Monday, November 19, 2007

Batacazo

Dejó las tripas estacionadas
en el garage de los recuerdos
donde siempre hay un Pontiac celeste
con las llaves puestas
y el tanque lleno.
Tomó prestado todo lo que tenía para tomar:
una botella,
unos labios carne y púrpura,
un escote italiano, un clítoris alemán,
hasta la historia de un músico nacido en Alaska
que toca seguido en el Gran Rex.
Tomó prestado todo y al día siguiente
no tenía resaca ni vómitos.
Le quedaba solamente cantar un quiero vale cuatro
con el siete de copas en la mano.
Confirmó en ese pestañeo todas sus sospechas:
la suerte, al final, siempre decide la jornada.

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