Wednesday, November 04, 2009

Aun en las zonas de angustia...


...esas que tan bien supo describir Arlt, de dos dimensiones, que se desplazan a la altura de la garganta, que pegan justo ahí, y tras el golpe la sensación de nausea que vaticina la desdicha fastuosa, inmensa, decía, hasta en estas zonas aparecen por momentos chispazos de relajación. Pequeños chispazos, que explotan, por ejemplo, esperando la cerveza helada sentado en la Academia con 38 grados a la sombra, el libro abierto sobre la mesa, los auriculares bien montados para aislar el exterior, el temblor de piso que remueve las tripas, producto del subte B pasando por las entrañas del centro, y la ventana, que impide cualquier intento de lectura con su atracción inevitable.
Ese instante es impagable, y tan fugaz.

1 comment:

Sancho said...

Tal situación en la Academia es uno de los altísimos estados del espíritu; intancia en la que se puede llegar a sentir, por ejemplo, que una ráfaga de sentido nos bendice y premia por estar ahí, al pedo como duques, como corresponde. La vida debería ser el bar. En cambio, el hogar, el trabajo, ir a votar, cortarse las uñas y esas minucias, apenas eventualidades opcionales. Definitivamente, este mundo absurdo ha trastocado los valores. Y Buenos Aires, fuera de los bares, nos refriega el absurdaje con mueca cruel. Miren, sino: en lugar de una gigantesca botella eternamente refrigerada con canillas para deleite y solaz de los transeuntes, el lugar de lujo en la Avenida más ancha del mundo, ha sido asignado a un triste pene gris que nunca la pone y llamamos, vaya a saber por qué, obelisco.