Tuesday, October 09, 2007

Ni el pucho en la oreja

Me estoy extinguiendo.

Ayer desde La Dama de Bollini hasta Austria y Arenales, meras pocas cuadras, sólo me crucé un porteño y no estoy seguro de que lo fuera.
En este edificio, donde me ahogo en horas de trabajo, mi vecina rubia, tamaño compacto con la mirada desprovista de todo, proveniente de norteamérica -No Canadá ni México ni Groenlandia ni toda esa mierda congelada sino de la verdadera NORTEAMÉRICA- había dejado una bolsita en la puerta de su departamento con mierda de perro en su interior, un bonito siberian husky que se había mandado un lindo sorete cuyo olor inundaba el pasillo.

Costumbres extrañas.

No puedo dejar de acordarme las veces que, divertido, le hice contar a Ignacio la historia de los "gatos" sólo porque me gustaba eso de que la prosapia que los europeos le ponen a todo también se aplicaba a los madrileños. Pero en el vaivén del relato, mi momento esperado, lo que no me cansaba de oir, era aquello de que los "gatos" están prácticamente extintos.

Los bárbaros tomaron Roma. Ya no quedan madrileños auténticos, de los nacidos en Madrid, de los de padres y abuelos madrileños.

Los que me lean, no lo hagan desde la nostalgia. Nunca soporté ese Buenos Aires de aldea, que podía impresionar a alguien de América Latina o de las provincias. No me lean desde el chauvisnismo. Me interesa un carajo rodearme de iguales o de distintos -la verdad no me fijo- y no soy un nacionalista orgulloso, y de hecho creo que los argentinos tienen dos virtudes y una de ellas no les pertenece: la calidad de la carne vacuna y el culto a la amistad. No creo que haya mucho para enorgullecerse de nuestra conducta ni de nuestros aportes a la cultura mundial.

Pero tampoco estoy para caminar por Florida y que me asalte un tipo con camperas de cuero y un acento italiano que suena a aceite de oliva o para que en el Tortoni un fulalo de traje me diga que para tomar café hay que hacer cola. No le exijo a nadie emitir un carné de porteño que me permita transitar libremente por la calle pero sí debo confesar que me siento perdido en mi propia ciudad. Siento como si estuviera violando una norma por el simple acto de caminar una calle. Como cuando entrás de colado en una fiesta de quince o en un casamiento y algunos se dan cuenta y te miran mal.

¿Pero de qué colar en una fiesta hablo si estoy en extinción? Eso sólo lo hacían los porteños. Ya no lo hacen más. Ya no existen más. O si existen están tan perdidos como yo, en los sótanos o en las casas o tocando un tango en algún teatro de morondanga frente a un grupo de japoneses que vienen de ver una balalaika hecha por cosacos de Valentín Alsina.

Ahora hay lista de prioridades para entrar en La Bombonera. A trescientos dólares la platea media nunca la prioridad va a ser mía. Dentro de todo me consuelo en que poco a poco se extermina el puto "folcklore del fútbol", combinación que implica la posibilidad de vivir tres horas en el far west vigilando que no te choreen o te caguen a trompadas, pero igual hubiera preferido verme como un madrileño, con su platea en el Santiago Bernabeu domingo por medio en lugar de pagar el pay per view porque no queda otra.

En El Obrero el menú está en inglés.

Al final voy a terminar mis días con alguien que sea capaz de mostrarme Buenos Aires. Yo ya estoy desterrado y necesito un guía. O a lo mejor ni vale la pena. A lo mejor hay alguien esperando que me vaya. Que haga mis valijas, deje mi derpa en el centro -qué concepto: ¡el centro!- y lo alquile para turistas.

Si las cosas siguen así de dramáticas, Belgrano va a terminar siendo un barrio digno.

9 comments:

Sancho said...

Duríiiiiiiisimo. Bien. Un color aguafuerte siglo XXI para el diario de los pescadores.
Al respecto quiero citar a Dalmiro Sáenz: "Yo creo en los curas, me encantan los curas, con sus sotanas, la Iglesia católica y todo eso. A mí lo que no me gusta es la religión".
Y para rematar, parafraseando a Carlos Alberto García: "no tiene nada que ver con nada, pero es así la cosa, loco"

La Fiera said...

Bien gilga, hacía falta este alegato por una ciudad en la que jugamos cada día mas de visitantes.

Una ciudad de la que nos van a correr a patadas cuando no tengamos dólares para comprar los tomates y el pan.

Una ciudad que veremos crecer desde lejos, en algún lugar perdido de la llanura eterna.

Volveremos cada tanto a vacacionar, como todos estos perejiles que usan nuestros bares, y nos transformaremos en un perejil mas. Y diremos todos juntos "que linda ciudad!", sin entender que tiene de lindo que te hayan meado en la vereda.

Cuanta sabiduría porteña en tus palabras, Gilgalad. Que linda ciudad.

Nachete said...

Ciudad divina, peso barato. A Coppola le roban, el tango está de moda y viajar en avión es accesible para nosotros el populacho. Los jovenes anglosajones se pirran por latinoamérica... no es de extrañar todo lo que relatas.

Creo que hay que tomarselo con dignidad, aprovechense de que son Porteños y garchense a todas las guiries que puedan como Veneciano de mediados del siglo pasado.

Hagan que la gente sepa que tienen derechos adquiridos por ser compadres. Yo adoro mi ciudad llena de extranjeros, pues aportan mas que cagadas en el pasillo (por cierto vaya cagada¡¡) llame a esa yankee y dila con tu perfecto acento londinense que no vuelva a tirar al shit en una bag que esta en un país civilizado. Esos derechos adquiridos os los teneis que creer vosotros, recuerda lo que me dijisteis cuando yo ya empezaba a estar un poco tocapelotas porque no encontrabais un lugar de tango y milonga autentico "cheeeeeee, no olvidés que la fiera y yo somos Porteños"
Esa actitud es la que os va a dar los derechos adquiridos.

En mi último viaje, encontré un par de barecitos de paredes blancas merengues, haciendo esquina donde sólo escuchaba acento porteño, donde las cosas estaban puestas a tiza en un espejo; y donde escuchar acento español les causaba cierta extrañeza. No está todo perdido.

Pongan un lugar de tango donde, al estilo Feria de Abril de Sevilla, sólo puedan entrar Porteños y amigos de porteños (porque si no yo no entro).

Además en caso de desesperación, siempre quedarán gatos (en el sentido porteño)

Madrid es diferente, porque cuando todo el mundo era gato (en el sentido castizo), no era ni siquiera una ciudad si no una villa de medio pelo.

Por cierto el relato es buenisimo. Estilo castizo total mas que de aguafuerte como dice Sancho, de aguaardiente.

Anonymous said...

sin embargo gilgalad recién querés importar a una extranjera, pero que decadencia es esa señor.

Anonymous said...

o más bien es el caso del trio famoso, con el cura, el agua y el vino.

Gilgalad said...

Bueno, pero no vale porque es una extranjera aporteñada. No se que opinan los demás...

La Fiera said...

Buenos Aires es, desde su fundación, la tierra prometida para cualquier extranjero que este dispuesto a someterse a sus desginios.

El problema es el turista barato que viene a contaminar visualmente las calles, nunca el extranjero que viene a comer y beber de nuestras mesas.

Sancho said...

Tomad y bebed todos de ella
porque este es el cáliz de su barro,
mugre de la alianza nueva y eterna
que será derramada por compases y compases
para el perdón de nuestros malambos
Alem
(donde se transforma en Paseo Colón)

La Fiera said...

buenisimo Sancho, buenisimo.