Recostado en el pasto tarareaba una canción de cuna que quiso hacer sonar en los bares del Village, pero no lo dejaron. Le dijeron que cantaba bien, pero tenían alguien que lo hacía mejor, y lo mandaron atrás de la barra. Y el Rompevidrios, después de escucharlo, pensó que el Muchacho no estaba mal, tenía su linda voz, pero le faltaban todavía unos cuantos grandes premios para ser cantante. Aún así lo acompañó alguna que otra vez en el piano, y tomaron copas juntos. El Muchacho se defendía como un cosaco. Tomaba envión y acompañaba la subida del vaso con una inclinación hacia atrás de la cabeza, corriendo no pocas veces el peligro de dar la nuca contra el piso, tan solo por un chupito de Vodka. Le faltaban todavía unos cuantos grandes premios pero aún así se hicieron amigos.
El Muchacho llegó a Manhattan desde Little Rock, condado de Pulsaki, a orillas del río Arkansas. Llegó con una recomendación especial escrita por la escuela de música de su pueblo, que sólo sirvió para hacer colapsar de risa a los managers de los bares de la Isla. Allí para sobrevivir sólo servía la suerte, el talento, y en ocasiones, la persistencia. Las cartas sólo causaban lástima. El muchacho lo entendió después del quinto bar donde su nariz chocó contra una puerta. No estuvo mal como aprendizaje. A partir de ahí fatigó algunas estaciones de subte, Union Square, Astor Place, aunque prefería la tranquilidad del cemento de Tompkins Square, donde se podía conseguir cualquier sustancia sin demasiados riesgos.
El Rompevidrios recordó al muchacho en medio de esa ruta de polvo y viento, porque le encontraba alguna similitud con el tipo que decía ser Bob. Los dos se habían enamorado perdidamente de la Sopapa, aunque en eso no tenían el privilegio de la originalidad. La Sopapa era especialista en enamorar perdedores con la guardia baja. Los conquistaba a puro jab y gancho al hígado, y cuando estaban en la lona, besándole los pies, dejaba el cuadrilátero displicente, con aire sobrador, y salía a la calle a buscar otro rival de peso con quien entretenerse. No, no era eso lo que los unía. Los hermanaba la rutina del asesinato. Los dos terminaron entre sangre y cornadas, con los huesos tras las rejas. El muchacho, después de que la Sopapa partió de la Isla, cayó enfermo por una robusta mexicana que resultó ganarse la vida como prostituta. Cuando se enteró, después de haberse tatuado su nombre en el pecho, el Muchacho no lo toleró y los celos le desfiguraron el discernimiento, como les sucede a los novatos y a los engreídos. Le alcanzó con un tiro bien direccionado al centro del corazón. La chica no pudo resistirlo, y el Muchacho tampoco. Fue a entregarse solo, arrojando la toalla antes de que alguien lo denunciara. No tenía valor para ser prófugo, después de todo le faltaban unos cuantos grandes premios.
El recuerdo lejano de aquel compañero de bares lo hizo detenerse a pensar por primera vez en el tipo que decía ser Bob. Es curioso que no haya sentido odio por ese asesino ni aún después de conocer los detalles más siniestros de la masacre. Cualquier persona con sangre en las venas hubiese sido víctima del deseo incontenible de partirle el cráneo. Pero Johnnie no era cualquier persona.
Thursday, February 28, 2008
EL MUCHACHO DE LOS BARES
Publicado por La Fiera en 11:28 AM
Etiquetas: Johnnie Rompevidrios
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4 comments:
Volvió con ganas el Rompevidrios! Me mató. Es lo más de lo más.
"Las cartas sólo causaban lástima" y "La Sopapa era especialista en enamorar perdedores con la guardia baja." me rompieron el corazón.
Lo más de lo más de este blog es el puto rompevidrios.
Le faltaba ganar unos cuantos grandes premios..."
Qué buena letanía para el ritmo poético de este tramo.
Creo que los premios los va a ganar rompevidrios. Ya te lo dije. El problema es que, claro, sacarlo a la cancha implica, en cierto modo, despedirlo. Dar vida pública es matar la privada. Pero Johnnie bien puede ser el Hercule Poirot de tu cosecha. Un protagonista de la road novel "as long as you want!", como decía en el envase de unos papeles de faso que venían enrollados.
Pienso como Sancho. Hay que sacar al Rompevidrios a la cancha.
Cierto.
Es un boxeador ganador por KO. Ya está preparado para el combate exterior.
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