Sonó el despertador cuando él soñaba casi despierto. Por la inmediatez de ambas situaciones pensó que, después de mucho tiempo, podría recordar un sueño. Se prometió no volver a olvidarlo. Alguna vez escuchó, o leyó, que hay personas que los anotan. Pero, ¿para qué? Si lo anotaba era porque perdería las sensaciones vírgenes, lo vivido del sueño, que era lo que más le interesaba. Entonces, una vez más, se decidió a confiar en su memoria.
Como un rayo alzó su mano para frenar el ya insoportable sonido del despertador. Prendió el velador. Miró. Ya no estaba en las penumbras. Se vio ocupando sólo un tercio del colchón de dos plazas, del costado más alejado de la puerta. La tenue luz no alcanzaba a despertarla a ella, que estaba a su lado, ocupando el resto de la cama. A diferencia de él, solía dormir boca arriba, que era como estaba ahora. Apenas se podía escuchar su leve ronquido. Tapada por las sábanas y la manta otoñal, seguía profundamente dormida. Su cuerpo estaba distendido, a tal punto que la posición de sus brazos semejaba a la de un Jesús en un crucifijo.
Él fijó su mirada en ella. Apenas veía algunos mechones de ese pelo oscuro y pesado que tanto le había gustado cuando la conoció. Despacio, la comenzó a destapar. Estaba, como todas las noches, en ropa interior. Intentó mirar su cuerpo desde la distancia, la extrañeza, fijando su atención en los contornos de ese cuerpo femenino que tanto creía conocer y que ahora se le mostraba con esa indiferencia propia del descanso. Deparó en los pliegues: allí donde la piernas se unen con el torso; el cuello con la cabeza; las orejas con el cuello; los ojos con la nariz. Mientras, se imaginaba a él mismo interrumpiendo de manera salvaje esa calma; y luego, con ternura. Siempre, con una mirada seria, inexpresiva. En eso, con un movimiento rápido, ella tomó el extremo de la sábana que tenía más a mano y se volvió a tapar. Él se dio vuelta, apoyó los pies en el suelo y se dirigió al baño.
Mientras se cepillaba los dientes, la escuchó: -¿Qué hora es? –Y cuarto, ocho, le contestó. -Hoy entro más temprano, me hubieras avisado antes, dijo ella alzando un poco más la voz.
Ya terminaba de cepillarse los dientes. Apenas recordaba el sueño que había tenido tan presente hacía solamente unos minutos.
Tuesday, May 13, 2008
El Sueño
Publicado por Homero Beltrán en 10:54 AM
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7 comments:
La única de los sueños es justamente anotarlos y lo que queda, queda.
Hay que resignarse a perder la mayor parte de esas vivencias oníricas que suelen ser más intensas que la realidad.
Y esa bajada feroz a tierra con la trepanante frase "-Hoy entro más temprano, me hubieras avisado antes, dijo ella alzando un poco más la voz." es la tumba oficial que los seres humanos ponemos, con total descortesía, a los sueños ajenos.
Me hizo rememorar infinidad de momentos. Siempre compartiendo la cama fui el que primero se levantaba y recuerdo en los momentos difíciles de las convivencias como aprovechaba esos momentos para meterme en la cocina y tomar mate y disfrutar de la soledad previa al usual mal humor de despertar. La paz del guerrero disfrutando de su comida antes de meterse en la batalla que está condenado a perder, no en favor del oponente porque en esas luchas nunca hay un victorioso que conserve la felicidad, sino en detrimento de la magia propia de la vida.
Qué puedo decir... está infernal.
Ja, ja. No sè si todo lo que decìs lo busquè de manera tan honesta; pero ahora que releo, creo que tambièn està.
La descortesìa, creo, tiene una rara virtud que la hace aùn màs dañina: la imperceptibilidad. Estar atentos a ella nos convertirìa en seres tan vulnerables como hipersusceptibles.
Entonces hay que contestar de mala manera: "bueno, mañana entonces si querés llegar temprano ponete el despertador."
Otra obra excelente que debería ser incluída en el libro!
Me pareció increíblemente real la descripción de un ser contemplando al ser amado, pero añorando a ese amor que los unió. Dandose cuenta de que la realidad actual es la rutina y el malhumor matutino. En definitiva eso es lo que termina volviendonos a dejar solos en nuestras camas de dos plazas... Muy bueno!
Adhiero a todos. La soledad se multiplica en la compañía gastada. Ya lo dijo Jorge Luis:
Siempre soñar es mejor;
la esperanza nunca es vana. Vaya pues esta milonga
para el que sueña en la cama.
Los sueños siempre me resultaron sospechosos. Es como estar cantando en forma permanente aquella canción de Beto Quantró "algo esta por pasar, algo está por venir". Y la pequeña anécdota de la vida cotidiana es lapidaria, como bien señala Gilga. Se ve que el autor es un estratega en retirada.
Juaaaaaaaaaaaaa!
Vos decís que está en planificación de despedida?
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