Y cayó nomás la tormenta. Tormenta de excremento cruel, mediático, rastrero. La Presidenta resultó escrachada en youtube, en formato digital, meta palo, chunga y pitorreo. En la penumbra de la imagen se veía el final de su espalda y de su vida política. La cabeza apoyada en la almohada, puesta una venda en los ojos (parte del juego erótico que la equipara, vaya paradoja, a la mismísima justicia hecha mujer) y una sonrisa sufriente, gozosa, profunda.
Su sonrisa…casi infantil, así recuerdo haberla visto en algún antiguo noticiero, inaugurando un gasoducto, tan alegre con su trajecito amarillo. Un patito parecía. Un patito lindo. Pobrecita, es como si la estuviera viendo; ella con todo su brío juvenil superando la incipiente papada, con los pasitos cortos, sus tacos, su movediza cabecita loca, su frescura. Imagínenla, o recuérdenla, como yo, y díganme si no la iluminaba un destello casi escolar desde sus ojos pícaros. Todavía le gustaban los actos oficiales, le gustaba ser Presidenta. No se había fanatizado con su verdugo chongo, para acabar, enceguecida y viciosa, cual adicta al paco. Precisamente, así se llamaba el varón que la traicionó: Paco. Y tenía el miembro grande como un burro.
En cambio el primer damo… un desastre. Nunca fue hombre. Por ejemplo, apenas circular la oprobiosa filmación de su señora en cuatro patas por todas las computadoras del país y del subcontinente, se lo veía mentir sin convicción –en el noticiero de la mañana, ahorcado por un collar de micrófonos– asegurando que las imágenes eran “apócrifas, digitadas por los mismos miserables de siempre que nos quieren retrotraer a épocas de privilegio y decadencia!!!” El estrábico bramaba siempre igual, sin imaginación, sin amor, sin swing, sin onda alguna. Nada sabía de la vida.
En cualquier caso, todo estaba perdido. Ya varios millones de compatriotas acariciaban imaginariamente las ancas eufóricas, filmadas desde arriba por un impiadoso telefonito celular. Y cual ballet macabro, al compás de esas nalgas exhaustas por youtube devoradas por millones de ojos, se desplomaba la bolsa, se vaciaban los bancos, explotaba el saqueo. El pobre y atolondrado país que casi accidentalmente había conocido una inédita prosperidad, se venía en banda. Otra vez. Como siempre.
Los medios gráficos no encontraban titular. Eufemismos. Dudas. Sólo un periódico masivo fue al frente sin ambages, con foto borrosa, coronada por la habitual letra catástrofe: “CON LA COLA SUCIA” clamó el diario del pueblo en su edición matutina.
Luego de una primera instancia de parálisis e impavidez., sí: la hipocresía mediática empezó a pedorrear su cantinela. Los “opinólogos” se rasgaron las vestiduras, por radio y muy pocos asimilaron el valor esencial del episodio. Hubo sí, un anciano periodista de Radio Nacional que supo reivindicar a nuestra heroína: “no sólo le debemos respeto a la primera Presidenta electa, sino a la primera Presidenta hu-ma-ni-za-da; esto refleja eso: hu-ma-ni-dad”.
Por su parte, el primer damo escapó del país en llamas; en avión privado rajó a Venezuela y tras breve escala le sugirieron allí que sería mejor recibido en los Estados Unidos, donde podría dictar cursos universitarios de gobernabilidad.
¿Quién desató el escarnio? ¡Claro que fue Paco, el joven semental-amante! pero sin mala voluntad. ¿Por qué? Y por qué iba ser… por unos mangos. Celular en mano todo parece tan fácil, tan dulce, tan a un tiro de distancia. Celular en mano, la vida es tentadora.
En cuanto a ella, fue, sencillamente, victima de su voracidad anal y su incultura. No era gran lectora. Sino, hubiese recordado que Oscar Wilde, sintiéndose poderoso, había jugado con fuego para acabar en la cárcel. O que Pier Paolo Passolini –otro loco, y no rockero– tras describir su vicio como “juego con panteras” terminó acuchillado por unos felinos muchachitos juguetones, en el puerto de Ostia.
La Presidenta desapareció. No se volvió a saber de ella. Hay quien dice que mora en Iquique (Ecuador) con Yabrán, Julio López y Javier Martínez. Otros la localizan en Parque Leloir, con Elvis, ahogando penas, mate de ginebra mediante. Pero vaya uno a saber…
A la distancia de los años, emociona tanta pasión, tanto deseo por parte de una primera dama que se inmoló, que se hizo romper el protocolo renunciando a la vanidad del halago multitudinario, prefiriendo, en cambio, una sola voz que la convirtiera en nadie.
Aquella Presidenta hecha trozo carne, trepanación, gozo puro, fue, en definitiva, la verdadera amante –sana, lujuriosa, viva– que nuestro pueblo nunca tuvo.
2 comments:
Impresionante Sancho. Final a toda orquesta. Me encantó.
Te mando un regalito al mail por si querés publicarlo.
Un final a todo culo, como se merecia una historia digna de un país donde todo es posible.
Termina dando pena la presidenta, ensartada por la codicia de un burro y por su propia codicia del miembro del burro.
Muy bueno, Sancho!
PD: Fijate que el copy paste te traiciona en "con sus los pasitos cortos"
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