Monday, September 24, 2007

La Casa de Mamá






El Mudo se levantó temprano ese 29 de Julio del 27 y con lagañas en los ojos se empapó la cara en la palangana de losa y fue a sentarse a la mesa del comedor.

Saludó a la vieja y para no hacerla sufrir se bebió de un trago el café con leche. Había estado de farra por el centro hasta las dos y el sueño le abrumaba los párpados. Por lo menos el café le recuperó la garganta para poder esbozar:

-¡Adios mamita! Vuelvo a comer. -y dicho esto enfiló por Corrientes hacia el edificio del mercado mirando hacia el piso, no sea cosa que lo reconociera algún bobalicón o alguna dama lo metiera en apuros ahí en su propio barrio. Desde que andaba solo por la noche había cobrado bastante conocimiento público y cada vez eran menos aquellos a los que la mala fama del Abasto los detenía en la misión de conocerlo.

-¿Conocerlo? ¿Y a qué me quiere conocer? -se preguntaba así mismo un poco congratulado y un poco incrédulo. -¡Ya ni puedo caminar por el centro sin que me empujen!

Si bien siempre había sido ambicioso, al Mudo empezaban a fastidiarle esas muestras de cariño, esa cuestión de que le mandaran flores al camarín, antes de salir a escena, tanto hombres como mujeres. No estaba acostumbrado a esos obsequios y se había contentado toda la vida con palmadas y felicitaciones que sabía sinceras, o incluso con menos, una mirada brillante de alguno de sus guitarristas o la sonrisa de Armando, que era el regalo más grande que podía recibir.

Pasando el mercado, dobló por la calle Bermejo. Al Mudo no le gustaba el nombre nuevo. -¿Quién era Jean Jaures? ¿Otro francés? -cavilaba mientras daba pasitos cortos. -Ya era suficiente con un francés. ¿Para qué dos?.

Llegó al 735 y golpeó. Del otro lado, una voz de esas de niña no tan niña. Una de esas voces dulces, cascadas. -¿Quién es?

Por unos segundos El Mudo se abatató. No sabía qué responder. No era muy habitual que esto le sucediera.

-Busco a Ramón. Ramón Gorina.
-¿Y quién lo busca?
-Decile que lo busca Carlos.

El Mudo observó la fachada una vez más. Estaba en bastante buen estado y a la vieja le iba a gustar. -Después de una vida laburando -pensó El Mudo -ni siquiera tiene donde caerse muerta. Al menos acá va a estar en su casa. En su barrio.

-Lo estuve pensando. -dijo el tal Gorina en el umbral y en camiseta. -Lo estuve pensando y me parece que por cuarenta y cinco no la largo. Por lo menos quiero cincuenta.

-Pero Don Ramón -dijo El Mudo aplicándole esa sonrisa invencible mientras para sus adentros le quería pegar un tiro -pero Don Ramón, ¡ya teníamos el precio acordado y yo tenía tiempo para darle una respuesta hasta hoy al mediodía!

El gordo en camiseta se puso serio y se tomó tiempo para meditar como le iba a hablar al Mudo.

-Mire Carlos. La verdad es que necesito la plata y la otra verdad es que a usté más temprano que tarde le va a parecer un vuelto, una sobra. Otra excusa no le voy a dar porque no tengo.

-Bueno Gorina -repuso enojado El Mudo. -Le agradezco que no me haya hecho perder el tiempo. -Pero acto seguido, cambiando el ceño fruncido por una sonrisa le dijo -Se los pago los cincuenta mil, pero cinco mil al contado, quince mil en cuatro cuotas trimestrales de cuatro mil y una de tres mil y el resto con una hipoteca de treinta mil pesos. Si está de acuerdo me telefonéa y nos encontramos hoy a la tarde en lo del escribano Bigliano.

Se dieron la mano y El Mudo dio media vuelta y empezó a caminar, otra vez mirando para abajo para que nadie lo reconociera. Esta vuelta dobló por Zelaya y caminó los doscientos metros que lo separaban de Berta esquivando cajones de verdura, bosta de caballo, carros y dependientes. Atravesó el mercado, hizo unos metros más y entró a la vivienda.

-¡Mamma! ¡Ya estoy de vuelta!

4 comments:

Maro said...

gracias gilga, hermoso fresco porteño.

Sancho said...

Un puema Gilga. Casi puede olerse la bosta fresca y la sonrisa de Carlitos, ancha, feliz, de esos días en que la cosa empezaba a andar.
Dos detalles: "Por lo menos el café le recuperó la garganta, al menos para poder" (menos y menos)
el otro: Atravesó.

Nachete said...

Que lindo es escuchar historial de Gardel antes de ser un ícono. Linda película sería esa; la juventud del Mudo.

Muy bien escrito algo obvio que no hace ya falta ni decir.

La Fiera said...

Qué lindura Gilga!

Una escena mitológica de un Buenos Aires que se nos fue para siempre. Sólo nos queda el recuerdo en "la foto de Carlitos sobre el Comando" y esa sonrisa inquebrantable, compradora, eterna.

Que lindo sería salir a caminar y chocarte con el mudo que viene de hacer las compras en el almacén.