mientras los idiotas persiguen a las prostitutas y condenan el boxeo, las drogas, etc.  los verdaderos delincuentes, los más miserables, como el pedófilo Grassi, (que estaba para cuidar y prefirió violar, confundir, destruir la estructura emocional de personas en formación, inermes) siguen libres. El lobo en el gallinero. Y la idiotez, y los locutores, y los tacheros, y las señoras, y los intelectuales, siguen rasgándose las vestiduras para luego masturbarse en el baño. No son culpables de lo último, sino de lo primero. Que no jodan. Los miserables de siempre, que no jodan. Cada quien es dueño de su cuerpo y nadie es dueño del cuerpo del otro. Más sencillo no puede ser. Quien no entienda esto es idiota o es hijo de puta.
Coda ¿y a quién carajo le importa?
 

 

2 comments:

Leandro Caffarena said...

Ya te dí mis observaciones personalmente. Por acá sólo te diré: fantástico.

Sancho said...

Ja! Sos un amigo.