Sunday, April 26, 2009

Pladar


No me considero una persona de “paladar”, pero eso no significa que no tenga en cuenta la precarización en que se ha visto sometida nuestra ingesta diaria en las últimas décadas. Por lo pronto, trato de no comer pollo, no sea que algún día me pase esto.
El presente comentario viene a propósito de una relectura (en realidad, ojeada) que estuve haciéndole a un libro: 13.99 Euros, de Frederic Beideger. El buen beideger era, hasta la publicación de esta novela autobiográfica, si vale la consideración, un muy exitoso publicista francés. Desde entonces, y hasta hoy, es una figura extravagante y contradictoria de la alta cultura gala, una suerte de Fernando Peña atravesado por Jaime Bayly.
Esto decía en el mentado libro (tengan piedad con el traductor de Anagrama) sobre la comida occidental nuestra de cada día:


“Antes existían sesenta variedades de manzana: hoy sólo sobreviven tres (la golden, la verde y la roja). Antes los pollos tardaban tres meses en convertirse en adultos; actualmente, entre el huevo y el pollo que se vende en el hipermercado sólo transcurren 42 días vividos en unas condiciones atroces (25 animales por metro cuadrado, alimentados con antibióticos y ansiolíticos). Hasta la década de los setenta, podían distinguirse diez sabores distintos de camembert, normando; hoy día quedan, como máximo, tres (por culpa de la normativa sobre la leche “termopateurizada”). Nada de esto es obra tuya pero ése es el mundo al que perteneces. En una Coca Cola (10.000 millones de francos de presupuesto en publicidad en 1997) ya no se añade cocaína, pero sí ácido fosfórico y ácido cítrico para producir una ilusión refrescante y crear una dependencia artificial. Las vacas lecheras se alimentan de piensos ensilados que fermentan y les producen cirrosis; también las alimentan con antibióticos que crean unas cepas de bacterias resistentes, que, más tarde, continúan desarrollándose en la carne que se comercializa (por no hablar de las harinas cárnicas que provocan la encefalitis espongiforme bovina, no vale la pena abundar en este tema, sale en los periódicos). La leche de estas mismas vacas contiene un nivel de dioxinas cada vez más alto, debido a la contaminación de los pastos. Los peces de piscifactoría se alimentan, a su vez, con harinas de pescado (tan nocivas para los peces como las harinas cárnicas para el vacuno) y de antibióticos… En invierno, las fresas transgénicas ya no se congelan gracias a un gen extraído de un pez de los mares fríos”.

Monday, April 20, 2009

En el vaso en donde se lee Scottish Leader

te esperan dos medidas de Glenlivet.
Demasiado tiempo,
solo,
silencioso
como cuando ya no queda nadie vivo alrededor a quien contarle algunas mentiras.

Llenarías de whisky esta noche,
llenarías la vergüenza
y todas tus dudas hasta el borde se perderían haciendo eses
hasta parecerse a una estatua de hielo.

Explorador,
repositorio de datos, absurdo como la sombra,
hace rato perdiste el norte
y las fieras de la búsqueda ya no te gruñen.

Llevame a ese rincón de la confusión
donde se encuentran los motivos.

Todo bien, todo bien- me dicen las estrellas.

Thursday, April 16, 2009

Decálogo del buen placard

1) Un saco de lana con pitucones y corbata colgada alrededor del gancho de la percha
2) Una raqueta de tenis Prince Pro
3) Un par de zapatos de cuero negro, con cordones y punta con agujeritos
4) Una caña de pescar enfundada en tela y sin reel
5) Un par de pantalones marrones de corderoy
6) Un hierro seis
7) Un narghile
8) Una jaula para hamsters (con ruedita)
9) Una bolsa de tierra negra medio vacía y medio llena
10) Un pie oxidado de redoblante

Wednesday, April 15, 2009

El Once Nocturno, como Hong Kong

Me encantó esta nota así que la voy a postear. Muy bien y literariamente escrita. Es un lugar que curto y curtí mucho yo... mi viejo es nacido y criado en Maza y Belgrano, boedense de toda la vida y yo fui al colegio en Yapeyú e Hipólito Yrigoyen. Balvanera, el Abasto, Once (de todos, el nombre más aburrido que tiene) o la novena (por la parroquia) es un lugar alucinantemente querido.

Fuente: http://www.criticadigital.com.ar/impresa/index.php?secc=nota&nid=22887


El Once Nocturno, como Hong Kong por Enrique Symns

En la década del sesenta alumbró su mayor y primer ícono rockero, el mítico bar La Perla, donde se compuso “La balsa”. Hoy, los laberintos del barrio se cubren de marginalidad, delito, de bares donde descansan las prostitutas; y hay un enjambre de niños y adolescentes fumadores de restos de pasta base de cocaína, y una colonia de emigrados peruanos que cambió la fisonomía étnica de Once. Sin embargo, algunos personajes sobreviven como hace 25 años.

Ese pequeño y laberíntico Hong Kong que es el barrio Once Nocturno tiene un epicentro, un eje, un inconfundible Obelisco y es el bar La Perla, en la esquina de Jujuy y Rivadavia. Posiblemente no gane el primer puesto en la competencia de antigüedad: está abierto desde mediados de la década del 60. Y casi seguramente su aspecto en la adolescencia ha sufrido más transformaciones que el bar Británico en San Telmo o el bar La Paz de la calle Corrientes. Sobre el cementerio donde nació “La balsa” ahora se levanta un hotel de cierto lujo, un cómodo restaurante con una carta internacional y un bar que cuenta con el mejor salón de fumadores de todos los que he visitado. A pesar de los cambios, el mozo cuyo nombre es Vicente, igual que hace casi 25 años, todavía me sirve el café. Él y yo somos los únicos sobrevivientes del remoto pasado.

“Enrique… son más de 25 años... deben ser 27”, me aclara enseguida Vicente. “Llevo 27 años trabajando todos los días en este lugar.” Robusto, muy grandote, con brazos de rugbier, cariñoso, humilde, Vicente guarda un recuerdo mil veces más preciso que el mío sobre el escenario caótico, creativo, delirante e interactivo que se desplegaba entre los parroquianos de todas las mesas durante el transcurso de gran parte de las noches de la década del 80. Fue la mejor época de La Perla, aunque en la puerta del baño haya hoy una placa que les recuerda a los turistas el lugar en donde Litto Nebbia y Tanguito compusieron uno de los temas más célebres del cancionero popular argentino. Misteriosamente, toda la opulencia y elegancia del bar se extinguen al atravesar la puerta para ir a mear. El baño sigue siendo la misma porquería incómoda y maloliente en donde meábamos hace 30 años.

Tal como los malandras que se refinan, La Perla, acosado por la peligrosidad de la zona, cierra sus puertas a las 10 de la noche. Así que para seguir bailando hay que atravesar la plaza y tomarse un trago en el bar que usan las putas de la noche para descansar o para compartir el fracaso de las cada vez más frecuentes jornadas sin trabajo. El bar, abierto las 24 horas, está sobre la calle Catamarca frente a la antigua terminal de ómnibus internacional, ahora transformada apenas en un paradero de bondis locales. Como en casi todos los boliches de la zona, la prohibición de fumar la obedecen las moscas y las cucarachas. No imagino a ningún inspector de la municipalidad atreviéndose a entrar con su talonario de multas. Es que el Once Nocturno es más peligroso y salvaje que Hong Kong. Aquí no rigen los códigos morales y sanitarios de los burócratas. La gente que anda por aquí ha decidido que a su salud la cuide Montoto.

El vendedor de diarios de la esquina de Mitre y Pueyrredón es trotskista y desde la noche en que me vio usando una remera (que me habían prestado) con la figura de Salvador Allende y Pablo Neruda abrazados, no me permitió pagar ninguno de los viejos ejemplares de El Tony, D’Artagnan o Fantasía que yo iba a comprar.

El hall de la estación tiene su propio pueblo nocturno. Los vendedores callejeros de factura barata y chipá, los quiosqueros madrugadores esperando el camión, los pasajeros que quedaron colgados y esperan el primer tren de la mañana, borrachos y peleadores, mendigos y vagabundos, empleados del ferrocarril y policías a punto de iniciar o terminar su turno conforman la pequeña y mutante población de esa diminuta ciudad que es la estación de trenes.

El pedazo de selva más enmarañado y espinoso nace en el túnel que pasa bajo las vías en la calle Jean Jaurès y que comunica la desaparecida calle Mitre (secuestrada por las ruinas de Cromañón) y la calle Perón. Hace unos años era realmente peligroso atravesar ese túnel a la noche sin correr el riesgo de ser tajeado, asaltado o violado por la horda de desclasados que establecieron allí su morada nocturna. La presión de los vecinos logró que el gobierno de la ciudad y la policía expulsaran al enjambre de niños y adolescentes fumadores de paco y navajeros, púberes hermosas de facciones atigradas escapadas de algún penitenciario o fugitivas de un hogar aterrador, locos de remate tratando de representar el papel de porongas con un cuchillo en la mano, y también grupos familiares que fueron expulsados del mercado laboral y de las villas, y pateados de calle en calle hacia el bajo fondo de la ciudad. Pero bajo el doméstico pasto que sembraron las autoridades sobre ese ficticio jardín, aguardaban los yuyos. Las hordas regresaron. Atravesé el túnel junto al fotógrafo. Una hermosa rubia de no más de 25 años yacía en uno de los colchones exponiendo sus abundancias. Del otro lado de la calle, una pareja de adolescentes dormían semidesnudos y abrazados al sueño del paco. La bombachita azul de la niña era observada por los ojos obscenos del tráfico.

Pero Jean Jaurès es una calle imprescindible. Desde Perón y hasta la avenida Corrientes está plagada de cuevas milagrosas. En la esquina de Jean Jaurès y Sarmiento, en un localcito de diminuto tamaño pero con amplias vidrieras, se encuentra la librería de libros usados más importante de la ciudad. Se llama Tercera Fundación y su dueño es Víctor Malamud. El local está atestado de libros. Más atrás de las vitrinas de exposición donde se exhiben los bestsellers y novelas policiales, están los estantes y anaqueles donde se acumulan centenares de libros apilados sin orden alfabético, ni género, ni temática alguna. Allí están ocultas las joyas. Tú le dices a Víctor: “¿Es posible que tengas un ejemplar de Rock Springs de Richard Ford o los cuentos completos de Norman Mailer? Víctor –que tiene dificultades para caminar– te va guiando con su voz, como si jugara una partida de ajedrez a ciegas con Najdorf, hasta que lo encuentras. Hundido en su sillón y casi aplastado por los libros que lo rodean Víctor se vanagloria: “Tengo algunas primeras ediciones y sobre todo libros antiguos, lo que ahora llaman raros, libros y autores agotados que nunca fueron reeditados”.

Permanecer una hora sumergido en la oscuridad de esa cueva puede resultar asfixiante. Hay que cruzar la calle para tomarse un fernet Cinzano en Lo de Pepe, en la otra esquina de Sarmiento y Jean Jaurès, invisible para los ojos de las multitudes cultas que visitan el Konex, a pocos metros del barsucho. Tiene una barra respetable, apenas siete mesas y un baño tan pequeño que sólo puede entrar un cliente por vez. Para ir a mear hay que golpear la puerta. El alma de ese lugar es el mozo, José. Tiene el físico de Mike Tyson y su trompada debe poseer una potencia equivalente. Su rostro es fiero, le faltan algunos dientes. Su cuerpo está cubierto de cicatrices. Nació, creció y se hizo de la pesada en esa esquina. De pibe estuvo involucrado en tremendos tiroteos, creyó ser capo y en la cárcel le avisaron que era apenas un drogón. En aquellas remotas épocas José fue el terror del barrio. Uno de esos tipos que te convenía esquivar si lo veías venir. Atravesado por la luz misteriosa del amor de una mujer, el monstruo se convirtió en ángel. Si no te cuenta su historia, te parece imposible imaginarlo agresivo. José es uno de esos amigos del alma que mi alma tiene la suerte de contar. Lo de Pepe más que un bar es un club privado. Los clientes –el médico jubilado, el taxista gritón, el tartamudo, los “gerentes” (cuatro tipos que comen y beben lo más caro que puede vender el cuchitril), las maestras. Esa gente está en el bar todos los días de todos los meses de todos los años. Si eres un extraño, claro que puedes beber y comer y saciarte. Pero si un intruso se atreve a creer que puede integrarse a la conversación de los socios, será José quien le ponga los puntos y lo obligue a mantenerse callado en el rincón del silencio de todas las visitas.

En el atardecer de la calle Jean Jaurès, desde Sarmiento hasta Corrientes, esas tres calles se pueblan de pequeños comederos, el Mundo Perú comienza a mostrar su periferia. En esos cuchitriles además del ají de gallina o del pisco sauer, hay cabinas telefónicas para llamar a otros países casi por monedas, y desde recónditas escaleras descienden preciosas adolescentes morochas, de pechos erguidos y culos apenas escondidos dentro de pequeñas bombachitas. En ese lento anochecer del atardecer, casi sin que te des cuenta, te ves rodeado de los vendedores de paco que merodean los colmados cibercafés y los kioscos de cigarrillos que cuando los clausuran por vender alcohol igual siguen vendiendo alcohol.

Como en la selva o como en los bosques, en cuanto el anochecer ciega la tarde, todas las bestias libres y salvajes de la calle Jean Jaurès salen a alimentarse.

La leyenda del Viejo Juan

Hace muchos años que vivo, de mudanza en mudanza, en pensiones y hoteles de mala muerte en los que pude conocer en su intimidad –en un recorrido ciertamente no elegido y del que siempre intenté escapar– los laberintos habitacionales en donde los bravos pobres de la urbe consiguen sobrevivir.

En el año 2006, sin embargo, como consecuencia del desastre de Cromañón, que expulsó a la clase media de sus inmediaciones, conseguí una habitación hermosa en el segundo piso de un edificio ubicado sobre la calle Perón 3045. Ese edificio, el follaje exuberante y casi selvático que crece en el pasillo central, los balcones y barandas, su diseño casi de arquitectura cubana, ha sido el paraíso de los fotógrafos durante muchos años. Alguna vez fue de lujo. Hoy es una cueva lumpenal donde, como en algunas villas, conviven los legales con los ilegales. Cuando llegaba muy tarde, era posible encontrar un sendero de gotas de sangre que iban trepando por las escaleras hasta desaparecer en la penumbra de algún pasillo. Cuando atravesaba el jardín, no podía evitar cierto cobarde temor a los alacranes o escorpiones que la administración nunca consiguió exterminar o siquiera controlar su reproducción. Esos escorpiones (cuyo origen nunca fue aclarado, aunque la leyenda cuenta que llegaron en un tren de carga que descarriló en las cercanas vías) aun cuando los expertos opinan que su veneno es inofensivo, a veces se cargan un cachorrito de gato o de perro.

En el segundo piso, junto a la escalera, estaba la pensión donde me instalé y cuyo encargado era el Viejo Juan, una leyenda en el barrio. Su historia es bastante infrecuente aunque aquello que lo tornó inolvidable en todo el vecindario fue su sonrisa. Nunca dejaba de sonreír. Enojado, deprimido, triste o aburrido, sonreía. Su risa era un faro de luz para las pobres gentes que colmaban el hotel, esa sonrisa iluminaba la penumbra de todas esas almas que trataban de vencer al implacable destino que los derrotaba una y otra vez acorralándolos contra las rutinas de esa vida casi carcelaria que puedes hacer en una pensión.

Juan era correntino, en la juventud lo trajo a Buenos Aires su madre, que era la cocinera del Gordo Porcel. “Un gran hombre, un gran amigo –me contaba Juan– todas las noches después de salir del teatro, el Gordo paraba el taxi aquí abajo y me gritaba: “Che, correntino dormilón, vamos a comer”. A 50 metros de este edificio, en la esquina de Perón y Jean Jaurès, donde ahora se yergue una gigantesca ferretería industrial, había en aquellos años una famosa parrilla donde era habitual encontrar cenando a importantes miembros de la farándula.

Cuando lo conocí, el Viejo Juan vivía en un humilde pero luminoso cuarto no muy diferente al resto, junto a la Chori, su compañera de toda la vida. A poco de casarse con ella, cuarenta años atrás, Juan se compró al azar un billete de la Lotería Nacional y se ganó la grande. No se compró nada. Durante cuatro o cinco años él y la Chori viajaron por todo el mundo, sin despilfarrar, yendo a hoteles de media estrella en Madrid, o viviendo en la casa de un pariente de un amigo en Lisboa. Cuando charlábamos en los almuerzos que me invitaba Juan a su cuarto, La Chori se acordaba de sus viajes en barco, de algunos paisajes europeos, pero lo que no podía recordar era la fecha de la última vez que había bajado los casi 100 escalones que la separaban de la calle. Quizá llevara seis o siete u ocho años sin bajar a la calle desde que sus piernas se doblegaron y sólo le permitieron caminar muy pero muy lentamente hasta el baño, la cocina o el balcón. Para La Chori, el mundo era sólo un recuerdo.

El Viejo Juan, en cambio, con sus 78 años, bajaba todos los días, al mediodía, y se caminaba los 150 metros que lo separaban del bar Lo de Pepe. Allí se embriagaba, se tomaba con lentitud pero con avidez una botella entera de vino tinto que le permitía flotar en el globo aerostático de una aventura imaginaria volando muy por encima de la venganza de la cirrosis que lo acosaba. La Chori jamás debía enterarse que él bebía y mucho menos que se fumaba sus seis o siete cigarros negros todos los días. Desesperado, algunas noches de insomnio, me golpeaba la puerta y yo lo le daba aguante para que se fumara dos cigarros y se tomara de un saque un trago de la ginebra que yo bebía.

Al hacer esta nota me enteré que el Viejo Juan apenas alcanzó a festejar este último Año Nuevo. A los pocos días la cirrosis se cobró venganza. Sin darse cuenta, dormido, su alma se extinguió en la nada.

La Chori, como si fuera una roca indestructible, sigue viviendo. Sin el mundo, sin su compañero. Los vecinos le cocinan y la llevan al baño y hasta la colocan frente a la ventana para que mire el paisaje de los trenes.

Tuesday, April 14, 2009

Velada mágica de boxeo en Madrid


La velada del Sabado 4 de Abril si se quita lo emotivo puede parecer de poca importancia. Boxrec le dio sólo tres estrellas, The Ring no comentará una sola línea y no había ningún título en juego.

Voy a ser yo queridos pescadores, que con la cabeza y con el corazón voy a transmitiros la importancia de dicha pelea para el público español que ama el boxeo.

Por un lado estaba Javier “El lince” Castillejo, el mejor boxeador español de todos los tiempos, ocho veces campeón del mundo en dos pesos diferentes en tres categorías; un tipo duro, sin fallo en su boxeo y de una preparación física espectacular. Consiguió que De la Hoya le venciera sin gloria ni vistosidad en una decisión que si no polémica no clara. En España mas conocido por la estúpida mayoría por su intervención en el programa de televisión “supervivientes”. Para Javier era su pelea de despedida. Es increíble su capacidad profesional decía “este no es mi último combate”, mientras su preparador y promotor Sánchez Atocha decía “es su último combate, lo que pasa es que el chico no lo quiere asumir”. Hasta aquí la cabeza.

Al otro lado Pablo “Huracán” Navacues, aquí viene el corazón, por eso ya lo advierto. Mi profesor de boxeo, un tipo que le caía bien y que siempre me estaba cancheando, le hacía gracia porque se las contestaba. Vente a las 16 cuerdas que te voy a meter me dijo un día, no porque no somos de la misma categoría de peso que si no, le contesté.. Iba a enfrentarse hace dos años a John Duddy un grande, pero nuestro querido Pablo se lesionó. Javier Castillejo le dio la oportunidad de resurgir con este combate. Les vi el jueves antes del combate, le vacilé “he venido desde Bangkok sólo para verte”, “no jodas” me dice; “es broma” hombre le contesto. Estaba super preparado pero su entrenador Valenciano me dijo “va a ser muy difícil pero estamos contentos por haber sido invitados a la fiesta de despedida de Javier” – todo estrategia. Pablo declaró antes “Javier me ha dado la oportunidad que no me dieron la Federación Española. Injustamente tratado un tipo con 80% de Kos, Pablo fue rankeado tercero de Europa; pero los alemanes no se atreven a enfrentarse a los españoles porque ya les hemos aguado la fiesta mas de una vez. En España no hay promoción para organizar un campeonato de Europa.

No puedo relatar la emoción del combate, disfruté cada gancho, cada esquiva, cada directo, cada pato de Navascues; mis amigos que vinieron al combate se dedicaron a escucharme mientras disfrutaban tanto como yo de lo bonito de la pelea. Se lleno la cubierta de Leganés con más de 8.000 espectadores. Esa minoría que en España amamos el boxeo y que nos sentimos más discriminados que la federación de esquí en Brasil.

Para no ser parcial paso la crónica de Emilio Marquiegui mayor experto de boxeo periodistico en España:

Castillejo, sin prisas, tomó el centro del cuadrilátero y fue presionando a un Navascués, que estratégicamente hizo una gran pelea. Defensivamente un sobresaliente a Navascués, que supo esquivar la mayoría de golpes de Castillejo, y que bailotéo constantemente saliendo de la distancia letal en la que intenta colocar habitualmente el Lince a sus rivales.La primera fase del combate fue de Navascués, trabajando con un potente jab de izquierda, y combinando con buenos golpes de derecha. Castillejo se quitó pocas manos de su rival, y eso hizo que Navascués fuera llevándose los primeros rounds de la pelea. El rocoso parleño ni se inmutó ante algunos golpes claros de su oponente, y fue haciendo su combate, peleando de menos a más. Los últimos rounds fueron para el ex campeón mundial, que acrecentó su presión ante un Navascués exhausto de su provechoso trabajo.
Gran pelea en líneas generales, donde sale revitalizado Navascués, que plantó cara a un gran campéon, y en la que Castillejo no sorprendió a nadie, hizo su labor habitual de gran veterano y peligroso púgil, y estuvo cerca de la victoria antes del límite apretando con fuerza en los últimos minutos.
(Puntuación ESPABOX 96-95 para Navascués).

La terrible prensa deportiva española dijeron poco menos que Castillejo había ganado claramente. Ante ese terrible desconocimiento del periodismo deportivo genérico tuvo que escribir el siguiente articulo:


UN ERROR GENERALIZADO
(Emilio Marquiegui)
Es habitual en el mundo del boxeo escuchar a muchos aficionados dar una opinión errónea sobre una pelea. La vieja y errada manera de valorar un combate de manera global.Un combate de boxeo se puntúa asalto por asalto, individualmente, y cuando alguien, tras haber visto una pelea sin haber tomado nota alguna, da su visión sobre el merecedor del triunfo muchas veces está equivocado.
Los asaltos se puntúan uno a uno, y según el reglamento de boxeo cada asalto tiene que tener un vencedor en la gran mayoría de los casos, 10-9 se puntuará. Un ejemplo: En un asalto el boxeador A conecta solo un golpe más al boxeador B, y vencerá por 10-9. Si en el siguiente asalto, el boxeador B golpea 5 veces más, ganará también 10-9 (si no hay caídas o superioridad manifiesta). Lo que un espectador novato diría victoria clara de B, que golpeó 4 veces más en el total del combate, en verdad sería combate nulo, según el reglamento del boxeo profesional (19-19). Por ello, las discusiones sobre quién ha ganado un combate son estériles si no se han puntuado los asaltos individualmente. El “para mí ha ganado fulano”, no tiene valor alguno, otra cosa es decir que fulano ha ganado ocho asaltos y mengano cuatro, entonces ya nos empezamos a entender. Y el reglamento es el reglamento. Los asaltos se puntúan según los impactos claros de cada púgil, valorando más los golpes potentes. En el caso de que haya igualdad en esto, será cuando se valore la mejor técnica, la mejor defensa, estilo, habilidad, etc, para dar el ganador del round. Eso de que un boxeador porque vaya para adelante tiene que ganar obligatoriamente los asaltos, o el que vaya para atrás los tiene que perder no está escrito en los reglamentos. El boxeo es el pegar y que no te peguen, sea de la manera que sea, y en caso de igualdad en cuanto a actividad pegadora en el asalto, entonces sí que se pueden valorar los otros aspectos reseñados.
Otro tema, en el boxeo se recomienda y exige a los jueces que busquen un vencedor en cada asalto. Esto se hace por motivar a los púgiles, para que busquen el triunfo en cada round, y no haya asaltos insulsos. Ver resultados de combates a 10 asaltos con 6 asaltos nulos según algún juez, es una falta de profesionalidad manifiesta, y los responsables deben enseñar a los jueces a que se cumplan los reglamentos.

No quiero alargarme en mi articulo – que ya lo he hecho- y simplemente decir que Pablo es un campeón que peleó muy bien ante un Castillejo mostró su mejor nivel (no como en el último ante Sylvester).
Pablo esta esperando un gran combate a la vista de sus declaraciones hace dos días: “yo no voy a pelear mas, tiene que salir una pelea mejor que ante Castillejo, porque después de pelear con él sólo me motiva uno mejor” (es decir uno de los seis mejores del mundo). Le preguntan entonces, pero tu promotor se estará moviendo o está parado porque no quieres pelear mas: “mi promotor se está moviendo pero sólo peleamos ante una buena bolsa”, blanco y en botella.

Recordemos lo que escribí de Pablo, va por ti campeón:

Es uno de mis dos profesores,
es el profesor malo,
antes de empezar
nos mira a ver si le estamos atendiendo
todos observamos de más:
"vamos a hacer dos grupos,
uno de los mas iniciados;
otro de los novatos,
y vosotros dos
los básicos..."
claro, se dirige a mi amigo y a mi.
Pablo: middleweight
stance: orthodox
Me habla como mi teniente en la mili
"ehhh señor ¿Qué defensa es esa?"
mientras me mira con resignación
"defiendete bien o
¿es que estas dirigiendo el tráfico?"
Navacues le llaman "el huracán"
se acerca a mi hasta en la sombra
"joder que comodo estas,
¿donde están las piernas flexionadas?"
height 5′ 9½″won 23 (KO 16) + lost 1 (KO 1)
Empezó a practicar de niño
porque su hermano mayor le caneaba
y el canijo necesitaba defenderse.
Es el huracan como Carter,
porque le acusaron de algo
que no cometió;
tened por seguro
algún día Sabina le hará una canción.
Es un gran tipo,
se me encara de nuevo
"¿porque pegas de lado?,
muevete con el pie de atras,
vaya zurdo que se mueve con la derecha"
Dentro de poca luchará por el EBU,
estoy convencido
el mundo le viene algo grande pero quizá sólo hoy,
pero Europa está mas que a mano.
A pesar de ello,
Pablo tiene tiempo para explicarme,
"a ver ponte defrente a mi...
nooooo así no coño¡ ese píe que no se mueve,
dame con la derecha,
croche
esquivalo mirandome joder
croché izquierdo
atrás
noooooo con tu pie atrasado
que te desequilibras...
y pendulas para atras..."
Es campeón de España,
también algo llamado campeón intercontinental,
es mi profesor de boxeo.
El otro día le hizo una fisura a
Carlos Bardem,
el hermanisimo del oscarizado,
y se rie
"sólo te marqué"
y tenía razón
Pablo me hace empezar a contar
en el físico
y me levanta las piernas
en las abdominales inferiores
para que me duela mas...
Pero el campeón dentro y fuera del ring
cuando acaba la clase
me sonrie simpático
porque creo que me tiene aprecio;
pero no tanto como le aprecio yo a él
Pablo Navascués, un campeón
mi profesor de boxeo
el huracán madrileño.

Monday, April 13, 2009

Bisabuelo (una anécdota)



Allá a finales del pasado siglo, se reunían un grupo de amigos en un importante comercio de tejidos de la calle de El Peso, en las noches invernales y al margen del horario comercial, formando una animada tertulia.

Entre aquellos contertulios, sabemos que figuraban el entonces jovencísimo Serrano Clavero y un sacerdote llamado D. Epifanio Moya Monsalve.

Allí se hablaba de todo: pero aquel sacerdote con sus frecuentes ironías, zahería al barberillo-poeta como así llamaba a Serrano Clavero.

Aquel cura valoraba erróneamente a Venancio; no supo intuir que aquel barberillo era capaz (como así fue) de alcanzar cotas muy altas.

Venancio que se sentía muy molesto con aquel cura; decidió no asistir más a la tertulia y dejó un sobre para que se lo entregaran al cura.

En aquellos tiempos había una gran diferenciación social entre "los de arriba y los de abajo" y los sacerdotes eran miradas con mucho respeto.

En este sobre había dibujado en una cuartilla una sepultura y encima de ella un sombrero de teja (o de canal) que entonces llevaban los curas y la siguiente leyenda:



"Bajo esta losa fatal

cubierta de Iodo inmundo

yace el mayor animal

que Jesucristo echó al mundo

con sombrero de canal"

Wednesday, April 08, 2009

Si pudieramos vivir como el chef de Le Tampon

que le infunda virtud al padecimiento
con su grog frutado, de piratas,
producto perdido de un abuelo hindi, loro y parche en el ojo,
que lo legó entre páginas vivas.
Receta escrita en urdu
preparada con semillas de granada y algo más
que no se sabe, que nunca se sabe
o tal vez la receta es fiel
que cambia a solicitud del aire dulce de la tierra natal.

Si viajáramos con una caja, como el chef de Le Tampon,
un botiquín de primeros auxilios, con bolsitas
llenas de pimienta negra, rosa, blanca, verde
de Jamaica y de Cayena, el mar Caribe en el puño,
bolsas de cardamomo y miel en polvo
amor en polvo que se huele en la sartén desde los camarones,
pimienta de chocolate
tamarindo y leche de coco.
Una caja de primeros auxilios
para cualquier eventualidad, cualquier peligro
de panzas vacías y de ojos anhelantes
de ollas pobres y faldas sueltas
de curry en pasta y ese grog del chef de Le Tampon,
té verde, wasabi y canela.

Viajar y comer y beber y revolcarse
y desplegar la alquimia de las especias y el agua salada
dormir la mona en una hamaca.

Si pudiéramos beber como el chef de Le Tampon
como un ruso, a saco roto
he visto buenos, mejores
he visto bebedores gigantes
cubas caminadoras y borrachos tardíos
pero ninguno como el chef de Le Tampon
que reza cada amanecer
por un nuevo hígado
y el milagro de la trufa.

Monday, April 06, 2009

Banda homenaje a la Tomwaitsed (JA!)

Saturday, April 04, 2009

Una de las ultimas


Junio o julio de 1987. Volvíamos en un taxi con un amigo periodista. El había ido a entrevistar a un ignoto escritor, y me llevo a sacar fotos para la nota. Una posibilidad de hacerme de unos billetes en un año de desempleado.
Volvíamos decía, y de golpe lo vimos, caminando con su rubia tarada.

Para! Le gritamos al unísono al pobre tachero, quien disminuyo la velocidad a su minima expresión. En mi inexperiencia, había sacado en la entrevista como 30, por lo cual era conciente de que con suerte me quedaba una o dos fotos en el rollo.

Entonces, con el sudor cayendo por mi frente, bajo la vidrio de la ventanilla y me rompo la garganta con un LUCA!!, que hizo que el pelado girara mínimamente la cabeza hacia nuestro taxi.

Y dispare.

Y era la ultima foto del rollo, efectivamente.
Después fue sufrir hasta revelar el rollo, y ahí estaba, en el final, el pelado con su rubia.

Una de las ultimas fotos del muchacho.