Friday, September 26, 2008

Cuando alguna noche, por esas cuestiones de divorcios


dormíamos mi viejo y yo en un mismo cuarto,
él apagaba la luz para marcar el fin de la jornada.
O mejor dicho, de mi jornada,
porque él fumaba un rato;

su brasa iba y venía
constando la vigilia,
el pensamiento ardiendo,
la ansiedad vital,
sus planes.
Yo no dormía;
seguía devocionalmente
el curso de ese cometa tabacal
genial, en ochos, ceros, elipses furiosas,
desprendimientos infernales en miniatura
sobre un invisible cenicero.
Todo mi viejo latía ahí.
Hasta su barba, en la penumbra,
parecía a punto de incendiarse.
Era bueno saber que alguien velaba,
planeaba. Proyectaba.
No era tanta la deriva, entonces;
el jefe dibujaba con luz en el vacío
y a algún lado llegaríamos.
Yo trataba de leer el futuro
en el periplo de esa brasa.
Ese movimiento sacro y arcano
de brazo, de mano, de índice y mayor,
señalaba algo indescifrable,
pero seguramente genial,
mientras viniera de mi padre;
tales coordenadas; precisas,
implacables, certeras,
no podían fallar,
en ningún mar, en ningún mundo.
Cuando ahora fumo
mi propio cigarro en la cama
y veo esa brasa ir y venir en la oscuridad
suelto el humo sobre ella
y me pregunto
qué liturgia me está llevando a dónde.

6 comments:

Homero Beltrán said...

No digo nada, porque me gustó. Pregunta con respecto al título: ¿es adrede que pareciera este ser la primera línea del texto?
Me imagino a un observador preadolecente, que ahora, ya señor, rememora. Pero quién te ve ahora a vos fumando. Vos mismo. Enorme logro.

Gilgalad said...

Está muy bien, tiene la magia esa de poder captar imágenes-momentos.

Mi observación es la siguiente: lo de tu viejo es redondo. El tipo marcaba que se acababa tu día y vos contemplabas la brasa y a Dios que cavilaba en silencio. Como hubiera sido para cualquiera de nosotros.

Ahora la segunda parte (los últimos nueve versos) no define más que una duda. Los repito abajo:

Cuando ahora fumo
mi propio cigarro en la cama
y veo esa brasa ir y venir en la oscuridad
suelto el humo sobre ella
y me pregunto lo mismo.
¿Qué sacro movimiento estoy haciendo?
¿Qué liturgia me está llevando a dónde?
¿Qué definitiva luminosidad
hace combustión entre mis dedos?

Y me pregunto lo mismo me parece que encierra todo el secreto. En realidad cuando tenés a Dios fumando al lado tuyo, no te preguntás lo mismo. Una cosa es preguntarse qué truco estará cavilando el mago (mago tipo Merlín y no tipo Copperfield) cuando estás viendo al mago con la túnica con medialunas y estrellas y otra es cuando te preguntás lo mismo pero con la certeza de que no hay magos y que si de vos el mundo espera magia, en todo caso no va a ser tan sencilla de producir.

Pero no termino de entender qué es lo que estos últimos versos quieren transmitirme: el niño que quedó atrás? la derrota del edipo? las dudas del adulto?

Por ahí (mucho no me atrevo a decirlo) me gusta mucho más sin todas las preguntas del final (últimos cuatro versos desde "¿Qué sacro movimiento..." hasta "...hace combustión entre mis dedos?".

Sancho said...

Gracias Astor. En efecto, yo no uso tìtulos (en todos los poemas hago lo mismo) Los escribo y después los pinto de negrita. Los tìtulos, en sì mismos, me huelen a pomposidad.
Gilga: Es probable que tengas razón con lo de los últimos cuatro versos y me voy a tomar un dìa para pensarlo porque haora estoy con fiebre. Pero intuyo que, en efecto, si no fue un exceso, un barroquismo. Vos, Gilga, sos bastante afilado para "limpiar" finales,así que esto lo tengo que revisar.Con respecto al resto ( y explicar un poema es tan idiota como explicar un chiste pero voy a hacer la excepción por estar al pedo y con angina): cuando lo escribì pensaba nada más que en esa cosa graciosa de creer en los padres como si fueran seres pensantes y un dìa descubrir que eran los mismos boludos que uno fumando en la cama, desorientados, sin ningùn plan y a la deriva total. Como siempre, como todos, aunque pretenda simularse otra cosa con teorìas maquiavélicas y conspirativas. Era eso nomás.

Sancho said...

Y sí; otra vez tu sugerencia, Gilga, me convenció y cercené. Tenías razón, había un exceso ahì al final.

La Fiera said...

Me gusto mucho, y el cambio del final le sumo la potencia de esas potrancas que 200mts antes del disco meten 5ta y salen disparadas hacia la meta, pasando 3 o 4 caballos en una baldosa.

Yo lo vi como un homenaje impresionante a tu viejo, justo, preciso y acogedor. Porque en definitiva los viejos sirven para tapar algún agujero en esos años de la infancia. Despues, nadie sirve para nada.

Sancho said...

Sí, es también un homenaje a mi viejo, claro. Un homenaje que lo humaniza y le perdona su desconcierto de entonces; después de todo, el pibe por entonces serìa un purrete de 25, 26 años.