demasiado prometedor, demasiado querible
demasiado atractivo, fijaba los ojos en él
y embrujaba demasiado, ataba demasiado
no podía sacarle la vista de encima.
Un día decidí que fuego era demasiado vivo
flameaba demasiado, tenía demasiados colores
demasiados azules, demasiados amarillos y violetas
demasiados rojos.
Dejé crecer mis uñas, mis dientes
entrecerré los ojos y busqué dentro
encontré toda mi oscuridad
la apilé y la comprimí en un único bloque
dejé que me pesara, que me comiera
pedazo por pedazo hasta no quedar nada
y cuando ya estaba negro
arremetí contra el fuego y con las uñas y los dientes
lo mordí y lo arañé
traté de ennegrecerlo, de volver todos sus demasiados
en la ausencia, en el negro.
Me abracé con él y nos revolcamos
Se resistió y me resistí,
y me dolió y le dolió.
Se soltó y manteniendo la distancia del horizonte,
temeroso
me observó y yo lo observé agotado,
quemado hasta las ampollas,
piel sobre piel, con los dientes rotos
lleno de hollín y de polvo.
Quemado.
Pero yo.
Y agua al fin.
Tuesday, March 11, 2008
Un día decidí que el fuego era demasiado caliente
Publicado por Gilgalad en 5:55 AM
Etiquetas: Poemas del Placard
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3 comments:
Leo tus palabras y pareciera que estoy viendo algo que vivi...Son peligrosos los "demasiados", aunque surjan de los sentimientos mas puros... y vaya que queman. Ahi es cuando uno se plantea que es hora de ejercitar el arte de la moderacion. Magnificas palabras!
Como dijo Sancho, todas las peleas parecen absurdas pasando la rompiente. La dificultad es llegar al absurdo, pero cuando se llega bien, se está bien.
Este poema me gusta mucho; "¡demasiá!" como diría un viejo amigo malagueño.
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