te subiste a un viento
te uniste a los planetas.
Y me cayeron encima las montañas
y me quedé sin sangre
justo al empezar esta ruta de la orfandad.
Te juro que escuché los consejos
empezando por los tuyos, los de toda la vida,
esos que constituyen el anclaje a mis remanentes intersticios de cordura,
los oí
y recibí el consuelo de la tierra entera.
Pero nunca te preparan para dejar de ser hijo.
Te extraño, obsesivo.
Te encuentro
en tu olor, que quedó en tus camisas y en tus pañuelos
en el recuerdo de tus dedos retorcidos del piano
en mi cara ahogándose en tu pecho
en tu mano tomándome del brazo
en cada calle que cruzo.
En los cafés del Abasto donde ensayaré esta noche
en estas letras inconformes que ahora escribo.
Fuiste tan grande que no entrás en los recuerdos de uno solo sino de todos
de los que cobijaste con tu mirada llena de años
y de los que no te conocieron
pero aprendieron a amarte a través mío
como la mujer que me acompaña, me ama y me soporta
que es mi luna y mi motor.
Te encuentro sí,
y con cada encuentro, con cada pensamiento que me atraviesa
más y más aún
te extraño
cada día.
2 comments:
Sin palabras: una belleza. Sos grande y heredero del alma.
Lástima que hayas escrito algo tan bonito.
Lástima porque tu viejo ya no está aquí.
Post a Comment