Monday, February 25, 2008

ESTOFADO MANCHEGO


La escopeta volvió de la noche con una liebre y media docena de perdices ya peladas. Las tiró a los pies de Johnnie, y fue a lavarse las manos en un charco. El rompevidrios pudo adivinar el final precipitado de aquellos animales en las pupilas de los ojos todavía abiertos. Nunca le había producido dolor o tristeza ver un animal muerto, ni siquiera se lo cuestionaba. Sin embargo las pupilas verdosas lo hicieron cavilar. Fue semilla quien lo sacó del ostracismo sentimental, y lo trajo de nuevo a la tierra de los vivos.

- ¿Te las vas a quedar mirando o las vamos a comer? – pregunto risueño - Mi abuela las hacía estofadas a la Manchega, nunca fallan. Verduras tengo en el camión.

- En este tiempo, me acostumbre a no comer. Podría sobrevivir cuarenta días en el desierto tomando mate y comiendo raíces. El estómago no se lleva bien con el dolor.

Semilla, que había intuido todo desde que lo vio caminar solo en una ruta desolada, le sonrió.

- Puede faltar todo en la vida, mi amigo, pero no puede faltar un plato de comida. Y estoy hablando del plato en sí mismo, del ritual de detenerse a un costado del camino y prepararse para lo mejor que nos puede dar el día. Sólo hay tres cosas que valen la pena: Una linda mujer, un plato de comida y un poco de vino, para poder digerir las dos anteriores.

Johnnie lo miró como quien escucha a un profeta que vuelve de un lento peregrinaje. No entendía que hacía un tipo como Semilla manejando camiones hacia la Patagonia, no podía comprender como paró sin que le hiciera señas, ni podía sospechar como se arreglaba para no aburrirse de tanta soledad.

- La ruta me eligió a mí, el camino terminó por conquistarme – Le dijo sin que pregunte nada - Trabajé en fondas y cuarteles, en fábricas, fui empleado publico y taxista, fui cronista de guerra y pescador de centollas. Lo intenté todo en las ciudades, viajé por el mundo y en cada ciudad volví a intentarlo, pero falle una y otra vez. No soportaba ver las mismas caras amargadas a las mismas horas, escudándose en el mismo disfraz. Cuando lo pude asimilar volví al barrio donde nací y decidí que nunca más tendría algo que se pueda llamar casa, salvo esa montaña de fierros con la que me muevo.

- Parece una sabia decisión – le contestó Johnnie – Yo en cambio jamás podré vivir más allá de las avenidas.

- Si, sobre todo las del lugar donde te recogí – le gritó soltando una carcajada.

- Esto es un espejismo, Semilla. En estos momentos no tengo más voluntad que la necesaria para ser un espectro que se arrastra a favor del viento, sin destino fijo.

- Lo supe cuando te subiste a la cabina sin preguntarme adonde iba.

- Cualquier lugar me queda bien mientras siga en la ruta hacia ninguna parte.

2 comments:

Gilgalad said...

Buenísimo.

Semilla es algo como un Johnny redimido, el que descubrió que lo que buscaba era el búsqueda. Y es también la cura del Johnny, después que su alma quedara herida de muerte en Cuchillo Co, o en la destrucción del auto, o con el cadaver de la Sopapa Maltesa, o como decía Humphrey en Casablanca "con una combinación de las tres cosas". En este post se oye latir su corazón por primera vez en varios capítulos. El pájaro rompió el huevo, la araña atrapó a dos moscas. Y encima...

¡Estofado Manchego!

4 Perdices de campo
2 dl. de Aceite de Oliva Virgen
3 dl. de Vino blanco
6 dientes de Ajos
300 grs. de Cebolla
200 grs. de Zanahoria
200 grs. de Tomate
2 litros caldo blanco
25 grs. de Harina
1 bouquet garni
unos Granos de Pimienta

Paso 1: Se limpian las perdices, se lavan y flamean. Se añade sal y pimienta. Se bridan (se cosen con hilo).

Paso 2: Pasamos las perdices por harina y se fríen en aceite. Las apartamos.

Paso 3: En este mismo aceite, se rehogan las verduras con el ramillete de hierbas aromáticas.

Paso 4: Añadimos las perdices, el vino y el caldo y sazonamos. Una vez cocidas retiramos el hilo bramante, cortamos por la mitad, quitándole el caparazón y pasamos la salsa sobre las perdices.

Sancho said...

Un descanso en el camino.
Lo necesitabamos.
Menos más que esa escopeta no hizo ninguna macana. Qué bueno lo del plato de comida.
Y sin embargo, también, qué bueno el johnnie criollamente jesucrístico, capaz de sobrevivir cuarenta días y curenta noches rn el desierto, con raíces pero también... con mate(!). La mis a criolla un poroto al lado de esto Fiera.