La Sopapa Maltesa roncaba contra la ventanilla del desvencijado Greyhound. Llegó a la Florida de la mano de su héroe. La había rescatado de las calles de la Habana Vieja, donde bailaba con éxito escaso repartiendo sonrisas a pocas cuadras del Malecón. Se habían conocido en la desembocadura del río Almendrares, porque la Sopapa estaba necesitando alguien que le pegara el taco que se acababa de romper de uno de sus zapatos rojos. Y ese fue Johnnie, que miraba a los pescadores de la rambla sin ninguna intención de pescar nada. Puesto a elegir, prefería que ganara el pez, siempre que él no fuera quien luego iba a comérselo. Era lógico que cuando la Sopapa metió la punta del taco en la rejilla, haya sido él quien acudió al rescate. Todos en el puente estaban demasiado ocupados en sus anzuelos pero el único que pescó fue Johnnie.
Esa noche la fue a ver bailar al Hotel Riviera, y entendió que la chica no estaba para el famoso Cabaret Nacional. Entendió que su futuro en aquella ciudad iba a ser apagar velas a pocas cuadras de la Plaza de la Revolución por pocos dólares, y se propuso rescatarla.
Llevársela al East Village fue más sencillo de lo que creyó en un principio. Inventó una Compañía, una gira artística por Centroamérica, inventó un cantante colombiano de fama internacional con cuatro bailarinas, llenó los papeles en el consulado, y la Sopapa ya estaba viajando al lado suyo en un avión rumbo al continente. Ella se dejó llevar. Sabía que no volvería jamás a la isla, pero se había preparado para eso desde que tenía doce años. Esa ciudad era muy chica para dar respuesta a tantos sueños.
Ahora que escuchaba sus ronquidos, el Rompevidrios supo que había hecho lo correcto. Estarían atravesando Georgia o South Carolina. Daba lo mismo, era de noche. Ella hubiese querido ir primero a Nueva Orleáns, a escuchar las voces que parieron ese jazz que tan bien se había amoldado a su Isla, pero el presupuesto no permitía más lujos. En DC tomarían un tren y alguna cosa fuerte para poder aguantar el resto del viaje.
La Sopapa ahora se apoyaba en su hombro, y él la acariciaba. Se imaginó con ella en su departamento de Houston Street, y por primera vez se le ocurrió que se había apresurado. Pero no, al siguiente ronquido volvió a creer que había hecho lo correcto.
3 comments:
Aquí viene el pescador pelotudo que necesita que le expliquen el chiste: ¿Johnnie no estaba en las rutas argentinas? ¿será que esto el sueño que dejamos pendiente en el capítulo anterior? Sí, debe ser eso. ¿Y la sopapa también lo va a soñar a él? Pero... ¿Dónde está realmente la sopapa? Me gustó eso de "Inventó una Compañía, una gira artística por Centroamérica, inventó un cantante colombiano de fama internacional con cuatro bailarinas..."
Los Greyhound, que entren los Greyhound en escena. Me gustó eso de
A mi me gustó lo siguiente:
"Todos en el puente estaban demasiado ocupados en sus anzuelos pero el único que pescó fue Johnnie."
Continúo la idea de Sancho, acá en el primer capítulo de Johnnie hay algo que puede dar una pista:
"Cuando la Sopapa pudo cantar sola, eligió la autopista que lleva al norte, donde en cada casa se puede encontrar una despensa con suficientes latas de atún para alimentar al séptimo de caballería. Ahí se movía bien esa zorra, mejor que en la cama de sábanas de nylon del cuarto húmedo de johnnie."
Esto que acaba de escribir Valentín puede ser un jumpback además de un sueño, un jumpback al momento anterior en que la Sopapa pudo "cantar sola".
Alucinante.
El final también me encantó:
"Se imaginó con ella en su departamento de Houston Street, y por primera vez se le ocurrió que se había apresurado. Pero no, al siguiente ronquido volvió a creer que había hecho lo correcto."
Sigamos. Espero Fiera que no te hayas aburrido de Johnny. Ya vamos casi por la mitad de su primer aventura.
"La Sopapa Maltesa roncaba contra la ventanilla del desvencijado Greyhound."
Pura literatura.
¡Por favor bajen un poco de nivel que me voy a tener que apear en la próxima parada, pues ustedes ya se acercan al monte Parnaso.
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