Wednesday, September 12, 2007

ETIQUETA NEGRA Y UN RONQUIDO

Actuaba ignorando que no existe un horizonte que se pueda tocar con los dedos. Johnnie castigaba al Chevy, el Chevy castigaba el asfalto, y la meta seguía alejándose silenciosa. Dejaba atrás pueblos y ciudades; paraba sólo en estaciones de servicio a tomar café y secarse los cuarenta grados en el baño con toallas de papel. No podía liberarse de la Sopapa, la escuchaba en la radio, flotaba en el aire como nubes rojas que esquivan la noche. Los talas secos eran pura espina, en medio de esos huertos marrones de tierra empujada por el viento hacia la pesadilla de cualquier sueño.

La radio buceaba estaciones de provincia, que sólo de vez en cuando le partían un rocanrol por la cabeza. Y era peor, porque la cura ya había dejado de ser una posibilidad cercana. Manejar era un antídoto pasajero para el veneno que seguía circulando por las venas. El veneno del cuerpo desmembrado, y los balazos encontrando un destino de mujer impaciente. Pudo haberse quedado en Manhattan y vaciar todas las alacenas de Nueva Jersey y alrededores, pero eligió fregar San Cristóbal y sus calles muertas. El tipo que decía ser Bob habrá colaborado con algunos disparos, pero no había forma de que la terca Sopapa no se pusiera a tiro de un revólver.

Manejó sin distinguir entre el día y la noche, la lluvia y el granizo, la niebla que todo lo oculta tras sus deseos. Manejó hasta cruzar el Río Colorado y escupir en su vientre en movimiento. Manejó hasta que su instinto le dijo basta, y supo que había perdido el juicio, y nadie podría devolvérselo. Con una claridad absoluta, se dio cuenta que podía manejar un millón de kilómetros sin dejar atrás a la Sopapa, porque la traía en el porta equipajes. Supo que no tenía forma de vencer.

Paro el auto en una banquina de álamos ralos, que no alcanzaban a dibujar una sombra. Abrió el baúl, y buscó tembloroso la etiqueta negra. No había razón para intentar otra cosa, para seguir escapando. Había llegado demasiado lejos sin sentido. Era el ruego solitario de una bestia herida pidiendo auxilio, y sabiendo que solo le darían más leña. Un castigo moderado para alguien que estaba luchando por un poco de aire que lo ayude a seguir vivo.

Fue besando el pico, atornillando con la mano el cuello de la botella, y dejando que el líquido amarillo calmara las heridas. Un estómago errante que ya no vería la luz por un buen rato.

5 comments:

Gilgalad said...

Jhonny Rompevidrios es uno de los nombres del Rock'N'Roll. Johnny no sobrevive, no vive, no está en esas categorías ególatras. Johnny es, nunca no es.

Johnny no es asociable, no es identificable. Está en el polvo del camino, en las patas de los caballos, en el grito del chajá, en el sonido de las botellas rotas al cerrar el bar, se te mete por la nariz o te lo metés por la nariz.

Johnny es sucio pero por eso es limpio. Johnny no quiere conservación. Es emífero, morir y resucitar, resucitar y morir, construirse, eso es.

Sancho said...

Bien. Apretemos el acelerador. Literatura de carretera a full; ya flamea Johnny con Kerouac acompañando el silbido del viento. Ya viaja esta historia y se surfea a sí misma . Ya no te pertenece, fiera. Es un organismo vivo que sigue acelerando. Johnny se te va a emborrachar por su cuenta y andá a saber qué hará. Es una suerte que tenga su camino escondido en un bolsillo. Ojo: no conduzca cuando bebe. Y si bebe, mejor bébaselo todo.

La Fiera said...

Me manda a decir Johnnie que les agradezca, pero me advierte que tendrán que seguir compartiendo un rato largo su derrotero. Hay blues y rock para rato.

Me dijo también que es eterna la agonía pero muy corta la resurrección. No se bien porque lo habrá dicho.

Sancho said...

No me cabía duda en cuanto a la continuidad. Lo que quise decir es que quizás un día te golpée la puerta. Y ahí te quiero ver.
Dicho sea de paso, vos que lo conocés, Fiera. ¿Es Johnnie como Walker o Johnny como Wesmuler?

La Fiera said...

Como Walker, que duda te cabe....

Es un Johnnie caminador, de ahi su nombre. Aunque sea nacido en Parque Patricios en la época en la que no se aceptaban nombres foráneos. Nació rompiendo las reglas.