Friday, July 04, 2008

Llevame a casa




Ahi estaba el hombre, desparramado al lado del arbol, con la cabeza levantada, con la mirada humeda y amarillenta.
A pocos pasos de el, el caballo, con su recado, las riendas colgando, mirando de costrado, de la unica forma en que pueden mirar los equinos, pero mas que posibilidades anatomicas, esta mirada paracia tener connotaciones expresivas.
Nos detuvimos, mi hermano y yo, que veniamos conversando como hacia tiempo no lo haciamos, por ese camino que bordea el arroyo, como si una pared invisible se hubiera interpuesto en nuestro paso.
Nos acercamos, nos inclinamos un poco, el hombre no parecia percatarse de nuestra presencia, quizas por eso nos sorprendimos un poco cuando articulo un sonido que parecia asemejarse al lenguaje humano.
Finalmente logramos, con mucho esfuerzo, entender algo de lo que el hombre nos decia, el muy desgraciado nos tomaba por milicos.
Debtaiendonos brevemente entre ayudarlo o dejarlo librado a su suerte por la afrenta de tan descortez confusion, terminamos por continuar con nuestra aventura hunmanitaria, y tomamos al despojo y lo levantamos.
El aliento y el olor al sudor de la criatura nos indicaba que el causante de su embriaguez era algun brebaje de indecible destilacion, pero ya estabamos en el baile, y bailamos. Lo presentamos al flanco izquierdo del matungo, y esquivando las dentelladas del noble jamelgo logramos estibar al paisano sobre el recado..
A la orden de “llevame a casa”, el flete la emprendion contra el camino al trotecito lento, haciendo bailar a su lastimera carga.

6 comments:

Sancho said...

Qué buena historia! Me acuerdo de la versiòn contada con tinto. Genial como esta.

El guardian de la maldita ota said...

gracias Brother, si gubieramos tenido mas de una vez un pingo como ese, eh?

Homero Beltrán said...

En la city no sólo que no te ayudan, sino que, si estàs manejando te hacen tomar mate invisible.
Cuantas de estas historias pasan de largo en los noticieros, y son parte de la vida misma, como dirìa algùn locutor. Por suerte, esos dos gauchos deben seguir andando, y uno de ellos escribiendo.

La Fiera said...

Que bueno Serrano, el caballo tiene la ventaja infinita de saber siempre como es el camino a casa. Eso, entre otras cosas, lo hace superior a cualquier vehículo automotriz.

Y esta historia me hizo recordar la yunta que formaban el viejo Landa y una zaina chúcara que había en el campo. Los dos partían altaneros al atardecer rumbo al pueblo de Martin Colman, donde el viejo Landa se limpiaba sus ginebras y volvía al campo acostado sobre el recado, abrazado al cogote de la yegua. Se despertaba habitualmente en el piso, cuando la zaina clavaba las patas en la tranquera de entrada.
A la mañana siguiente el viejo se levantaba protestando porque la yegua lo había tirado.

Gilgalad said...

Que bueno esto Serranus! El "llevame a casa" tiene una letanía religiosa, es como para hacer un mantra y cantar cuando uno está absolutamente borracho y repetirlo, repetirlo... llevame a casa... llevame a casa...

Maro said...

El perro y el caballo. Dos animales nobles. Uno ladra, el otro relincha; habría que prestar atención a lo que dicen.
Nunca estuve borracho y de a caballo a la vez; pero sí me perdí una vez montando una yegua tobiana que solita y a rienda suelta me llevó de regreso a la chacra zarateña.
El punto mirador que se obtiene montando a caballo no lo presta ningún otro sitio que no sea sobre el lomo del flete.
Se me antoja pensar que es una perspectiva tan original como la que se obtiene mirando a través de la ventanilla de un tren.